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Amamantar es amor: Esta es mi historia

Ikira Di Lorenzo es Directora de Contenido de VIX Estados Unidos. Este artículo se publicó originalmente en inglés.

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Después de 14 meses y 11 días, esta hermosa parte de mi vida se terminó y me dejó sentimientos encontrados. Él decidió que no más, pero yo aún no estaba lista.

Para mí, amamantar era la parte más fácil de mi nuevo estatus de madre. Me acaparó la vida, pero es algo que hacía bien.

Entre los dos estábamos tratando de descifrar este nuevo desafío. Yo estaba aprendiendo a ser madre, él estaba aprendiendo a ser mi hijo y amamantando es cuando cuadraba todo.

De mis amigas había escuchado cuentos de amor y dolor con respecto a dar pecho. Algunas habían librado la lucha con poco resultados, otras la libraron y salieron vencedoras. La verdad es que no sabía si mis expectativas en ese momento y la conexión mágica eran realistas.

Durante mi embarazo dediqué horas a investigar cada cosa que podría interponerse ante mi meta. Me enteré de lo que es el frenillo lingual corto y anquiloglosia. Leí sobre la relación de oferta y demanda de leche y cómo aumentar la producción. Pero con toda esta información dándome vueltas en la cabeza me empecé a poner nerviosa, ¿y si no soy capaz de hacerlo?.

Mientras me atormentaban todas estas dudas, mi madre estaba ahí dándome aliento. De ella aprendí que esta nueva experiencia podría ser la más hermosa. Ella siempre me habló de lo hermoso que fue amamantar a sus hijos. Me contaba de estos momentos con tanto amor. Yo quería eso. Estaba determinada a darle pecho a mi hijo durante un año sin tener que recurrir a la fórmula.

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Quería que funcionara. Lo podía ver clarito.

Ilan nació un 5 de mayo y fue como si ambos hubiéramos llegado a este mundo para hacer esto. La primera semana tuvo sus dificultades. No lograba que se pegara al seno sin dolor, tenía sobre producción de leche, se me reventaron los pezones, pero en todos estos momentos tuve ayuda. No sé cómo agradecerle a la enfermera en el hospital que se dedicó por más de una hora a ayudar a que Ilan agarrara bien el pezón.

En lo que superamos las dificultades y le agarramos el ritmo, amamantar me dio un nivel de confianza impresionante. Si podíamos hacer esto, podríamos hacer cualquier cosa juntos.

Era nuestro momento especial. Nadie más podía alimentarlo. Nadie como yo podía tranquilizarlo cuando lloraba. Nadie más tenía esa conexión. Nadie podría amarlo como yo.

Ya puedo escuchar a mi esposo reclamando: “mmmm.. perdón, ¿y yo?”. Sí, papá también lo ama más que a nadie. Pero, a pesar de que él hace todo lo que yo hago, no le daba pecho. Amamantar, para mi, es amor. Es lo mejor de mí, sólo para él.

La hora de dormir era dónde me lucía a mis anchas. El resto del mundo seguía en lo suyo, todos ocupados, y yo en mi hermoso refugio con mi bebé. Durante 15 minutos de paz y tranquilidad me entregaba a él. Quedaba hipnotizada por su cara angelical y sus manitas delicadas mientras absorbía su aroma de bebé. Estaba obsesionada con ese olor. Era el de mi leche. Era mío. Es puro instinto animal. Cada gramo que subió en esos primeros 6 meses era como un medalla que colgaba en mi cuello, y yo orgullosa de gritarlo: “¡Pesa 8 kilos y medio, a puro pecho!” le decía al que escuchara. Me sentía como la Mujer Maravilla. Mi cuerpo lo creó y ahora mis senos lo alimentaban.

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¿Cómo iba a renunciar a eso?, ¿cómo podría vivir sin esa constante confirmación de que era una buena madre? Era una gratificación instantánea en forma de mi bebé. Cuando estaba llegando a cumplir el año, mis amigas estaban impresionadas que aún seguía dando pecho. Yo pensaba: “bueno, es que soy una adicta. Me facilita la vida. No puedo parar” y no paré. Él fue el que decidió que no más.

Luego de 14 meses y 11 días, mi pequeñito no quiso de mis senos antes de dormir.

¿Qué?,¿qué?, ¿cómo que no chiquitín?. Bueno si no quieres la derecha, prueba la izquierda. ¡¿No?! Él sólo me miraba con esa sonrisa pícara, como diciendo, “no mami, no ves que soy un grande”. ¿Qué había cambiado en estas últimas 12 horas? Esa misma mañana fue como la última, así, sin ceremonia ni aviso, sin poder despedirme de esos hermosos momentos, esta parte de nuestra historia terminó.

Fue más duro para mi que para él. Lloré en la regadera esa noche mientras drené mis senos sobre llenos. Lloré varias veces. Creo que siempre lo extrañaré. Y a través de toda esta odisea, dos cosas me quedaron muy claras:

#1 Soy privilegiada

Estaba empleada en un lugar que daba 10 semanas de licencia de maternidad pagadas. No es suficiente, pero es más de lo que reciben la mayoría de las mujeres aquí en Estados Unidos. Tenía seguro de salud que cubrió el costo del extractor de leche, lo que hizo posible que siguiera dándole mi leche a Ilan tras regresar al trabajo. Tenía un sistema de apoyo que hizo que todo esto fuese posible.

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La Academia Americana de Pediatras recomienda dar pecho hasta el año de vida. Pero según el CDC, en el 2011, 79% de los recién nacidos fueron amamantados. Ese número baja al 49% a los 6 meses y a 27% al año de edad.

#2  No juzgues a otras madres. Amamantar es lo mejor, pero alimentarlos es lo más importante.

Vi familiares y amigas darle todo de si mismas a sus hijos. Vi a mi prima usar sólo un tiraleche durante más de un año para alimentar a su hijo con su leche, porque su pequeño no podía pegarse al seno. Esta mujer se sacaba leche 12 veces al día durante esos primeros meses, ¡12 veces al día!. Eso es cada 2 horas, 24 horas al día. Es mi héroe.

Para algunas mujeres, dar pecho no es la experiencia mágica que yo viví. Para ellas tal vez es difícil o doloroso o no les sale y se apoyan en fórmula para alimentar a sus hijos. Esos bebés crecerán y serán amados de la misma manera.

Desde el momento que es concebido, cada bebé es único. Algunos son fáciles, otros nos desafían. Algunas familias tienen apoyo, otras están solas. Cada persona que ves en la calle tiene una historia y no sabemos lo que viven.

Ninguna de esas madres ama a su hijo menos de lo que yo amo al mío.

Nuestros hijos llegan al mundo y la forma que experimentamos la vida cambia por completo. El mundo debería parar, es así de monumental, pero sigue dando vueltas. La verdad es que todo nace. Las ardillas, las hormigas, los peces, las plantas… todo nace. Es el momento más milagroso, maravilloso y al mismo tiempo más mundano. Es la vida.

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Original Author: Ikira Di Lorenzo
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