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La clave para no caer en «la trampa» de querer complacer a todos

Hay que preocuparse menos por ser querido: todo radica en esta premisa. Durante todo el día, desde que nos despertamos hasta que nos acostamos, nos enfrentamos a diferentes situaciones, tomamos diversas decisiones y nos relacionamos con distintas personas. Pero… ¿qué tan auténticos fuimos en cada acción que hicimos, en cada palabra que expresamos? No esforzarnos por complacer a los demás todo el tiempo nos hace sentir mejor. Y estos consejos te ayudarán a lograrlo.

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Considera todas las posibilidades

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Según Roger Covin, psicólogo clínico y autor del libro The Need to Be Liked ( La necesidad de ser querido), más allá de la personalidad hay otros factores que influyen en cómo los demás se sienten con nuestra presencia. «Las personas tienen sus propias historias de vida», dijo Covin, incluso pueden tener estados de ánimos que no coinciden con los nuestros.

Los demás pudieron haber tenido un mal día en el trabajo o en su casa, o simplemente pueden estar distraídos en un momento puntual. Todos esos son factores que no podemos controlar y que pueden influir en cómo nos habla una persona o cómo reacciona ante algo que le decimos. Tener conciencia de eso nos hace ver que no tenemos culpa de todo lo que el otro haga o diga. Podrías ser la persona más encantadora del planeta, pero de poco sirve pretender agradar siempre si cada uno reacciona de acuerdo a su pensar en un momento puntual.

Identifica tus prejuicios

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Los psicólogos clínicos a veces hablan de « distorsiones cognitivas», un término que hace referencia a patrones de pensamiento problemáticos. Uno de esos patrones, explica Covin, se llama « lectura mental», es decir, cuando asumimos falsamente que alguien tiene pensamientos negativos sobre nosotros mismos.

El otro problema es que de todas las situaciones posibles, pensamos en la peor. La mayoría de las veces, las personas que cometen estos errores cognitivos «ni siquiera son conscientes de ello», dice el especialista, y se generan de forma automática.

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La clave para superarlos es reconocer cuáles son esos patrones automáticos que tenemos. Y así poder trabajar a través de nuestros propios errores cognitivos: ¿qué tomas por un hecho? ¿Por qué? ¿Qué tan justos son tus juicios? Presta atención a tus pensamientos antes, durante y después de las conversaciones, y luego sé honesto contigo mismo acerca de cualquier cosa que pueda haber sesgado tu percepción de lo que sucedió.

Intentar complacer a los demás, querer agradar a corto o largo plazo, genera infelicidad. Si alguna vez dijiste «me siento triste, pero no sé por qué», quizás sea porque, en modo automático y sin notarlo, desde que te levantaste, no hiciste más que dejar de ser tú para complacer a quien se cruzara por tu camino.