Laura, Andrés, Camilo: ¿puedes acertar el nombre de estas personas solo con ver sus caras? La ciencia cree que sí

Un estudio publicado en el ' Journal of Personality and Social Psychology' asegura que en un 35% de las veces las personas son capaces de elegir el nombre correcto para una cara desconocida, mientras que una computadora bajo ciertos algoritmos es capaz de asignar correctamente esta etiqueta el 60% de las veces. La conclusión: sí, efectivamente nuestro nombre termina por darle forma a nuestra cara.

Imagen David Maris

“Ella tiene cara de Laura”, “tú no tienes cara de Sofía”, “él debe ser Javier o Juan Pablo”. “Martha… nunca hubiera pensado que te llamas Martha”. Todos lo hemos hecho. Hemos sentido esa pulsión extraña de asignarle un nombre a un cierto tipo de rostro, hemos creído que podemos, por algún extraño poder, anticipar el nombre de una persona desconocida. Pues según el estudio ‘Lucimos como nuestros nombres’ (‘We Look Like Our Names’), publicado en el Journal of Personality and Social Psychology esto es menos aleatorio y descabellado de lo que suena.

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“¿Puede ser que la mayoría de la gente luzca como su nombre? Esta fue la pregunta que nos formulamos para darnos cuenta, tras varios experimentos, de que efectivamente los nombres tienen asociadas características, comportamientos, y hasta un look. Ya en estudios anteriores era sabido que el nombre Katherine es asociado a una persona más exitosa que el nombre Bonie. Que Scott se relaciona con una persona que goza de más fama que Hernán y que Bob es un nombre de una persona que se espera tenga la cara más redonda que alguien que se llama Tim. Nuestro estudio buscaba además mostrar que los estereotipos que se le asignan a los nombres tienen la capacidad de modificar el prototipo facial”, explica a Univision Noticias Yonat Zwebner, la científica social de la Universidad de Jerusalén quien de la mano de profesores de la Universidad de Columbia, y el HEC de París lideraron este estudio.

La investigación, que se valió de 8 experimentos con gente de dos países, Francia e Israel, revela que por encima de la probabilidad de acertar por puro azar, (que es siempre de un 20%), un 35% de las veces los encuestados fueron capaces de elegir el nombre de una persona solo por su cara.

En las pruebas fue fácil notar un fuerte componente cultural: a los franceses les resultó más fácil adivinar los nombres de sus compatriotas que los de los israelíes, mientras que los de Israel parecían no tener ni idea de cómo lucía un ‘Pierre’.

“Si la gente espera de ti ciertas cosas es posible que termines por encarnar esas expectativas. Esas expectativas están la mayoría de las veces basadas en estereotipos, un ejemplo evidente de esto son los estereotipos de género, que hacen que al demandársele un cierto comportamiento a una niña o a un niño estos terminen por asumir esos comportamientos como naturales y propios de su género. Nosotros creemos que el mismo proceso subyace este efecto de concordancia entre nombres y caras”, añade Zwebner.

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Una de los hallazgos más reveladores del estudio es que mientras los encuestados acertaron en un 35%, una computadora a la que le fueron configurados unos ciertos algoritmos fue capaz de acertar el 60% de las veces el nombre de una persona solo por su rostro. “El hecho de que un computador pueda asignar correctamente un cierto nombre a una cara, es un soporte muy fuerte de la idea de que efectivamente hay algo en los rostros que los hace congruentes con el nombre que ostentan. Es evidencia de que el nombre termina por manifestarse en la apariencia física”, asegura Zwebner.

los investigadores entrenaron un computador para que fuera capaz de encontrar similitudes entre miles de rostros que tenían el mismo nombre.
los investigadores entrenaron un computador para que fuera capaz de encontrar similitudes entre miles de rostros que tenían el mismo nombre.
Imagen Cortesía Journal of Personality and Social Psychology

En otro de los experimentos del estudio, los investigadores entrenaron un computador para que fuera capaz de encontrar similitudes entre miles de rostros que tenían el mismo nombre. El algoritmo encontró que las expresiones que se tejen en torno a los ojos y la boca de la gente con el mismo nombre son similares. “Lo que sugiere esto es que la gente puede usar sus músculos faciales para ajustarse a un nombre. Imaginemos a alguien llamado 'Joy' (en inglés significa dicha) desde el momento en el que nace los padres y la gente la trata a ella de una manera que le conviene su nombre y así ella desarrolla un cierto look quizás porque ella sonríe más a raíz de los comentarios que recibe".

Incluso si a diario estamos familiarizados con las maneras como ciertos estereotipos determinan nuestros comportamientos, para los investigadores de este estudio no deja de sorprenderles que una marca tan arbitraria como un nombre, la mayoría de las veces otorgado por nuestros padres- tiene la capacidad de incluso moldear nuestro rostro. “Esta es una fuerte demostración de cuánto somos afectados por las etiquetas sociales”, concluye Zwebner.

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