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Ser el hermano mayor empieza con celos pero se transforma en AMOR incondicional (o no)

Publicado 18 Abr 2019 – 01:00 PM EDT | Actualizado 18 Abr 2019 – 01:00 PM EDT
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Cuando se tiene un hijo, todo nuestro mundo cambia. Todo, absolutamente todo lo que hacemos, gira en torno de ese único ser que se transforma en una de las partes más importantes de nuestra vida. Con el paso del tiempo, muchas familias sienten la necesidad de tener un nuevo bebé para que el mayor tenga un compañero para toda la vida.

Sin embargo, cuando el niño se entera que va a tener un hermanito, que va a dejar de ser el único y descubre que el tiempo de mamá y de papá no va a ser exclusivamente suyo, es natural que surjan los ataques de celos que se manifiestan de diferentes formas.

No es raro que revolee por el aire lo primero que encuentre como una forma de protesta, sobre todo si aún es demasiado pequeño como para expresar lo que siente. Pero como vemos en el video, este inevitable proceso de adaptación incluye sorprendentes demostraciones de cariño.

¿Y si no todo sale bien?

Las peleas estarán siempre presentes en la construcción de este vínculo para toda la vida, aunque haya abrazos y cariño. Sin embargo, en casos de relaciones entre hermanos que no se desarrollan de manera sana, es importante identificar el problema para rescatar el amor que se puede cultivar.

De acuerdo con la psicóloga especializada en relaciones intrafamiliares Jeanne Safer, los hermanos suelen relacionarse de formas muy típicas, y los que no llegan a ser BFFs pueden reconocerse en algunos casos más emblemáticos que te mostramos a continuación.

Tipos de relación entre hermanos

  • Los hermanos cómplices:

«Has tenido tus fallas, pero algo les ha unido: el crecimiento personal o la muerte de un padre, por ejemplo. Los momentos de buena voluntad mutua han significado que hay más calidez entre ustedes y pueden imaginar un futuro en el que disfruten de la compañía mutua.»
  • Necesitan un proxy:

«Desearías estar más cerca, pero temes plantear el tema de su difícil relación. Tu solución es que se acerquen tentativamente a través de algo intermediario, por ejemplo los niños. Si tu hijo se lleva bien con el de tu hermana, es una forma de compartir puntos en común y puede hacer que sea más fácil recomenzar a conversar naturalmente.»
  • Los hermanos diplomáticos:
«Se hablan (o, más probablemente, intercambian mensajes de texto o correos electrónicos) pero no se sienten particularmente cómodos en la compañía del otro; es la intimidad que falta. Aunque es posible que desee tener una relación más cercana, ninguno de los dos está dispuesto a hacer el esfuerzo necesario para lograrlo. ¿Es orgullo lo que te detiene? ¿O el miedo a ser rechazado?
  • Los hermanos indiferentes:
«Se trata de un tipo de vínculo bastante común: se saludan en los cumpleaños, pero nunca se sabe qué decir cara a cara. No sabes mucho sobre la vida del otro, pero tampoco te importa mucho. No eres amigo, pero tampoco eres enemigo.»
  • Los hermanos de las bodas y funerales:
«Se reúnen solo en importantes eventos familiares y tienden a asegurarse de que nunca se queden solo el uno con el otro. En el mejor de los casos, las reuniones pueden ser tensas, en el peor, llegan a ser hostiles.»
  • Alienación total:
«Has borrado a tus hermanos de tu mente. No tienes ningún deseo de relacionarte con ellos y si supieras que estarían en un evento familiar, lo evitarías deliberadamente. Sin embargo, no asumas que este es el peor tipo de relación. Para algunas personas, en realidad, es la forma más saludable de coexistir.»

La importancia de los hermanos

Para la psicóloga, problemas que no son superados en la convivencia entre hermanos terminan reflejándose en sus formas de relacionarse con el mundo en la adultez y «generan un rencor que les persigue por toda la vida». En ese sentido, en su libro El legado de Caín, Safer destaca la importancia de hablar sobre el tema para reconocerlo y buscar reconciliaciones hacia un buen vínculo fraterno.

«Nadie piensa o habla sobre esta situación porque nadie sabe qué hacer al respecto. Nos convencemos a nosotros mismos de que los problemas con hermanos ─muchos de los cuales parecen perfectamente normales (excepto cuando nos están volviendo locos)─ no importan una vez que salimos de casa y ya no vivimos bajo el mismo techo y que ya no tienen más impacto en nuestras vidas. Sin embargo, esa negación tiende a desaparecer con el tiempo: la mayoría de los adultos, cuando se les cuestiona a una edad avanzada de la vida, confiesan que se sienten peor acerca de las relaciones no resueltas con los hermanos y hermanas que sobre cualquier otro asunto pendiente.»

Así que, ¿ya abrazaste a tu hermano/a hoy?

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