Cinco indigentes que sobreviven buscando desperdicios de los depósitos de basura en la capital hondureña, han convertido una acacia en un atractivo "árbol de Navidad de los pobres", en medio del gran derroche de las clases medias y altas en los lujosos centros comerciales.
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Alfredo Escobar, de 55 años, y sus cuatro amigos, que conviven junto a una niña de cuatro años -hija de uno de ellos- subieron hasta lo más alto de la planta para colgarle muñecos y otros adornos que han recogido de los basureros.
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Previo a la Navidad, los capitalinos renuevan sus adornos y envían a la basura los viejos: así llegaron a los cinco indigentes ornamentos de todo tipo. Los cinco comparten una champa miserable junto a un contenedor de basura que la alcaldía capitalina instaló en el barrio La Bolsa, al sur de la ciudad.
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Pero la pobreza no mata la ilusión de estas personas por la Navidad, que por tercer año adornan este árbol en una de las principales calles de la ciudad de Comayagüela, conocida como la gemela de Tegucigalpa. "Ya tenemos tres años de estar haciéndolo, pero hoy está mucho mejor; muchos vienen a tomarle fotos con celulares", dice Alfredo a la AFP, orgulloso de la obra colectiva.
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El árbol, que se fue nutriendo paulatinamente de motivos navideños, empezó a llamar la atención de los transeúntes de la primera avenida de Comayagüela, que han empezado a hacer sus pequeños aportes para enriquecer el proyecto.
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Funcionarios de la alcaldía le colocaron luces, relata Alfredo, "y ahora está más bonito y atractivo".
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Al pie del árbol, marcaron la leyenda "Primero los pobres", un slogan del alcalde capitalino, Ricardo Alvarez, quien ha venido promocionando proyectos para las personas más pobres de la ciudad, incluida una funeraria que presta servicios gratuitos a los menesterosos.
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El árbol también ha procurado unos ingresos adicionales a sus creadores, pues muchos pasan y les regalan un billete, aunque esa no es la motivación principal. "Hacemos el árbol más por conservar la tradición, porque la emoción de la Navidad es para los niños", dijo el indigente.
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Cientos de hondureños viven en champas improvisadas con cartones a la par de los contendores de basura, tanto en la capital como en otras ciudades del interior. De allí obtienen sus alimentos y otros bienes que reciclan y que alivian la precariedad de su vida.
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Los contrastes sociales se hacen más evidentes en épocas como la navideña, en que las clases altas y medias incrementan su consumo; los centros comerciales lucen abarrotados y las calles colapsan con la circulación de cientos de miles de automóviles.