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Sin el Papa un español regirá la Iglesia

Cuando muere un papa, la Iglesia Católica pasa a manos del cardenal camarlengo, cargo que ocupa actualmente el español Eduardo Martínez Somalo.
2 Abr 2005 – 12:00 AM EST
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El cardenal camarlengo es el que se encarga de la administración de los bienes y de los derechos temporales de la Santa Sede ayudado por tres purpurados asistentes.

También es quien se encarga de confirmar -una vez informado por el Prefecto de la casa pontificia- de la muerte del Papa, de firmar la acta del deceso, de sellar el apartamento del pontífice difunto, de tomar posesión del Palacio Apostólico Vaticano y de los palacios Lateranense y de Castel Gandolfo.

Asimismo le corresponde establecer de acuerdo con los otros cardenales el tipo de funeral, si Juan Pablo II no ha dejado órdenes precisas.

La Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis contempla que mientras esté vacante la Sede Apostólica, el colegio de cardenales no tiene ninguna potestad o jurisdicción sobre las cuestiones que corresponden al Papa.

También contempla que las leyes existentes no pueden ser corregidas o modificadas y que a los cardenales lo que les corresponde es tomar decisiones urgentes como establecer el día, la hora y el modo en que el cadáver será trasladado a la Basílica de San Pedro y preparar las exequias.

Cuando el Papa muere cesan de sus cargos todos los jefes de los consejos pontificios e incluso el secretario de Estado. Sólo permanecen el camarlengo, el penitenciario mayor y el vicario para Roma.

El camarlengo es el "primus interpares" de los tres. Además de comprobar oficialmente la muerte del Papa, sellará el estudio y la habitación del Pontífice, disponiendo que el personal que vive en el apartamento pueda seguir haciéndolo hasta la sepultura del Papa, momento en el que todo el apartamento debe quedar vacío y sellado.

Martínez Somalo, cardenal camarlengo y prefecto de la Congregación para los Religiosos y Religiosas (Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica), nació en Baños de Río Tobía, La Rioja, España, el 31 de marzo de 1927 y ha sido uno de los más estrechos colaboradores de Juan Pablo II desde el inicio de su pontificado.

Es licenciado en Teología y Derecho Canónico por la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma y doctor en Derecho Canónico, por el Ateneo Pontificio de Letrán.

Fue ordenado sacerdote en Roma el 19 de marzo de 1950. Entró en el servicio diplomático de la Santa Sede, siendo responsable de la Sección Española de la Secretaría de Estado, nuncio apostólico en Colombia, sustituto de la Secretaría de Estado (el "número tres" del Vaticano).

En mayo de 1988, Martínez Somalo cesó como sustituto en la Secretaría de Estado del Vaticano, donde fue reemplazado por el arzobispo australiano Edward Cassidy y un mes más tarde fue nombrado cardenal (28 de junio de 1988) junto con otros 23 purpurados, entre ellos, el también español Antonio María Javierre Ortás.

Poco después fue nombrado prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

El 21 de enero de 1992 fue nombrado por Juan Pablo II prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y para las Sociedades de Vida Apostólica.

El 5 de abril de 1993 fue nombrado por Juan Pablo II camarlengo de la Iglesia católica en sustitución del cardenal Sebastiano Baggio, fallecido quince días antes.

El cardenal camarlengo también es el encargado de verificar que el Papa ha muerto y de retirarle del dedo el "Anillo del Pescador", símbolo del poder pontificio, que es la señal de que el reinado ha concluido.

El anillo será inmediatamente machacado para evitar cualquier eventual falsificación de documentos pontificios. Este es uno de los pasos más significativos tras la muerte de un Pontífice.

En los primeros siglos, para saber si el Papa se estaba muriendo el médico aproximaba a sus labios una vela encendida. Si la llama se movía significaba que aún conservaba un hálito de vida. La operación se realizaba varias veces hasta que la llama permanecía inmóvil.

Actualmente las técnicas han cambiado y lo que se hace es determinar la defunción con los métodos habituales.

Una vez que el médico (antiguamente el arquiatra) confirma la defunción del Papa el prefecto de la casa pontificia anuncia oficialmente la muerte: El papa muerto.

Todos los presentes se arrodillan y comienzan los primeros responsos. Después, por orden jerárquico se acercan al cadáver, y besan la mano del difunto Pontífice.

Inmediatamente comienza el turno de vela por parte de los canónigos penitenciarios. Se encienden cuatro cirios a los pies de la cama y se coloca un acetre con agua bendita y el hisopo con agua bendita junto al lecho mortuorio para los responsos de los prelados visitantes.

El cardenal camarlengo, que viste de violeta (color de luto) y que es durante la sede vacante la más alta autoridad de la Iglesia, entra en la habitación escoltado por un destacamento de la Guardia Suiza con alabardas, símbolo de la nueva autoridad, para asegurarse oficialmente de la muerte del Pontífice.

En presencia del maestro de ceremonia y de los prelados de la casa pontificia, el camarlengo se acerca a la cama, retira el pañuelo que cubre el rostro del Papa e inclinándose hacia el difunto llama tres veces al Papa por su nombre de pila.

Después golpea su frente con un pequeño martillo de plata y mango de marfil. Después de verificar dice "vere papa mortuus est" (de verdad el Papa ha muerto).

A continuación retira del dedo el anillo del Pescador, símbolo del poder pontificio. Esta es la señal de que el reinado ha concluido.

El anillo será machacado junto con el sello de plomo del Papa ante los cardenales. Se hace para evitar cualquier eventual falsificación de documentos papales.

Después el notario de la Cámara Apostólica levanta acta y las campanas de San Pedro doblan a muerto, anunciando al mundo y a Roma de la muerte del Papa.

Después el cuerpo del Papa es entregado a los embalsamadores. Salvo que el Papa haya dicho lo contrario, el procedimiento exige que se le extraigan las vísceras, que son depositadas en urnas que se conservan en la cripta subterránea de la iglesia de San Vicente y San Anastasio, frente a la Fontana de Trevi, en Roma.

La normativa vaticana prohíbe fotografiar al Papa muerto o grabar sus palabras. El camarlengo dará permiso para que se hagan fotos oficiales, pero siempre que esté ya revestido con los hábitos pontificios.

Una vez embalsamado se le reviste con sotana blanca y llevado a la Capilla Sixtina escoltado por prelados con cirios y cardenales. Es colocado debajo del Juicio Final, donde los fieles le rendirán el último tributo.

Por la noche, una vez cerrado el Portón de Bronce, el cadáver del Papa es entregado a los canónigos de San Pedro que le revestirán con los hábitos pontificios (sotana blanca, amito, roquete de encaje, manípulo, estola, dalmática roja y dorada y una casulla de color rojo y oro, así como la mitra episcopal.

Al día siguiente es trasladado a la basílica de San Pedro donde es colocado en un catafalco, delante del altar de la confesión.

Allí permanecerá tres días antes de las exequias, que desde la muerte de Pablo VI y Juan Pablo I se celebra en la plaza de san Pedro, ante la presencia de presidentes, reyes de todo el mundo.

Es llevado hasta el lugar en una solemne procesión encabezada por el cardenal decano y el camarlengo, mientras los coros entonan Libera me, Domine, de morte aeterna (Líbrame Señor de la muerte eterna).

El cuerpo del Papa es colocado en un féretro de ciprés forrado de terciopelo carmesí y encajado en otro de plomo de cuatro milímetros de espesor, a su vez encajado en otro de madera de olmo barnizada.

Un prelado lee los hechos más importantes de su pontificado y al final mete el pergamino en un tubo de cobre que se introduce en el féretro junto con saquito de terciopelo con monedas y medallas de su pontificado.

Después los camareros sellan la caja de ciprés y la de plomo y colocan la de olmo. Sobre esta última colocan un simple crucifijo y una Biblia abierta.

El féretro suele pesar 500 kilos y es llevado al final de la ceremonia en un carro fúnebre hasta el Altar de la Confesión, donde por medio de poleas es descendido hasta la cripta vaticana, donde permanecerá hasta que se disponga su sarcófago definitivo.

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