Multitud honró a ex ministro libanés
En el momento de la breve ceremonia de inhumación en la Plaza de los Mártires se escuchó el tañido fúnebre de las campanas de las iglesias y los muecines de las mezquitas recitaron la plegaria de los muertos para Hariri, uno de los opositores más destacados y considerado como el artífice de la reconstrucción de Líbano.
Poco antes, su féretro había sido abierto en medio de una muchedumbre excitada y compacta en pleno centro de Beirut. Sus familiares tuvieron dificultades para llevarlo hasta la mezquita Mohamad Al Amin, donde debía recitarse la plegaria de los muertos.
El ataúd fue alzado en hombros, pero rápidamente una inmensa multitud impidió su transporte hasta la mezquita, donde debía ser enterrado. Cientos de manos se estiraban para tratar de tocar el féretro llevado por sus cuatro hijos y otros miembros de la familia.
Los hijos de Hariri, rodeados de los allegados de la familia, seguían a pie la ambulancia mientras las mujeres contemplaban la escena desde los balcones de la residencia.
Ningún miembro del gobierno libanés pro sirio fue visto durante las ceremonias, a las cuales asistieron sin embargo el presidente del Parlamento, Nabih Berri, y varios diputados.
Los manifestantes lanzaron insultos contra el presidente sirio Bashar Assad, a quien reclamaron, "quita tus perros de Beirut", en alusión a los agentes de inteligencia sirios, parte de un contingente de 15 mil efectivos en este país.
"Fuera Siria", "Queremos la verdad, no queremos a Siria", gritaba la multitud agitando banderas libanesas. "Escuchen bien, escuchen bien, Siria es la fuente del terrorismo", exclamaban otros manifestantes, profiriendo insultos contra los dirigentes sirios y libaneses.
"Beirut llora al presidente mártir", podía leerse en pancartas ornadas con crespones negros.
Las calles de la capital estaban inundadas de gente y la muchedumbre, llegada de todo el país, se dirigió a la gran mezquita Mohamad al Amin, en la Plaza de los Mártires, en el corazón de Beirut.
Los presentes llevaban banderas libanesas, o del color verde del Islam, con la inscripción "No hay más Dios que Dios" o de los diferentes partidos políticos del país, así como retratos de Hariri, y coreaban frases en honor al difunto.
El secretario de Estado adjunto norteamericano para Medio Oriente, William Burns, asistió al funeral, así como el secretario general de la Liga Arabe, Amr Musa, y el primer ministro egipcio Ahmed Nazif.
El presidente de Francia, Jacques Chirac, llegó el miércoles a Beirut para presentar sus condolencias a la familia de Hariri, del cual era un amigo personal.
La Unión Europea fue representada por su emisario especial para Medio Oriente, Marc Otte, la Autoridad Palestina por el ministro de Relaciones Exteriores Nabil Chaath y el secretario general de la ONU, Kofi Annan, por su asesor Lajdar Brahimi.
A nivel local, numerosas personalidades de la oposición, los más altos dignatarios religiosos, el presidente del Parlamento, Nabih Berri, así como varios diputados, se encontraban en el cortejo o en la mezquita.
"La familia rechazó categóricamente" que el funeral fuera organizado por el Estado, indicó un allegado de la familia.
El martes hubo manifestaciones en todo el país en las cuales se acusó a Siria, considerada por muchos libaneses como responsable del atentado que el lunes costó la vida a Hariri y a otras 14 personas. Siete de sus guardaespaldas murieron en el atentado.
Numerosos efectivos del ejército y de la policía libanesa fueron desplegados desde la madrugada en el sector que conduce a la mezquita.
El diputado y líder druso Walid Joumblatt "aconsejó" al presidente libanés Emile Lahoud que no participara en el funeral.
"Le aconsejo que no venga. Aconsejo a todos los miembros de este régimen que no vayan, ya que les lanzarán huevos o incluso piedras", advirtió.
El vicepresidente sirio Abdul-Halim Jaddam, un amigo de la familia, asistió a la mezquita, aunque no a la procesión.
El martes, unos 200 obreros trabajaron para preparar la mezquita, flanqueada de cuatro altos minaretes dominados por una grúa, para recibir los restos del ex Primer Ministro.
Estos obreros colocaron banderas negras sobre el material de construcción, pintaron los muros, cimentaron el suelo e instalaron sillas bajo una gran carpa colocada para proteger a los fieles.
En medio de la presión internacional creciente para hallar a los asesinos de Hariri -Washington retiró a su embajador y el Consejo de Seguridad de la ONU exigió al gobierno libanés que atrape a los asesinos.
El asesinato "enfureció a la comunidad internacional, y es necesario esclarecer este acto odioso e indescriptible", dijo Chirac al arribar al aeropuerto de Beirut, donde fue recibido por un hijo de Hariri.
Para entonces ya se había realizado el entierro, y Chirac fue a la casa de Hariri para reunirse con su viuda e hijos. No preveía reunirse con miembros del gobierno.
Como muestra de la popularidad de Hariri y su capacidad para trascender las divisiones sociales, clérigos sunitas, dirigentes drusos y libaneses chiítas y cristianos marcharon en la procesión. Hariri era árabe sunita.
Contra la tradición islámica de separación de los sexos en público, cientos de mujeres participaron de la marcha junto a los hombres.
Campanas de iglesias que tocaban a rebato cuando la procesión se acercaba a la gran mezquita Mohammed al-Amin en una plaza del centro de Beirut se mezclaron con los cánticos, el redoble de tambores de una banda militar y el clamor de las oraciones islámicas.
Más de 200 mil personas atestaron la plaza en torno de la mezquita, cuya construcción fue financiada por Hariri. Allí fue enterrado después del mediodía el hombre de negocios multimillonario, primer ministro durante 10 de los 15 años que siguieron a la guerra civil de 1975-1990.
Muchos en el Líbano acusan a Siria de tener siquiera alguna participación en el asesinato. Siria rechaza la acusación y ha condenado el asesinato. La televisión estatal siria mostró la procesión fúnebre en vivo, con imágenes de la televisión libanesa.
Hariri renunció el año pasado en oposición a una enmienda constitucional respaldada por Siria que permitió a Lahoud prolongar su período presidencial.
Un gran operativo de seguridad rodeó el funeral, que atrajo a una multitud como no se veía en el Líbano desde la misa celebrada en 1997 por el papa Juan Pablo II. La procesión comenzó en la mansión de Hariri y recorrió unos tres kilómetros por las calles de la capital hasta la mezquita.
El asesinato en Beirut del ex primer ministro libanés Rafic Hariri, sean quienes fueren los autores del atentado, lo ha convertido ya en un mártir de la causa nacional libanesa.
La muchedumbre de varios cientos de miles de personas, de todas las comunidades y confesiones religiosas, que asistió al funeral popular el miércoles en Beirut, atestigua su inmensa popularidad.
Su trágica muerte, el lunes en un atentado que conmocionó a Líbano, también alimentó su popularidad. Pero ya antes muchos libaneses consideraban al rico empresario un "conciliador" que podía desempeñar un papel clave para sacar al país de la crisis.
Ningún otro dirigente libanés ha recibido nunca esta clase de homenaje.
"Excepto los funerales populares del presidente egipcio Jamal Abdel Naser, padre del nacionalismo árabe, en 1970, en el que hubo desórdenes en las calles de Beirut, nadie ha tenido un homenaje así", recuerda una periodista.
"Rafic Hariri no sólo era una personalidad de altura internacional. Trabajó por la unidad de su país, hizo todo lo que pudo para acercar a los libaneses unos a otros y se distanció de Damasco", declaró Marie Boustani, residente en el barrio cristiano de Achrafiye.
"Es indiscutiblemente un mártir. Basta con escuchar lo que se dice de él en el extranjero y los homenajes que le hace la prensa", añadió.
Origen modesto, carácter afable, pragmatismo y espíritu conciliador: todo ayudó a que aumentara su popularidad y también su inmensa fortuna.
Su medido acercamiento a la oposición anti-siria también contribuyó, hasta el punto de que los libaneses atribuyen su asesinato a esta alianza en gestación.
Su asesinato lo convirtió en "mártir de la unidad libanesa", despertando el fantasma de la guerra civil, a cuyo final contribuyó poniendo su fortuna al servicio de la reconstrucción, lo que le supuso muchas críticas durante sus años en el poder.
"De pronto se convierte en superman nacional cuando hace apenas unos meses se le responsabilizaba de la ruina de Líbano", que se hunde bajo una deuda de casi 35 mil millones de dólares, decía con ironía el farmacéutico Najib Yared.
"Eso no impide que haya sabido convertirse en uno de los cabecillas de la oposición, de la que muchos libaneses se sienten hoy cerca porque son contrarios a un poder que se apoya en sus servicios de inteligencia", añadió.
"Nunca habíamos visto algo así: en la plaza Sasín, en pleno corazón del barrio cristiano de Beirut, hay dos fotografías suyas en el suelo rodeadas de banderas libanesas", explicó.
Manos anónimas conservaron encendidas miles de velas durante toda la noche del martes en los barrios musulmanes y cristianos de Beirut y, cerca del lugar del atentado, hubo una emotiva congregación espontánea de estudiantes.
De un teléfono celular a otro circulaban miles de mensajes animando a asistir al funeral.
Incluso Siria, ferozmente criticada en Líbano por su "ocupación" del país, le rindió homenaje.
"Es el asesinato del sueño, de la esperanza y de la paz en Líbano", declaró el vicepresidente Abdel Halim Jaddam.
Hariri será recordado como uno de los arquitectos de la reconstrucción económica de Líbano y un patriota que se acomodó difícilmente a la tutela siria en su país.
Hariri, que tenía 60 años, se había pasado a la oposición en octubre de 2004 tras presentar la dimisión de su gobierno a raíz de la prórroga del mandato del presidente libanés Emile Lahud impuesta por Damasco.
Musulmán sunita, había hecho fortuna en Arabia Saudita antes de volcarse a la política y acceder al poder en Líbano por primera vez en 1992.
Hariri ocupó el cargo del Primer Ministro en Beirut desde 1992 hasta 1998 y desde 2000 hasta 2004.
Gran vencedor con sus aliados de las últimas elecciones legislativas en 2000, logró reunir a su alrededor una aplastante mayoría de diputados (107 de 128).
Este magnate de la construcción con aspecto regordete, pobladas cejas negras y cabello canoso, nació en Saida (sur) y su padre era un trabajador agrícola.
A los 18 años, partió de Líbano para probar suerte en Arabia Saudita, donde primero enseñó matemáticas en un colegio de Yeddá, a orillas del Mar Rojo, y luego se lanzó en la construcción, aprovechando el desarrollo sin precedentes de ese mercado como consecuencia de la crisis petrolera de 1973, que inundó de petrodólares las arcas del reino.
La suerte le sonrió en 1977. Ese año, el rey Jaled le encargó construir el palacio de Taef, que se comprometió a terminar en menos de seis meses. Ganó su apuesta y al mismo tiempo la confianza del príncipe heredero Fahd, hoy en el trono. Por ello, en 1978 obtuvo la nacionalidad saudita, un raro privilegio.
Dueño de una fortuna estimada en 10 mil millones de dólares, Hariri había invertido grandes sumas en los sectores bancario, inmobiliario e industrial, en la telefonía portátil y en los medios de comunicación: en Líbano, tenía su propio canal de televisión, Future TV, y su diario, Al Mostaqbal. Además, poseía Radio-Orient, instalada en París.
Durante sus primeros gobiernos, Hariri quiso poner su agenda al servicio del país. Además de la familia real saudita, mantuvo relaciones estrechas con el presidente francés Jacques Chirac, a quien consideraba "un amigo".
En esa época, recorrió el mundo para ganarse la confianza de los inversores extranjeros y libaneses expatriados e incitarlos a que regresaran a Líbano tras la guerra civil (1975-1990) y pese al interminable conflicto en Oriente Medio.
En forma paralela, llevó adelante la restauración del Estado y las infraestructuras. Sus topadoras ocuparon el centro de Beirut, cuya reconstrucción fue encargada a una empresa privada, Solidere, que él mismo había fundado.
En noviembre de 2002, obtuvo el acuerdo de la comunidad internacional para sacar a Líbano de la asfixia financiera a cambio de reformas económicas, entre ellas la privatización de varios sectores de la economía.
Sin embargo, sus divergencias con el presidente Lahud paralizaron al Gobierno e impidieron la aplicación de esas reformas. Líbano tiene hoy en día una deuda externa de 35 mil millones de dólares, casi el doble de su PIB.
Sus detractores, además, le reprochaban gastos extraordinarios efectuados por una administración corrupta, lo que hundió aún más la economía del país.
Casado en dos ocasiones, Hariri tenía cinco hijos.