El ataúd de la reina Isabel II abandonó por última vez el Palacio de Buckingham y fue conducido por un carro tirado por caballos al Salón de Westminster, en el Parlamento británico. Su hijo, el rey Carlos III, encabezó la sombría e histórica procesión hacia la capilla ardiente, en la que se espera que cientos de miles de personas le rindan tributo hasta el lunes.