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Tsunami en Asia dejó impacto perdurable

Semanas después del terrible tsunami, pobladores costeños del Océano Indico despiertan poco a poco de la pesadilla y enfrentan un futuro difícil.
8 Feb 2005 – 12:00 AM EST
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El terremoto y maremoto del 26 de diciembre cobró una cifra abrumadora de vidas. Pero para los que sobrevivieron, desde Ache hasta Galle pasando por las playas del Africa oriental, también les dejó un tendal de destrucción de casas, tiendas y escuelas, clínicas, mezquitas y granjas, caminos y vías ferroviarias, botes y vehículos, puentes, líneas de electricidad y canales de irrigación, puertos y almacenes, árboles, playas, arrecifes y lagunas.

Llevará meses y años reconstruir las industrias pesqueras locales y restablecer otros empleos, despejar la sal de los campos de cultivo, volver a desarrollar los arrecifes de coral y los manglares, reubicar a las familias desarraigadas, reparar las mentes trastornadas.

Las olas destructoras dejaron un legado económico, social, político y ambiental, y otro geológico a ocho kilómetros de profundidad en el mar, donde los sismólogos anticipan un inevitable enorme terremoto.

Pero los que conocen bien los desastres esperan que el "tsunami" (maremoto) del Océano Indico tenga un impacto más duradero: despertar a un mundo distraído.

"Tenemos que acabar con toda esa idea de que los desastres son 'actos de Dios' ", dijo Andrew Maskrey, asesor de las Naciones Unidas para los gobiernos sobre formas de protegerse de la violencia de la naturaleza. "En cierto sentido, los desastres se fabrican... según la forma que asume el desarrollo".

Ahora que deben "volver a desarrollar" su economía e infraestructura, dicen Maskrey y otros, los cingaleses, indonesios, tailandeses, los isleños de las Maldivas y otros deben reconstruir en forma más inteligente, haciéndose menos vulnerables a través de un uso más sensato de la tierra, con edificios de mayor resistencia, cuidando más las barreras naturales que podrían protegerlos.

Las Naciones Unidas han despachado expertos por toda la región para ayudar a planificar esta "capacidad de recuperación" de desastres futuros.

Pide que se aprovechen los satélites de reconocimiento para precisar en un mapa las zonas dañadas y los puntos débiles. Sin embargo, el hecho de que haya asesoría no es garantía de éxito.

"Cosa muy distinta es que los gobiernos logren implementarla", dijo Salvano Briceno, principal estratega de la ONU para la reducción de desastres.

Algo que los gobiernos están logrando poner en práctica es un sistema de alerta para futuros maremotos en el Océano Indico.

Los delegados a un congreso de la ONU sobre disminución de desastres se reunieron en Japón el mes pasado para prometer un sistema de alerta de ese tipo para el año próximo: una red de boyas, sensores y telecomunicaciones que, de haber estado instalada, podría haber salvado a muchas de las más de 150 mil personas que murieron en la catástrofe de diciembre.

El costo humano inmediato del "tsunami" es bien conocido. Es más difícil cuantificar el número de personas heridas física y mentalmente, los años escolares que podrían perderse, las repercusiones a largo plazo de la pérdida de médicos y enfermeras, de personas forzadas a vivir en refugios, de familias destrozadas, de huérfanos, de padres despojados de sus hijos, de la pérdida de medios para ganarse la vida.

En una región del mundo ya de por sí empobrecida, 2 millones de personas más podrían verse forzadas a sumirse en la pobreza a consecuencia de la catástrofe, calcula el Banco Asiático de Desarrollo.

Los economistas del banco dicen que economías tan grandes como las de India e Indonesia seguirán adelante prácticamente sin detenerse.

Pero a nivel local el impacto es enorme: tan sólo en dos estados indios, la pérdida de la forma de sustento -en su mayoría la pesca- fue el equivalente al cierre de la economía de Boston, eliminando los 600 mil o más empleos asalariados.

En cuanto a las economías más pequeñas, como las de Sri Lanka y las Maldivas, las olas acabaron con años de avances.

Las escenas de botes arruinados entre árboles desguarnecidos, y los 13 mil pescadores muertos o desaparecidos, provocaron que las autoridades cingalesas se quejaran de que la industria pesquera de la isla, un sector económico en ascenso y exportador, retrocediera medio siglo.

Junto con 100 mil hogares y 150 mil vehículos -según cálculos del Banco Asiático- casi todas las instalaciones portuarias fueron destruidas en ese pequeño país, y 20 mil botes de pesca se perdieron o quedaron dañados.

En las Maldivas, un archipiélago en medio del océano, el maremoto barrió casi cada centímetro de tierra, destruyendo todos los caminos, líneas de electricidad y otras instalaciones de infraestructura en 13 islas. Reparar y reconstruir la pequeña nación se llevará el equivalente a dos años del producto interno bruto, calcula el banco.

Con el tiempo, el mundo podrá recordar el "tsunami" del Océano Indico como un momento decisivo, dijo Terry Jeggle, especialista en planeamiento de la ONU para la disminución de desastres.

"Pienso que tendrá un recuerdo muy intenso que podría traducirse en cambios de políticas, de la cual la más evidente es (la instalación del) sistema de alerta", dijo.

En Colombo, una ambulancia fue equipada con pañales y biberones para transportar el martes al Bebé 81 -el niño reclamado por varias parejas que perdieron a los suyos en el tsunami -a la capital de Sri Lanka donde será sometido a una prueba de ADN que permita una posible reunión con sus padres.

"El bebé 81 se dispone a partir", dijo el doctor K. Muhunthan, un pediatra que ha cuidado al niño desde que fue traído al hospital el 26 de diciembre en la aldea oriental de Kalmunai, tras ser hallado cubierto de barro entre los escombros y cadáveres esparcidos por el maremoto.

El viaje podría cerrar uno de los casos de disputa paterna más seguidos del mundo, en un laboratorio en el que le será extraída sangre al bebé para compararla con muestras de una pareja que reclama su paternidad.

La pareja, Murugupillai y Jenita Jeyarajah, llegaron a Colombo por separado horas antes. Figuran entre las nueve parejas que reclamaron la paternidad del muchacho -que según creen es su hijo, Abilass- aunque son los únicos que acudieron a los tribunales para exponer legalmente su caso, por lo que un juez ordenó un análisis del ADN.

Decenas de enfermeras que lo cuidaron acudieron el martes a despedirlo. Viajará durante la noche bajo escolta policial para cubrir en nueve horas los 300 kilómetros de recorrido por la jungla.

Una agencia de las Naciones Unidas dijo que la pareja llegó por la noche a Colombo.

Maya B. Gunasekera, director general de Genetech Molecular Diagnostics, que realizará las pruebas, dijo a The Associated Press que serán necesarios como mínimo dos días -y quizá más- para completarlas.

Conforme a la legislación de Sri Lanka, los resultados deben ser enviados por correo certificado al juez, lo que podría demorar dos o tres días más.

Los Jeyarajahs han intentado durante siete semanas demostrar que el bebé es su hijo, al que perdieron cuando el tsunami destruyó su casa y los documentos familiares.

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