Coachella 2016, o el festival en el que la música es lo de menos

En 1999, el empeño por revivir el famoso festival de Woodstock se convirtió en un desastre. Como segundo intento nacería el Coachella Valley Music and Arts Festival,.celebrado en la localidad de Indio, al este de Los Angeles. El festival fue concebido como un modo de revivir el movimiento hippie gracias a unos atuendos coloridos y un cartel musical que incluía desde música electrónica hasta folk, rap, rock o música indie.

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Sin embargo, dieciete años después, el Coachella 2016 ha vuelto a confirmar que se aleja cada vez más de aquellas aspiraciones puramente musicales para convertirse en la mejor galería vip de la primavera, a juzgar por sus asistentes, sus precios, y el insaciable aluvión de fotografías en redes sociales por parte de artistas que van desde Kim Kardashian hasta Alessandra Ambrossio. 

Flecos, plástico y redes sociales

Cuando el Coachella comenzó a finales de los 90, las intenciones eran bien distintas a lo que este fin de semana los nostálgicos del festival más esperado de la primavera esperaban. Por un lado, Paris Hilton penetraba en el Empire Polo Club con su ejército de amigas, Patrick Schwarzenegger tomba unas misteriosas "pastillas" poco después, Rihanna ligaba con Leonardo DiCaprio, Kim Kardashian alentaba a los jovenes a fumar marihuana durante el fin de semana, y celebrities como Alessandra Ambrossio, Ruby Rose o Kendall Jenner inundaban Instagram con sus mejores instantáneas.

No cabe duda de que, en realidad, el público que no asiste a este festival espera del mismo los típicos cotilleos, rumores y modelitos imposibles de sus asistentes, quienes llegan a pagar hasta 6500 dólares por dormir en una de las carpas del festival, un dato más que confirma el carácter elitista del festival.

Durante el pasado fin de semana, el alcohol, los excesos y, también, unas nuevas generaciones comandadas por el hijo de los Beckham o el de Schwarzengger inundaron el Coachella. Nuevos ídolos que no casan con el espíritu que pretendía irradiar un festival por el que han desfilado desde Prince hasta Björk, pasando por Arcade Fire, Snoop Dogg (a dueto con aquel famoso holograma de 2Pac), Eminem, Beastie Boys, Coldplay y, en esta ocasión, Guns 'N' Roses, mítico grupo que actuó este fin de semana ante unas audiencias entre las que quizás no se encontraban aquellos padres que gozaron con Welcome to the Jungle a principios de los 90. 

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Y es que el derroche de elitismo y postureo como sustitutivo de la calidad musical han convertido las últimas ediciones de Coachella, y esta especialmente, en blanco de esos nostálgicos que coinciden en el hecho de que ni el festival era la cita adecuada para una actuación como la de GNR, ni tampoco un lugar en el que se respire la onda del viejo Woodstock.

Del movimiento hippie ya solo quedan los flecos y los pantalones bombachos que han inspirado las campañas de H&M y Free People, dos empresas textiles también enfrentadas a raíz del propio festival.

Comprobaremos cómo termina la cita primaveral durante el próximo fin de semana, ya que a diferencia de hace unos años, el nuevo Coachella apuesta por más días de música, postureo... y polémica. 

El Coachella 2016 ha confirmado nuevamente la condición de pasarela de moda alternativa en que se ha convertido uno de los festivales más respetados de la Costa Este. Solo nos queda  aceptarlo y, a fin de ser positivos, disfrutar con el derroche de elitismo, morbo y color que destilan las estrellas que anualmente se dejan caer entre sus carpas.

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