Todos tenemos derecho a amar y a enamorarnos, hasta los feos divertidos, pero quizás nunca te habías preguntado cómo es una relación entre psicópatas.
¿Muchos problemas de pareja? Una peculiar afinidad entre los dos podría explicarlo
Por:Joanna Gutiérrez
No, nos referimos a James y Alyssa de The End of The F***ing World, sino a algo mucho más realista. ¿Acaso podrías enamorarte de un psicópata sin darte cuenta?
La psicóloga y experta en ciencias del cerebro Susan Krauss explica que cuando una persona neurotípica (o sea, sin ningún trastorno) se enamora de un psicópata puede haber una probabilidad de generar intimidad. Es una empresa sumamente difícil, pero sí es posible tener una relación de pareja. Sin embargo, cuando son dos psicópatas los que se emparejan no hay ninguna parte que pueda brindar apoyo emocional:
«Manipuladores e insensibles, ambos miembros de la pareja mienten cuando es conveniente hacerlo, y aprovechan las oportunidades para el beneficio personal. Sus metas personales superan sus metas como pareja, incluso ponen a la otra persona en riesgo de pérdida material o emocional», observa Krauss.
Además, son personas propensas a la infidelidad y a la falta de apegos. Simplemente no están dispuestos a comprometerse.
Imagen Shutterstock
Lo curioso de esto es que un estudio publicado por la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos revela que las personas con un alto nivel de psicopatía suelen casarse con otras personas con el mismo trastorno.
Después de estudiar a 172 parejas, se encontró que es difícil que estas relaciones sean sostenibles a largo plazo pues a partir de los 6 meses de matrimonio ya empiezan a haber molestias. Y a los 4 años se reportó una fuerte insatisfacción. Al final, las tasas de divorcio se elevaron a los 10 años.
Así que si tienes rasgos psicopáticos y tu pareja también, es probable que las cosas no funcionen bien juntos. Y ¡atención! Los psicópatas no necesariamente son personajes siniestros que asesinan a sus víctimas, como se ve en las películas o series de televisión: son bastante normales y están en todos lados, en el vecindario, el trabajo, la universidad o en el transporte público.
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