La historia de Juan Gabriel es la de un ídolo improbable. El charro vestido de rosa que revolucionó la música con un estilo inspirado en los campos de Michoacán y el neón de Ciudad Juárez; en Lola Beltrán y Diana Ross. El ‘show man’ que durante décadas llenó los palenques y Bellas Artes, incluso cuando la voz no podía acompañarlo.
Celebrar a Juan Gabriel es reconocer la inoperancia de las etiquetas
“Los mismos políticos y empresarios que lamentan su fallecimiento y citan sus composiciones, operan para negarles a millones de mexicanos el derecho a consolidar legalmente su amor. Inspirados en principios religiosos, obstaculizan el camino hacia un México más justo”.


Es la historia del joven que pisó la cárcel acusado de robar una guitarra, convertido en uno de los compositores más prolíficos del planeta, con cerca de 1,800 canciones interpretadas por más de 1,500 artistas en español, inglés, francés, italiano y hasta japonés. Juan Gabriel no es un ídolo impuesto, ni sofisticado, es de la gente y para la gente.
No es coincidencia que todos quieran un pedazo del divo. Sus paisanos en Estados Unidos, la gente de la frontera que entiende el lugar que ocupó en su corazón y en su carrera, la familia en Parácuaro que reza para que Don Alberto regrese a casa, los acapulqueños que ven sus cenizas esparcidas en la bahía donde se "sufre menos" y los capitalinos que esperan la oportunidad de un último adiós en Garibaldi. Todos lo reclaman porque sus canciones son una de nuestras grandes coincidencias.
La muerte de Juan Gabriel llega en un momento en el que los mexicanos debaten la definición legal del amor. Ese amor que protagoniza las canciones de Juan Gabriel y que forma parte de la banda sonora de la vida de millones de personas.
La iniciativa del presidente Enrique Peña Nieto con la que busca modificar la Constitución y legalizar el matrimonio igualitario en todo México sigue atorada en el Congreso. Intimidados por las fuerzas del México más conservador, los líderes en la Cámara de Diputados y en el Senado abandonaron la propuesta mientras los empresarios y políticos de la ultraderecha buscan eliminar los temas de género en la educación preescolar y básica.
Juan Gabriel se mantuvo alejado de las grandes discusiones políticas, al menos públicamente pero, de forma involuntaria su presencia en los escenarios y las listas de éxitos musicales detonó en parte la conversación que nos tiene aquí.
Celebrar a Juan Gabriel es reconocer la inoperancia de las etiquetas. Los mismos políticos y empresarios que lamentan su fallecimiento y citan sus composiciones, operan para negarles a millones de mexicanos el derecho a consolidar legalmente su amor. Inspirados en principios religiosos, obstaculizan el camino hacia un México más justo.
Más allá del incalculable legado musical que nos deja Juan Gabriel, este sería su mejor homenaje: un México en el que no solo "toda la gente esté orgullosa de ser como es”, como decía el divo, sino que también reciba la protección de la ley y el apoyo de la sociedad para estarlo.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es). Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







