Desde lejos, el declive del otrora popular primer ministro británico Boris Johnson puede parecer vertiginoso.
Las lecciones para América Latina que deja la caída de Boris Johnson del poder
Los líderes latinoamericanos que se creen más importantes que la gente a la que sirven deberían reflexionar sobre el destino de Johnson.


Un momento estaba caminando con toda confianza en Kiev junto al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky y hablando de asuntos de guerra y paz, y el siguiente estaba dimitiendo en la televisión en vivo. Y todo ello a pesar de que Johnson había llevado al Partido Conservador a su mayor victoria electoral en una generación hace apenas tres años.
¿Qué lecciones alberga su declive para otros líderes actualmente populares o que cultivan un culto a la personalidad como los presidentes Bukele, López Obrador o Bolsonaro? ¿Y qué podría revelar la caída de Johnson sobre la longevidad de líderes represivos como Maduro, Ortega y Díaz-Canel?
En primer lugar, la popularidad personal es fugaz. Cuando un líder parece haber perdido su utilidad, los colegas que ven su propia subsistencia política amenazada por la decreciente popularidad del líder pueden atacar rápidamente. Las mentiras en serie de Johnson llevaron a sus compañeros de partido a forzar una moción de censura contra su liderazgo en junio, a la cual sobrevivió, pero con una autoridad disminuida.
Esto como tal redujo su influencia, contribuyendo a dos importantísimas derrotas electorales locales para su partido a finales de ese mes que amenazaron con garantizar que muchos conservadores perderían sus escaños si estas opiniones se repetían en unas elecciones generales, previstas para 2024. Johnson gozaba de una reputación impresionante, de ser el "pez gordo" en torno al cual giraba la política británica, pero las opiniones se descartan fácilmente cuando el futuro político está en juego.
En segundo lugar, no se trata del crimen, sino del encubrimiento. El incidente más reciente que generó resentimiento entre los colegas parlamentarios de Johnson ya era bastante desagradable — promover a sabiendas a un depredador sexual a un cargo delicado mientras se burlaba en privado de la gravedad de sus ofensas. Sin embargo, las persistentes mentiras de Johnson sobre este asunto, que incluyeron el envío de colegas para que mintieran en su nombre, consolidaron los resentimientos latentes sobre su habitualmente tenue relación con los hechos.
Johnson autorizó primero una negación rotunda, luego dijo que no tenía conocimiento de una acusación "específica", a continuación, que no se le informó sobre una acusación "grave y específica", y luego que no se le informó sobre ninguna acusación que pudiera ser objeto de una acción disciplinaria "formal". Cuando más tarde confesó que lo sabía todo y reconoció su error, ya era demasiado tarde. Una serie de importantes colegas se ofendieron por haberse rebajado en los medios de comunicación nacionales al hacerse eco obedientemente de las tergiversaciones en serie.
En tercer lugar, el periodismo independiente es vital. La historia sobre el depredador sexual la descubrió una reportera junior en su cuarto mes de trabajo. En lugar de guardar el jugoso material para un libro, lo publicó inmediatamente. Otros medios de comunicación indagaron y descubrieron más datos, lo que provocó las cada vez más insostenibles revisiones diarias de las declaraciones oficiales. Resultaron evidentes las semejanzas con los recientes escándalos del "Partygate", que involucraron explicaciones oficiales cambiantes sobre el hecho de que Johnson y sus colegas disfrutaron de fiestas con bebidas alcohólicas en el número 10 de Downing Street, mientras que las normativas para controlar la pandemia las prohibían para los demás. Sin los medios de comunicación, el encubrimiento podría haber tenido éxito.
En cuarto lugar, el trabajo en equipo genera valentía. Eran constantes los rumores en Westminster sobre el descontento con el comportamiento de Johnson, sin embargo, hasta hace poco ninguno de los principales miembros del Gabinete estuvo dispuesto a enfrentarse a él. Cuando el 5 de julio renunciaron dos de los principales ministros, alegando la falta de integridad personal de Johnson y algunos problemas políticos, sus salidas abrieron las compuertas.
Alrededor de 50 Miembros del Parlamento (MP) renunciaron en 36 horas, entre ellos muchos leales a Johnson, un hecho sin precedentes en la política británica. Incluso entonces, Johnson se comprometió a continuar en el cargo, alegando que, según él, era un mandato personal de 14 millones de personas que habían votado por él en 2019. Fue necesario que un nutrido grupo de actuales y antiguos MP lo convencieran en conversaciones personales de que ya no contaba con la confianza de su partido y debía renunciar.
Por último, y quizás lo más importante, el aglutinante que mantiene unidas a las democracias — el periodismo audaz, la valentía política y la opinión pública informada — es por lo menos tan importante como las reglas formales del juego. Esto es importante tanto en América Latina como en el Reino Unido o Estados Unidos.
Quizás Johnson haya infringido o no alguna ley, pero sí ha abochornado incesantemente a sus colegas, a su partido y a su país. El resultado colectivo fue que el sistema democrático lo puso — a él, un simple político — en su lugar. Esto no sucedió automáticamente, sino que fue el resultado de numerosas decisiones individuales de periodistas, políticos y el público, como se refleja en las cartas y llamadas que hicieron a los políticos.
No cabe duda de que líderes autocráticos como Maduro, Díaz-Canel y Ortega han eliminado desde hace tiempo los controles y equilibrios que se exhiben en Londres. Abusan del poder para encarcelar, torturar y asesinar en lugar de respetar sus límites. Aunque hoy en día no sirva de consuelo a sus sufridos ciudadanos, el destino de Johnson también contiene lecciones para ellos.
Los líderes latinoamericanos que se creen más importantes que el pueblo al que sirven deberían reflexionar sobre el destino de Johnson. Es crucial que las democracias les den prioridad a los valores e instituciones democráticas por encima de los caprichos de los políticos efímeramente populares, para garantizar que no se alcance el punto crítico antidemocrático tras el cual se afianza la represión.
Una democracia alimentada por el periodismo independiente y el público al que sirve, aliada a la valentía política oportuna, puede y debe lidiar rápidamente con un líder, como Johnson, cuya arrogancia sobrepasa su juicio; lecciones que pueden ser particularmente aptas en El Salvador, México y Brasil hoy.
Y si la democracia fracasa y se inclina hacia la represión, como en Venezuela, Nicaragua y Cuba, los componentes del cambio sostenible son el mismo periodismo independiente, la ciudadanía informada y la valentía política que derribaron a Johnson. El poder no es permanente y, en última instancia, se basa en el consentimiento.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







