LOS ÁNGELES, California.- Carolina, una mexicana que llegó a Los Ángeles hace 12 años, decidió faltar al trabajo este lunes para unirse junto a su familia a la campaña 'Un día sin inmigrantes'.
"No somos violadores ni criminales", la lucha de una madre indocumentada en Los Ángeles
Alzando la voz este 1 de mayo inmigrantes como Carolina, una indocumentada que vive en Los Ángeles desde 2005, buscan demostrar que aunque no tienen papeles no son delincuentes y llegaron a EEUU a trabajar y ser un cambio positivo para la comunidad.

"Tenemos que estar unidos todos para que haya una reforma migratoria, para decir que no somos violadores, ni criminales", expresó esta indocumentada de 43 años, quien asegura que solo alzando la voz este 1 de mayo se podrá lograr un cambio positivo para su comunidad. "También vinimos a trabajar, lo único que hicimos fue entrar a este país sin documentos pero eso no nos hace delincuentes".
Carolina se describe como una mujer luchadora: cuida a sus cinco hijos, es activista y trabaja como niñera, jardinera y limpiando casas. Teme que la detengan en una redada migratoria y que la deporten, pero decidió marchar con la comunidad inmigrante en las calles del centro de Los Ángeles.
"Yo le diría al presidente que nos diera una oportunidad de hacer una mejor vida, de estar legalmente aquí", apunta la madre, quien pide no publicar su apellido. "Vinimos por una mejor oportunidad".
Su lucha diaria
Carolina es una de cinco millones de indocumentados en Estados Unidos que se hubieran beneficiado de la Acción Diferida para Padres (DAPA), un programa del expresidente Obama que fue bloqueado en los tribunales.
Ella tenía la esperanza de obtener un alivio migratorio temporal y, quizás, viajar a México para estar con su madre enferma. "Ya teníamos nuestros documentos listos, estábamos muy felices, porque íbamos a ver a nuestros padres. Es muy lamentable que no hayamos tenido esa oportunidad", lamenta.
En 2005, Carolina dejó su natal Guadalajara, en el estado mexicano de Jalisco, porque su esposo, un albañil, llevaba tres años sin empleo. Vino con cuatro hijos y poco después nació aquí el quinto. Esta familia, como muchas otras, tiene estatus migratorio mixto: los padres son indocumentados, hay cuatro hijos beneficiarios del programa DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia) y el menor es ciudadano estadounidense.
Notas Relacionadas
Hace poco, su primogénita se graduó de la Universidad Estatal de California en Northridge (CSUN) con un grado en publicidad empresarial; el segundo hijo estudia en el Colegio Pierce.
"Gracias a Dios el sacrificio vale la pena, es para que ellos tengan un mejor futuro que nosotros", dice.
La historia de Carolina se ha escuchado en la capital del país en tres ocasiones: ella asistió a Washington para apoyar eventos que abogaron por el programa DACA y las mujeres migrantes, como parte de la Coalición Pro Derecho de los Inmigrantes en Los Ángeles (CHIRLA).
Cuando entró Trump al poder y cambió las directrices de los operativos migratorios, ella comenzó a prepararse ante la posibilidad de la deportación. "Le saqué el pasaporte a mi hijo y ya hice la carta (de custodia temporal en caso de que la detengan las autoridades migratorias). Tengo mis documentos por si nos llegase a tocar. Solo Dios dirá", dice.
Más allá de las precauciones, Carolina se niega a encerrarse en su casa a piedra y lodo. Dice que algunos de sus vecinos se preocuparon tanto que se enfermaron "de los nervios". Pero ella no ha cambiado sus hábitos por temor a los operativos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), por nada diferente a fijarse antes de abrir la puerta de su vivienda.
Su mirada se alegra cuando se le pregunta cómo cambiaría su vida si logra legalizarse: "Me ayudaría muchísimo, porque me gustaría tener un negocio, tener una casa, ir a la tienda y aplicar para un crédito, lo cual no puedo hacer".
Vea también:








