Sólo en el mundo paralelo que representa la presidencia de Donald Trump para Estados Unidos y para todo el planeta, la noticia de la presunta “mano negra” de Rusia en las pasadas elecciones puede ser recibida como tema de fricción entre republicanos y demócratas.
La “mano negra” de Rusia en las elecciones y la “normalización” de Trump
“Parece que para los republicanos en la era de Trump Rusia dejó de ser némesis de Estados Unidos, el enemigo en quien no hay que confiar”.

Parece que para los republicanos en la era de Trump Rusia dejó de ser némesis de Estados Unidos, el enemigo en quien no hay que confiar. Estados Unidos impuso sanciones a Rusia por apoyar a los rebeldes de Ucrania e invadir y anexar la provincia de Crimea en 2014.
En cualquier otro momento de la historia, un reporte de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) que concluyera que Rusia metió mano en las elecciones estadounidenses para beneficiar al nominado que más le convenía al Kremlin, en este caso Trump, sería visto como un ataque a nuestras instituciones democráticas y condenado por ambos partidos.
Pero no. En la era de Trump, su equipo de transición desechó el reporte de la propia agencia de inteligencia de la que el presidente electo dependerá para la defensa del país, diciendo que "son los mismos que dijeron que Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva", que la elección ya pasó y que es hora de mirar hacia adelante.
Trump fue más allá y en Fox News dijo que “no lo creo” y “me parece que es ridículo”, argumentando que los demócratas están avergonzados por haber perdido la elección.
Es decir, no importa que un gobierno extranjero se haya potencialmente inmiscuido en el proceso electoral de Estados Unidos, siempre y cuando se haya ganado. Porque, de haber perdido, ¿reaccionaría igual Trump? Claro que no. No olvidemos que cuando ni él creía que ganaría, se la pasaba denunciando un sistema electoral “amañado” en su contra.
Pero la postura de Trump y de su equipo es contraria a la de algunos de los republicanos que encabezan comités de Inteligencia y Seguridad Nacional en el Congreso, quienes reconocen la necesidad de investigar más a fondo que un gobierno extranjero intentara inmiscuirse en el proceso electoral.
Y Trump se ha rodeado de figuras con curiosos lazos con el Kremlin, incluyendo a su designado asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn. Uno de los contendientes a la Secretaría de Estado, Rex Tillerson, CEO de Exxon, también tiene estrechos lazos con el presidente ruso Vladimir Putin.
Los voceros republicanos de Trump, que en otro tiempo ya estarían rasgándose las vestiduras ante un reporte como el de la CIA, sobre todo si Trump hubiese perdido las elecciones, politizan el tema, le restan importancia y tratan de normalizar lo que no es normal.
Esos intentos de normalizar a Trump ya han rebasado los confines de sus usuales defensores que durante la contienda electoral justificaron y excusaron su racismo, su prejuicio, sus faltas de respeto a minorías, mujeres, discapacitados, todos sus desplantes, locuras y conflictos de interés.
Ahora incluso algunos miembros de la prensa y analistas se ríen ante algunas de las cosas que emergen del equipo de transición de Trump o las justifican diciendo “es Donald Trump”.
Sus voceros lo catalogan de “real y auténtico”.
Pero ser real y auténtico no supone que se esté haciendo o diciendo lo correcto, sobre todo en una era donde las falsas noticias y las teorías de la conspiración tienen más peso que la prensa tradicional. Un reporte de Pew concluyó que 62% de los estadounidenses obtienen sus noticias a través de plataformas sociales, 66% en Facebook y 59% en Twitter.
La campaña de Trump normalizó lo que no lo es y ese es precisamente el reto que supondrá la presidencia de Trump.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







