Volviendo a las raíces en Homeland [Crítica 2x04]

Luego de la gran noticia de los últimos días es difícil reseñar New Car Smell sin caer en los temidos spoliers. En esta cuarta entrega, Homeland de alguna forma vuelve a sus raíces, a esa primer temporada en la cual Carrie seguía cada movimiento de Brody tratando de desenmascararlo. Acá ocurre exactamente lo mismo, con una violenta vuelta de tuerca en el final. Puro espionaje e intriga.

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Si el capítulo anterior de Homeland era un viaje hacia el interior de los personajes, hoy nos encontramos con su exacto opuesto. Sin lugar para los sentimientos, más que algunas mínimas palabras de aliento o disculpas entre los personajes que integran la CIA, Carrie ( Claire Danes) es recontratada luego de que el video recuperado por Saul ( Mandy Patinkin), donde Brody confiesa su condición de terrorista, le diera finalmente la razón.

Trabajo grupal

La urgencia del descubrimiento y el temor ante un inminente ataque en Estados Unidos obliga a la agencia de inteligencia gubernamental a armar un sofisticado plan de vigilancia full time sobre el ex-marine.

Carrie y Saul obviamente integran el grupo de espías, que es dirigido por Peter Quinn ( Rupert Friend), un hombre de confianza del Director de Contraterrorismo David Estes ( David Harewood). Este nuevo personaje roba la pantalla en cada escena que interviene, tarea ardua si se tiene en cuenta que siempre estuvo secundado por Patinkin y Danes.

Imagen Showtime

Quinn es tan astuto e ingenioso como Saul y tan frontal e incorrecto como Carrie, pero (a diferencia de estos dos) decididamente fiel a Estes. En las conversaciones que sostiene con Carrie se evidencia la atracción entre ambos, y se sabe que ella tiene predilección por los hombres complicados. De todas formas, esta veta romántica solo está latente.

Una buena noticia es el regreso de Virgil ( David Marciano) y Max ( Maury Sterling), los espías freelance, que descomprimen con algo de humor las tediosas rutinas de seguimiento.

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Una bomba de tiempo

Del otro lado de las cámaras de vigilancia se encuentra el ahora congresista Nicholas Brody ( Damian Lewis). Cuando a inicios de la temporada parecía que su vida privada estaba encaminada, en este capítulo definitivamente vemos su derrumbe.

Jessica ( Morena Baccarin) desafía a su marido a que de una vez le confiese su verdad, a cambio de mantener el matrimonio. Brody se retira sin decir una palabra, y Jessica cumple con su palabra. Lo echa de la casa y deja en claro que quiere volver con Mike, alguien en quién si confía.

Imagen Showtime

Brody, completamente solo y frustrado, es más peligroso que nunca. Y esta peligrosidad se la otorga Lewis. El actor compone a una bomba de tiempo andando. Solo hace falta que discuta con un empleado de un lavadero de autos sobre que aroma le conviene poner en el vehículo (por eso el New Car Smell) para que los espectadores teman por la vida del trabajador.

Las miradas cargadas de desconfianza, los tensos movimientos milimétricos pero paranoicos con los que se mueve, el temor constante a ser descubierto y el no estar dispuesto a perdonar la vida de quien ose hacerlo (como le sucedió el sastre), hacen que Lewis se luzca al dale vida a este cautivante psicópata.

Un reencuentro esperado

Luego de que el plan ejecutado por al CIA marche relativamente bien, es hora de que Carrie arregle cuentas con Brody. Con un lujoso bar como marco ideal (ambos disfrutan el buen beber, como demostraron sobre el de la serie) los dos personajes hablan abiertamente por primera vez en mucho tiempo, luego de su breve romance.

Imagen Showtime

Por un lado, Carrie se debate entre cumplir con su deber o darle rienda suelta a sus sentimientos acumulados hacia el culpable de su inestabilidad emocional. Y por el otro, Brody lucha por saber si esa mujer, la única que lo comprendió desde su regreso del Medio Oriente, sigue siendo alguien en quien confiar o si está tomando un trago con el enemigo.  La resolución sorprende, y nuevamente la historia de  Homeland  gira 180 grados.

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