Iliadin México

Hay acciones que los adultos realizamos sin ningún problema, pero que de pequeños nos costó algo de trabajo aprender, como amarrarnos los zapatos, andar en bicicleta y usar los cubiertos.

Nueve meses cargándolo en tu vientre, cientos de antojos de medianoche, pataditas en el estómago, idas al baño e incomodidad para viajar, pero todo vale la pena al tener a ese bebé entre tus brazos.

¡Qué rápido crecen! Parece que fue ayer cuando lo tuviste por primera vez en tus brazos, viste sus ojitos y tu vida cambió por completo. Los meses volaron, los gateos se convirtieron en carreritas por la casa, las trompetillas ahora son palabras y tu pequeño está a punto de empezar una nueva etapa en la vida: el kínder.

No sabíamos qué hacer al recibir la noticia, nos alegramos, nos sorprendimos y nos dimos cuenta que desde ese momento nuestra vida no sería igual. Comenzamos a cuidarnos más, nos veíamos diario al espejo y observábamos cómo nuestra pancita empezaba a crecer.

Todos reconocemos los síntomas de los resfriados y la gripe porque una vez que se instalan en el cuerpo, son capaces de descarrilar nuestro ritmo de vida.

Resfriarse en la oficina es lo peor: entre los estornudos, la congestión nasal y la carraspera, las actividades se hacen eternas y más complicadas de lo normal. Pero lo peor de todo son las miradas de odio de tus compañeros y el hecho de no poder trabajar desde casa porque no estás lo “suficientemente” enfermo.