Prison Break, una fuga eterna

En el mercado un producto siempre tiene fecha de caducidad, inevitablemente llegará el momento en que ese producto será defectuoso y dejará de ser consumido. El mercado de las series se rige por estas mismas doctrinas.

PUBLICIDAD

La competitividad obliga a estar en constante renovación, una serie debe ser capaz de crear una marca propia e ir reinventándose. El problema llega cuando la idea de una serie ha sido desgastada hasta límites insospechados y, pese a que la fórmula deja de funcionar, los productores optan por estirar el chicle, perjudicando drásticamente la calidad del producto, precisamente lo que sucedió con Prison Break.

Unos inicios fulgurantes

Prison Break entraría en ese grupo de series que, tras un comienzo brillante, su luz fue apagándose lentamente hasta caer en el olvido. La premisa inicial fue innovadora y supuso un soplo de aire fresco para el género carcelario. Un arquitecto de Illinois se introduce en la prisión de Fox River para sacar a su hermano injustamente condenado a pena de muerte, a través de un elaborado plan de fuga.

La primera temporada fue un éxito, cada capítulo nos dejaba con cliffhangers desesperadamente adictivos, los personajes eran carismáticos y encomiables, tenía un ritmo narrativo trepidante. La serie se llevó el Globo de Oro a Mejor Serie Dramática y Wentworth Miller, el gran Michael Scofield, se hizo con el de mejor actor dramático.

Una vez consumada la fuga muchos fans se preguntaban qué camino le depararía a la serie tras los muros de Fox River. Sorprendentemente consiguieron mantener la tensión y, con la incorporación de William Fichtner, presenciamos una persecución que, si bien no tuvo la emoción de la fuga, consiguió al menos entretener a la audiencia.

Imagen Getty Images

El declive

Hubieran bastado los 13 capítulos de esta segunda temporada para explicar el devenir de nuestros queridos presidiarios y acabar la serie por todo lo alto. Pero el dinero manda y, a no ser que seas de HBO, la audiencia es la que decide el futuro que depara a una serie. Los productores decidieron volver a meter a Scofield y algunos personajes secundarios entre rejas para intentar retomar la dinámica de la exitosa primera temporada.

PUBLICIDAD

El fracaso fue absoluto, los nuevos personajes introducidos fueron tediosos y el hilo argumental decadente y pobre. La sensación dada con esta temporada fue que los guionistas no tenían claro que rumbo seguir y que iban improvisando sobre la marcha. El plan de escape resultó lento y las incongruencias de guión eran cada vez más abultadas.

Un final decepcionante

Decidieron finalizar con una cuarta temporada en la que todos los personajes se unían para acabar con ‘La compañía’. La evolución de las distintas relaciones entre los personajes fue inverosímil. Daba igual que tu compañero hubiese matado a tu padre hace unas semanas, lo perdonas porque ahora los guionistas quieren que trabajéis en equipo y seáis amigos.

El magnetismo que desprendía la serie en sus inicios se había perdido por completo en esta cuarta temporada. Fue un cúmulo de tópicos y despropósitos; la trama conspirativa había dado tantas idas y venidas que los espectadores ya ni sabían cuál era el argumento principal. La audiencia descendió vertiginosamente y pocos fieles aguantaron hasta el final.

Una serie mediocre que podría haber sido una obra maestra de haber finalizado a tiempo. En esta disyuntiva se encuentran muchas cadenas que acaban destrozando el producto que tienen entre manos con tal de llevarse un puñado de billetes al bolsillo.