Ese ruido a crujido que hacen las personas al morder una manzana o masticar el apio es molesto para muchos. Si crees que quienes comen de forma ruidosa merecen un lugar en el infierno, no estás solo.
Esta es la razón científica por la que las personas que hacen mucho ruido al masticar nos convierten en psicópatas

La ciencia ha estudiado la misofonía, una condición que hace que personas se alteren y molesten con los ruidos que hacen los otros al masticar comida, sonarse o cosas cotidianas y creen haber encontrado la causa.
- Ver también: «Trastornos neurológicos extraños: ¿qué es la misofonía?»
¿Por qué nos desespera el ruido que hace el resto al comer?

Estás comiendo en un restaurante y en la mesa de al lado consumen sopa con ese sonido molesto que hacen al sorberla. Para muchos es un ruido insoportable y eso se da porque sufren de misofonía.
Quienes sufren de misofonía se alteran con los ruidos ajenos, ya sea al comer, respirar, mover una silla o toser. Si los ruidos de los otros te desesperan, según una reciente investigación científica, la culpa no es tuya, sino de tu cerebro.
Un equipo de investigación científica de la Universidad de Newcastle, Reino Unido, cree que la misofonía está provocada por una alteración en la corteza insular anterior, también conocida como insulta, del cerebro de quienes la padecen y que se trataría de una condición médica.
En las personas con misofonía, la ínsula que es la encargado de regular nuestra conducta y reacciones, responde de forma exagerada hacia ciertos sonidos que le gatillan una gran incomodidad.
Un ejemplo sería el ruido que se hace al tomar sopa o morder alimentos crujientes, el cerebro de las personas con misofonía responde de forma excesiva a aquellos ruidos que para otros serían imperceptibles o normales provocando una reacción emocional fuerte.
¿Por qué el cerebro reacciona así en personas con misofonía?

El equipo que trabajó en el estudio y que nos da luces sobre un trastorno real y más común de lo que creemos, trabajó con un grupo compuesto por personas que sufrían o no de misofonía.
Para ver las respuestas de sus cerebros ante ruidos que algunos suelen considerarse molestos, se les realizó una resonancia nuclear cerebral durante la cual se iban reproduciendo sonidos comunes como el de la lluvia y otros que suelen gatillar a quienes sufren de misofonía como el de una persona masticando papas fritas o arrugando papeles.
En las personas que no fueron diagnosticadas con misofonía, la corteza insular anterior no mostró una actividad inusual ante estos estímulos sonoros, pero en el caso de quienes padecían misofonía se veía una sobreactividad en la zona del cerebro.
Al aumento de la actividad insular se añadía un pulso más acelerado y una mayor conducción de reacciones en la piel, lo que se debe a que el cerebro se siente en peligro y se prepara para defenderse.
Los científicos creen que las conexiones de la corteza insular anterior con otras zonas del cerebro son excesivas en quienes sufren misofonía lo que explicaría estas reacciones exageradas ante aquellos ruidos que les alteran.
La misofonía no tiene cura pero si tratamiento. Lo primero es averiguar cuáles son los ruidos que gatillan esa sensación de furia y luego tratar de reprogramar al cerebro a través de terapias cognitivas dirigidas a cambiar el comportamiento ante ellos.
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