Doctor Strange es la película número 14 del Universo cinematográfico de Marvel, una franquicia que hace ya algún tiempo y con toda esta producción —dos películas por año— ha dejado en evidencia cuáles son sus fortalezas y sus debilidades.
Doctor Strange lleva al Universo Marvel a una nueva dimensión, no tan desconocida pero deslumbrante

Estas comparten una raíz común: el apego a una cierta fórmula de probada eficacia, pulida y gestionada por el productor Kevin Feige, que hace que todas las películas sean siempre competentes y disfrutables, en mayor o menor medida, pero que también parezcan en cierto punto cortadas por la misma tijera, demasiado familiares y seguras.
Feige es el principal responsable de la unidad del universo cinematográfico como un todo, y en este sentido ha hecho un trabajo realmente impresionante, que crece con cada película. En cada uno de los títulos, pesan después los factores relativos a esa historia en particular y ese personaje, y la visión del director y los guionistas.
Los necesarios orígenes

Doctor Strange introduce un nuevo superhéroe en la franquicia. Y es, obviamente, la historia de sus orígenes.
No sólo es una historia más que común en el mundo de los superhéroes, sino que es también una que esta misma franquicia ha abordado en muchas ocasiones, desde Iron Man y Hulk, pasando por Thor y Capitán América, hasta superhéroes improbables y más atípicos como los Guardianes de la Galaxia y Ant-Man, de modo que Doctor Strange no escapa a esa familiaridad, a esa sensación de que es algo que ya hemos visto antes.
Una serie de eventos traumáticos y significativos transformarán al prestigioso neurocirujano Stephen Strange en el superhéroe Doctor Strange, que, como tal, será responsable de salvar el mundo de una brutal amenaza, habiendo completado así su viaje personal y espiritual, que incluye un aprendizaje y la lección de lo importante que es ayudar a los demás cuando uno tiene el poder de hacerlo.
En el medio está su crisis inicial, su desesperación, su escepticismo, su esperanza, la adquisición de sus poderes y el dominio de éstos, su historia de amor, su redención.
Pero todo este camino ya antes transitado está condimentado en Doctor Strange por una serie de elementos que la convierten en una película ocasionalmente excepcional y sorprendente.
Heroes, villanos y humor

Son muchos los rasgos que el neurocirujano Stephen Strange comparte con Tony Stark: es un hombre respetado, prestigioso, adinerado, extraordinario en lo que hace y obsesionado con su trabajo, tan inteligente y sagaz como ególatra y arrogante.
Pero la interpretación de Benedict Cumberbatch y el guión le dan a Stephen Strange un carácter único y convincente en pocos minutos, definido por rasgos casuales muy significativos (su prodigiosa memoria para recordar hits clásicos de la música pop, su desdén por el trabajo en emergencias, su intervención para salvar la vida de un paciente clínicamente muerto).
Su historia tiene también lo inédito de situarse en el terreno de un viaje espiritual, y es saludable la tensión que se genera al inicio entre la mente científica y pragmática del neurocirujano y los conceptos espirituales orientales, aunque ésta se pierde rápidamente.
Hay algo en Benedict Cumberbatch también, y no niego que tal vez sea por la costumbre de verlo en el papel de Sherlock, que encaja a la perfección con este superhéroe que más que capa utiliza un elegante sobretodo con altas solapas (que tiene vida propia; nombre oficial: Manto de levitación) y cuyos superpoderes se ejercen haciendo gestos en el aire con las manos.

El infaltable humor es, como siempre, activo y efectivo, especialmente cuando la película parece reconocer que hay algo inherentemente ridículo y gracioso en su premisa, en los diálogos sobre portales, dimensiones, energía y espíritu, en la solemnidad mística, en las peleas con fuerzas invisibles y armas que surgen por generación espontánea ante el movimiento de un brazo.
Por el contrario, cuando todo esto se aborda de manera seria y grave, cuando se discuten las amenazas y peligros místicos que enfrentan los héroes, el asunto puede llegar a ser algo denso y aburrido, lo que resta un poco de impacto a todo el núcleo dramático de la película y las motivaciones de otros personajes secundarios, especialmente The Ancient One y Mordo ( Tilda Swinton y Chiwetel Ejiofor respectivamente).

Para seguir también con una tradición de Marvel, está el problema de los villanos.
La idea es exactamente la misma que en Guardianes de la Galaxia: un poderosísimo supervillano de otra dimensión al que casi no vemos en la película —Dormammu— quiere destruir el universo y ha enviado a un súbdito a hacer su trabajo, en este caso en la Tierra.
Kaecilius, interpretado por Mads Mikkelsen, no es un villano muy memorable, y no tiene mucho más para hacer excepto hacer avanzar la trama.
Ni siquiera parece demasiado temible, ya que las primeras dos peleas serias en las que lo vemos termina huyendo.
Una nueva dimensión

Pero todo lo mencionado anteriormente está envuelto en ocasionales despliegues visuales que son la verdadera gema de la película, la principal razón por la que vale la pena pagar la entrada al cine.
El director Scott Derrickson se preocupó por aprovechar las posibilidades que en este sentido brinda la historia de Doctor Strange, y nos lleva literal y metafóricamente a una nueva dimensión de las películas de Marvel, una dimensión de formas y colores cambiantes, un viaje psicodélico deslumbrante que abre rincones desconocidos y fascinantes en una franquicia que ya había explorado el mundo, el universo y hasta el microcosmo.
(En un pequeño pero simpático chiste, en un momento clave de la película, aparece el libro Las puertas de la percepción, en el que Aldous Huxley cuenta sus experiencias con el LSD. No es la única referencia al LSD en la película).
En el tercer acto de la película, el esplendor visual y los conceptos e ideas místicas que diseminaron en el guión —manipulación del tiempo, dimensión oscura, sancta sanctorum— confluyen y se combinan para alcanzar una de las batallas finales más originales y satisfactorias del Universo cinematográfico de Marvel.
La presencia de Doctor Strange expande la franquicia a lugares nuevos y dignos de explorar, y tal vez más arriesgados ahora que ya vimos sus orígenes.
La aparición de una Piedra del Infinito (la Piedra del Tiempo, también conocida como el Ojo de Agamotto) conecta directamente a Doctor Strange con Avengers: Infinity War.
Para las escenas de los créditos queda la sorpresiva aparición de otro de los superhéroes estrella de Marvel charlando con Doctor Strange (y la promesa de una ayuda en su misión, lo que ubica a Strange en otra futura película) y la revelación del nuevo supervillano que deberá enfrentar el héroe.
Calificación Doctor Strange: 7/10.









