Hambrientos, lastimados, desesperados y mayormente librados a su suerte, miles de sobrevivientes de devastadores deslizamientos de tierra que mataron a 582 personas abandonaron el sábado sus esperanzas de que el gobierno les entregue la ayuda prometida o rescate a los heridos.
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Esta catástrofe representa una prueba de fuego para la flamante presidenta Dilma Rousseff, menos de quince días después de haber asumido el poder en Brasil.
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Los sobrevivientes de áreas remotas que todavía no han recibido ninguna ayuda transitan peligrosos senderos resbaladizos y escarpados en la selva, transportando agua y alimentos a la espalda para asistir a sus seres queridos que no pueden llegar hasta las principales regiones de esta ciudad montañosa al norte de Río de Janeiro.
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Wanderson Ferreira de Carvalho, de 27 años, dijo atontado que había perdido a 23 miembros de su familia, incluso su padre, su esposa y un hijo de dos años. Sólo se ha recuperado el cadáver de su padre hasta ahora en el vecindario de Campo Grande donde vive. El cuerpo estaba tan descompuesto por el agua y el calor que dijo que ya no quiere que nadie busque a su mujer y su hijo.
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"Prefiero no verlo ahora", dijo del pequeño. "Dondequiera estén sepultados es mejor dejarlos en paz".
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Carvalho caminaba rumbo a su vecindario llevando suministros para sus vecinos sobrevivientes. Aunque él y otros están rencorosos por la falta de ayuda gubernamental, también prevalece una extraña resignación, como si fuera previsible que ante el peor desastre natural en cuatro décadas los ciudadanos deben arreglárselas de por sí.
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"Tenemos que ayudar a los vivos, no hay más ayuda para los muertos", sentenció. "Lloré mucho, y a veces tengo la mente en blanco y casi me olvido de lo que ocurrió. Pero tenemos que hacer lo que podamos para ayudar a los vivos".
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En Teresópolis, cientos de personas desamparadas se albergan en un gimnasio local. Hay muchos alimentos y atención médica en la ciudad.
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Pero en la base de las empinadas laderas que conducen al vecindario Campo Grande, de Carvalho, fueron divisados apenas un puñado de bomberos y dos policías federales, y ni siquiera ayudaban a la gente a transportar suministros.
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Los departamentos de bomberos local y estatal dirigen las tareas de rescate y dicen que unas 2,500 personas participan en ellas. Se utilizan once helicópteros para llegar a las zonas remotas, y 225 policías federales están en la región para mantener el orden.
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"La obstrucción de los caminos causada por los deslizamientos aumenta la angustia de quienes necesitan ayuda", dijo el departamento de bomberos en su cibersitio. "En estos casos la única opción es el uso de helicópteros, que a veces encuentran difícil aterrizar y despegar en malas condiciones climáticas".
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Simone dos Santos Pinto, de 36 años, una residente de Campo Grande que llevaba suministros a su padre enfermo de 65, dijo que no recibían ayuda y no podía comprender por qué.
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"No tenemos a nadie que nos ayude. No hay nada", se lamentó, con su carga a la espalda y en sus manos. "Dejo a mi padre allá arriba y mi casa se está por derrumbar. ¿Pero qué voy a hacer?
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Los deslizamientos afectaron una zona de unos 2,330 kilómetros cuadrados (900 millas cuadradas) en una zona montañosa de espesa vegetación a 65 kilómetros (40 millas) al norte de Río.
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Rousseff, de 63 años, tiene mucho de qué preocuparse además del peso que implica sustituir el enorme liderazgo de Luiz Inacio Lula da Silva, de cuyas manos recibió el poder el pasado 1 de enero.
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A pocos días de asumido el timón de la octava economía mundial con más de 190 millones de habitantes, ya enfrenta una de las peores tragedias naturales de la historia brasileña. Pero hasta el momento, se ha manejado bien, apuntan analistas.
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El mismo día de la tragedia, la presidenta salió de su encierro en el palacio presidencial, desde donde prepara su gobierno, para anunciar un paquete de ayuda de $450 millones.
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Un día después, calzando botas de agua, recorrió las calles de la ciudad de Nova Friburgo, a 140 km de Rio de Janeiro, una de las más devastadas por los ríos de lodo y agua que se tragaron barrios enteros en cuatro municipios serranos.