Más que “corazones rotos” ( Broken Hearts) la última emisión de Homeland debería haberse titulado “corazones paralizados”. Cualquier seguidor de la serie debe aceptar que este capítulo fue sin dudas el más angustioso en lo que va de la segunda temporada.
Abu Nazir domina Homeland [Crítica 2x10]

Trabajo sucio
La semana pasada quedaba flotando en el aire cuál era la verdadera identidad de Dar Adal ( F. Murray Abraham). Una incógnita lo suficientemente poderosa para alimentar la trama de Homeland durante varios capítulos. Sin embargo, la cuestión se resuelve en una pequeña escena donde Saúl ( Mandy Patinkin) interroga al espía mientras come unos waffles.
Dar Adal revela disponer de un pequeño ejército dentro de la CIA, cuyos soldados están dispuestos a realizar el trabajo sucio de los dirigentes de la agencia. Peter Quinn ( Rupert Friend) es uno de esos soldados. Saul concluye entonces que Peter se encargará de eliminar los cabos sueltos que queden de la operación que están desarrollando. Y ese cabo suelto, como quedó demostrado sobre el final de Two Hats, es Nicholas Brody ( Damian Lewis).

Este es un recurso que los guionistas de Homeland han utilizado hábilmente durante todo el desarrollo de la serie. Instalar la atención del espectador sobre un interrogante en apariencia fundamental para la historia, generando un gancho muy poderoso, solo para explicarlo sencillamente en el próximo capítulo. Y en éste en especial, este truco vaya si dio resultado porque lo que sucede en paralelo a esta situación es sorprendente.
La fe de Abu Nazir
Mientras que los primeros minutos de Broken Hearts se centran en algunos de los conflictos más comunes de la serie (el triángulo entre Jess, Brody y Mike, los conflictos de Dana, el flirteo de Carrie) y en cierto clima festivo luego de que la CIA y el FBI desbaratan el golpe planeado por Roya Hammad ( Zuleikha Robinson), nada hace sospechar la tormenta que está por venir.
Mientras Carrie ( Claire Danes) conduce su auto al ritmo del jazz, un segundo vehículo que aparece de la nada impacta sobre su costado. Cuando recobra el conocimiento, Carrie se da cuenta que está en manos de Abu Nazir ( Navid Negahban), en una situación muy parecida a la que sufrió Brody durante años, cuando el terrorista lavó su cerebro.

El secuestro es la última jugada de Nazir para mantener a Brody de su lado, porque como le confiesa a Carrie, hay un lazo emocional entre muy intenso entre ambos hombres que él define como amor. El cautiverio da lugar a que se desarrolle un diálogo brillante, donde ambos personajes justifican sus acciones frente al otro. Pocas veces la televisión contrapuso tan bien los argumentos de dos culturas en guerra abierta.
Nazir : -Cada generación debe sufrir y morir. Estamos preparados para eso. ¿Ustedes?
Carrie : -Lo que haga falta.
Nazir : -¿De verdad? ¿Con sus planes de pensión, comida orgánica, sus casas en la playa y clubs de deporte? ¿Tienen la perseverancia, la tenacidad, la fe? Porque nosotros sí. Pueden bombardearnos, matarnos de hambre, ocupar nuestros lugares sagrados, pero nunca perderemos nuestra fe. Llevamos a Dios en nuestro corazón. Morir es reunirse con él. Puede que lleve uno, dos o tres siglos, pero vamos a exterminarlos.
Carrie : -Como dije antes, eres un terrorista.
¿Y Brody? Bueno, el ex marine se enfrenta a una encrucijada. Para salvar a Carrie debe matar (no literalmente) al vicepresidente Walden (Jamey Sheridan), el que programó el ataque de drones que terminó con la vida de Issa Nazir y cientos de niños más. Una acción que definirá que tipo de persona es. Una acción cuya resolución es uno de los puntos más altos de toda la serie.




