En momentos en que nos desgobierna un pichón de dictador que odia a la prensa, cobra especial importancia la película The Post, sobre la defensa de la libertad de prensa en el marco de los llamados Pentagon Papers que expusieron la intervención de administraciones, republicanas y demócratas, en Vietnam y cómo mantuvieron la farsa de que se estaba ganando esa guerra, sacrificando vidas con tal de no admitir el histórico fracaso.
La prensa no está para complacer a Trump
“Quienes se supone fiscalicen los excesos del gobierno e incluso investiguen si se han cometido delitos y los procesen si así fuera el caso, están anteponiendo la política partidista a sus responsabilidades”.


El gobierno del presidente Richard Nixon, antes del escándalo de Watergate, obtuvo una orden de restricción que evitó que, en un principio, el diario The New York Times siguiera publicando los documentos, pero The Washington Post continuó la publicación y el caso llegó a la Corte Suprema. El gobierno argumentó un daño irreparable a la seguridad nacional, aunque el verdadero daño irreparable se había hecho con una inútil, larga y sangrienta guerra.
Al final, prevaleció la libertad de prensa sobre la maquinaria gubernamental que quiso frenar la publicación de los documentos.
Este pasado sábado vi la película en una atestada sala de cine del área de Washington, donde hubo carcajadas y aplausos ante las escenas que nos recuerdan las similitudes entre los ataques a la prensa durante el gobierno de Nixon y lo que vivimos ahora con un presidente, Donald J. Trump, el “estable genio”, que si pudiera, mandaba a cerrar los periódicos y los medios que cumplen con su deber de informar al pueblo y de cuestionar las acciones del poder.
Vivimos un momento histórico en el que la libertad de prensa y el papel de la prensa son cruciales.
Tenemos un presidente que miente a cada oportunidad; que tilda la verdad –o lo que no le acomoda– como “noticias falsas”; que está al centro de una pesquisa sobre potencial colusión con Rusia, permitiendo que la nación hostil se inmiscuyera en las elecciones generales de 2016. Un presidente que, según reportes, ha hecho lo indecible por entorpecer esa investigación.
Y ese papel de la prensa es aun más vital, dado que el Congreso de mayoría republicana y la plana mayor del Departamento de Justicia parecen más inclinados a jugar el juego de Trump y a seguir sus designios que a cumplir con sus respectivas responsabilidades.
La semana pasada, la primera del año, The New York Times primero y otros medios después, reportaron que el abogado de la Casa Blanca, Don McGahn, le habría pedido al Secretario de Justicia, Jeff Sessions, a instancias de Trump, que no se recusara de la investigación sobre Rusia que conduce el exdirector del FBI, Robert Mueller. Luego de que Sessions se “deslindó” de la pesquisa, sus ayudantes le habrían pedido a empleados del Congreso que les proveyeran información dañina sobre Mueller a fin de lastimar su credibilidad.
También se reportó que, furioso porque Sessions se recusó de la pesquisa, Trump estalló en ira lamentando que no lo “protegiera”, como si el papel del Secretario de Justicia sea proteger al presidente y no aplicar las leyes respetando la Constitución.
La primera semana del año cerró con varios insólitos acontecimientos: el Comité Judicial del Senado pidió al Departamento de Justicia que investigue al exespía británico del MI6, Christopher Steele, autor del famoso archivo sobre Trump y Rusia, por presuntamente haber mentido sobre sus contactos con la prensa. Steele fue quien, alarmado por sus hallazgos sobre la relación de Trump y Rusia, alertó a las autoridades estadounidenses. Pero los republicanos, que tanto se jactan de defender los valores estadounidenses, se hacen de la vista larga ante la posible colusión entre Rusia y la campaña de Trump y ante la posibilidad de que se hayan cometido delitos en el proceso.
Asimismo, se anunció que el FBI sigue investigando a la Fundación Clinton y los emails de la excandidata presidencial demócrata, Hillary Clinton, porque cual república bananera, a Trump le gusta perseguir a opositores políticos.
Solo analice: quienes se supone fiscalicen los excesos del gobierno e incluso investiguen si se han cometido delitos y los procesen si así fuera el caso, están anteponiendo la política partidista a sus responsabilidades.
Es aquí donde el papel de la prensa es fundamental en seguir revelando la verdad. En momentos en que lamentablemente mucha gente se informa solo a través de los 280 caracteres de Twitter, es vital que los medios, que han sufrido severos recortes y transformaciones, mantengan los equipos de investigación que pueden hacer la diferencia en relación con el hecho de que un posible delincuente siga o no llevando las riendas de una nación.
Porque como concluyó el fallo del Supremo en 1971 sobre los Pentagon papers, la prensa sirve a los gobernados y no a los gobernantes.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







