Dos buenos samaritanos han sido testigos de la lucha que tienen que hacer los vendedores ambulantes en California –muchos de ellos hispanos y sin documentos—que, para llevar el pan a la mesa, no solo enfrentan las inclemencias del tiempo, sino que son objeto de burlas, discriminación e incluso ataques que ponen en peligro su vida. Por ello, han puesto manos a la obra.