"Nunca voy a recuperar el tiempo que he perdido": padres inmigrantes anhelan ver a los hijos que dejaron atrás

Estos padres centroamericanos dejaron a sus hijos en sus países de origen y migraron a EEUU en busca de mejores oportunidades para todos. Ahora exploran opciones para traer a sus cónyugues e hijos a Estados Unidos. Cuentan cómo los años de separación de sus hijos afectan sus vidas.

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Por:
Jasmine Aguilera
Reyna Hernández tras una llamada de WhatsApp con algunos de sus hijos.
Reyna Hernández tras una llamada de WhatsApp con algunos de sus hijos.
Imagen Hiram Alejandro Durán para El Tímpano/CatchLight Local <br>


Sentada en una mesa para picnic en el patio de su casa en Fruitvale, el suburbio de Oakland donde vive, Reyna Hernández sonríe y mira con nostalgia la pantalla del celular mientras su hija mayor, Sara Ramírez, de 23 años, contesta la videollamada por WhatsApp desde Mataquescuintla, Guatemala. Nadie podría imaginarse que Reyna apenas había estado llorando por lo mucho que extraña a sus seis hijos, a quienes no ha visto en persona desde hace cinco años.

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Sara y sus hermanos acababan de regresar a su casa de cuatro habitaciones en Mataquescuintla, un pequeño pueblo rodeado de selva y aves que graznan. Sus hijos habían ido a visitar a su abuela, que vive en un pueblo vecino. Ahora se turnan en la videollamada para saludar a su mamá.

—¿Cómo está mi mamá? — pregunta Reyna de 41 años.

—Está bien — dice Sara.

—Y la niña, ¿qué está haciendo? Dígale que venga, que me hable — dice Reyna, refiriéndose a Dayana, su hija más pequeña que había cumplido 10 años recientemente.

Reyna Hernández durante una videollamada por WhatsApp con algunos de sus hijos, quienes viven en Mataquescuintla, Guatemala, el martes, 18 de julio de 2023. Los hijos de Hernández estaban sentados fuera de la casa, turnándose al teléfono para ponerla al tanto de cómo estaban.
Reyna Hernández durante una videollamada por WhatsApp con algunos de sus hijos, quienes viven en Mataquescuintla, Guatemala, el martes, 18 de julio de 2023. Los hijos de Hernández estaban sentados fuera de la casa, turnándose al teléfono para ponerla al tanto de cómo estaban.
Imagen Hiram Alejandro Durán para El Tímpano/CatchLight Local

Los seis hermanos Ramírez Hernández viven solos, se cuidan entre ellos y se comunican con su madre por lo menos una vez al día. Reyna y su esposo, junto con una hija, viven a miles de millas de distancia en Fruitvale, mientras esperan el resultado de la apelación en su caso, luego de que un juez negara su petición de asilo en 2019. El asilo podría iniciar una ruta para que sus hijos vengan a Estados Unidos.

Casi una docena de familias inmigrantes le dijeron a El Tímpano que tienen vidas similares. Padres inmigrantes, la mayoría de Guatemala, compartieron no haber visto a sus hijos tras años de haberlos dejado en su país de origen para buscar protecciones. Ellos son parte de oleadas de familias centroamericanas que hicieron su travesía a Estados Unidos, escapando de la violencia y pobreza durante la última década. Confían en que sus casos califiquen dentro de los programas federales disponibles y los conduzcan a la reunificación familiar.

Mientras tanto, planean sus vidas alrededor de llamadas telefónicas para mantener la comunicación con sus hijos en su tierra natal. Ellos no han podido estar presentes para celebrar sus cumpleaños, cuidarles en los días de enfermedad o para celebrar el nacimiento de sus nietos. Se desvelan pensando en el peligro que enfrentan sus seres queridos y trabajan largas horas para poder enviar dinero de remesas a sus familias.

Rosmeri, de 12 años, y Dayana Ramírez Hernández, de 10 años, durante una videollamada por WhatsApp desde Guatemala el martes 18 de julio de 2023. Las hijas de Reyna compartían la pantalla y reían al hablar con su madre.
Rosmeri, de 12 años, y Dayana Ramírez Hernández, de 10 años, durante una videollamada por WhatsApp desde Guatemala el martes 18 de julio de 2023. Las hijas de Reyna compartían la pantalla y reían al hablar con su madre.
Imagen Hiram Alejandro Durán para El Tímpano/CatchLight Local <br>


“Fue tan difícil dejar a mis hijos allá. Me ha costado mucho vivir sin ellos”, dice Reyna. “Pero al mismo tiempo ellos me dan mucha fuerza para seguir lejos de ellos. Estoy aquí, pero mi corazón está en Guatemala.”

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Reyna le muestra a El Tímpano una foto que Sara había enviado: es de Dayana sosteniendo un afiche que había hecho en clase este año por el Día de la Madre. En él se lee: “Te amo, mamá”. Unas semanas atrás, Dayana celebró sus 10 años con un pastel y una fiesta junto a sus hermanos. Pronto, Dayana tendrá su primera comunión, dice Reyna: “Nunca voy a recuperar el tiempo perdido”.

Reyna emigró de Guatemala cuando Dayana tenía apenas cinco años. En ese entonces, la niña sólo pudo entender que su madre se iba para comprar cosas que la familia necesitaba y pidió juguetes. “Le dije: 'Te voy a comprar muchas cosas'”, recuerda Reyna. Desde que llegaron a Estados Unidos, ella y su esposo han podido regalarle a Dayana una bicicleta y sus vestidos de princesa favoritos. Poder pagar por regalos para todos sus hijos es un consuelo, dice.

Dayana Ramírez Hernández, la hija más pequeña de Reyna, posa para una foto con un afiche para el Día de la Madre que hizo en la escuela en mayo de 2023.
Dayana Ramírez Hernández, la hija más pequeña de Reyna, posa para una foto con un afiche para el Día de la Madre que hizo en la escuela en mayo de 2023.
Imagen Cortesía de Reyna Hernández para El Tímpano.


Reyna está considerando el programa de acogida de menores centroamericanos (CAM, por su sigla en inglés) que fue diseñado para que los niños de Guatemala, Honduras y El Salvador no viajen solos. Las familias que enviaron su solicitud de asilo antes del 11 de abril de 2023 podrán solicitar el estatus de refugiado y posible reasentamiento en Estados Unidos de sus hijos, mientras esperan una decisión final en sus casos. Pero debido a que la solicitud de Reyna y su esposo está en proceso de apelación, a Reyna le preocupa aplicar a través de CAM.

Frecuentemente, los programas del gobierno disponibles tardan años en dar resultados y pueden ser costosos. Navegar estos programas federales —o incluso saber que existen— es un desafío para las familias que con frecuencia no tienen acceso a abogados de inmigración u otro tipo de asesoría legal.

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Los programas varían. Van desde la reunificación familiar a través de procesos de solicitud de asilo hasta permisos humanitarios de reunificación familiar. Algunos programas están diseñados para inmigrantes de ciertas nacionalidades y otros programas se han creado en respuesta a los cambiantes patrones de migración en Estados Unidos. Por ejemplo, el programa CAM fue establecido en 2014 en respuesta a la llegada a la frontera sur de menores centroamericanos no acompañados que buscaban reunirse con sus familiares en Estados Unidos. La idea del programa es ofrecer una alternativa para que puedan solicitar refugio para sus hijos desde sus países de origen y no corran el riesgo de cruzar solos hacia Estados Unidos.

Video Te explicamos las tres opciones que tienes para venir legalmente a EEUU tras el fin de Título 42

El gobierno del presidente Joe Biden ha expandido algunos programas de parole humanitario y reunificación familiar, incluyendo CAM, para atender las causas del gran flujo de migrantes que llega a la frontera sur. En abril abrieron sus puertas a CAM para las personas que empezaron el proceso de solicitud de asilo o de visa tipo U (para personas que fueron víctimas o testigos clave de un crimen) antes del 11 de abril de 2023. En julio, informaron de un programa que extiende los permisos humanitarios de reunificación familiar o 'family parole' para las personas de Colombia, El Salvador, Guatemala y Honduras que sean familiares de ciudadanos estadounidenses (la petición se hace a través del formulario I-130). Programas similares fueron implementados para haitianos y cubanos.

Este tipo de programas sí funciona para aquellas personas que cumplen con los requisitos, dice Grecia Tobar, representante legal senior del Comité de Rescate Internacional (IRC, por su sigla en inglés) en Oakland. “Si estos programas no existieran, no habría ninguna posibilidad para la reunificación”, asegura. “Podemos ver los resultados, podemos ver que las familias son reunificadas si cumplen con el proceso”.

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A pesar de que a través de estos programas las familias pueden reunirse exitosamente, aquellos que tienen solicitudes pendientes tienen que esperar años para que sus casos de reunificación sean procesados.

Uno de ellos es el caso de Reyna, que mientras tanto enfrenta el dolor de la separación trabajando con su hermana en el jardín o respirando aire fresco en un parque cercano: “Me ayuda mucho para no extrañarlos tanto”.

Los programas de reunificación familiar apuntan directamente a ciudadanos estadounidenses y residentes legales permanentes.

"No hay nadie que te espere en casa"

Para Néstor Ramírez González, de 46 años, la espera desespera. Él y su hijo, que ahora tiene 17 años, llegaron a Estados Unidos hace cinco años. Atrás quedaron su esposa y sus cuatro hijos. Ramírez González y su hijo pidieron asilo cuando se entregaron a las autoridades fronterizas en 2018. Se radicaron en Oakland y tras conseguir un permiso de trabajo, el padre fue contratado en construcción. En 2020, su esposa e hijos intentaron solicitar asilo en la frontera de Texas —igual que él—, pero los deportaron a Guatemala.

En el transcurso de unos años, las políticas en la frontera entre Estados Unidos y México cambiaron, incluyendo la implementación del Título 42, una medida sanitaria puesta en marcha por el gobierno de Donald Trump por la pandemia del covid-19 y que las autoridades fronterizas utilizaron para expulsar inmediatamente a quienes buscaban asilo.

La migración desde Centroamérica ha aumentado en la última década como resultado de los altos índices de pobreza, de la violencia de las pandillas y de los frecuentes desastres naturales. En 2021, los centroamericanos conformaban 45.9% de la población de California nacida en el extranjero, según el Instituto de Políticas de Migración (MPI, por su sigla en inglés); los mexicanos llegaron a 36.9% ese mismo año.

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La migración desde Guatemala a Estados Unidos aumentó 44% entre 2013 y 2020, según el MPI. Muchos hicieron su travesía hasta la frontera de Estados Unidos y México para intentar pedir asilo, un fenómeno para el cual el gobierno federal no estaba preparado.

Poco después de la deportación de su familia, Ramírez González dice que fue asaltado por dos hombres con un arma de fuego. La dolorosa experiencia generó una nueva posibilidad de obtener una visa tipo U, la cual proporciona estatus legal a las víctimas de actividad criminal. Si tiene éxito, él podría solicitar que su esposa e hijos se reúnan con él en Estados Unidos.

Para obtener protección bajo esta visa, al 31 de marzo de 2023, el Servicio de Inmigración tenía más de 300,000 peticiones en espera y sólo se otorgan 10,000 visas por año. Con este camino tardaría años en reunificarse con su familia.

La espera es dura, añade. En febrero, el guatemalteco le entregó a un abogado documentos para solicitar una visa tipo U, dice, pero hasta ahora lo que sabe es que el proceso no ha comenzado.

“Llegas a la casa y sólo hay cuatro paredes y una soledad. No hay nadie que te espere en casa”, dice. “Es una vida muy difícil, pero si no lo hacíamos así, las pandillas en Guatemala acabarían con nosotros”.

Ramírez González habla con su esposa por teléfono a diario. “La vida en Guatemala es muy complicada con las pandillas", asegura. “Es muy crítico. Todo esto es muy difícil”.

“El proceso es muy largo, realmente me ha costado mucho tiempo”, añade. “Mi hijo y yo extrañamos mucho a nuestra familia”.

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Cuando las vías legales no son suficientes

A pesar de que los programas de reunificación familiar han sido una solución, existen barreras, explica Tobar, del IRC, especialmente para las personas que no hablan inglés ni español, y para quienes tienen un índice bajo de alfabetización. La mayor parte de los programas de reunificación están diseñados para personas de nacionalidades específicas, así que otras nacionalidades —como la mexicana, por ejemplo—no califican para los programas de reunificación del gobierno. “Y para las personas que son indocumentadas, no creo que haya una manera de poder ayudar a sus familias a venir a los Estados Unidos por medio de un estatus legal”, dice Tobar.

Vielman Guatzin López, de 51 años, ha vivido sin documentos en Estados Unidos y lejos de su familia durante 12 años. Desde que emigró de Guatemala se ha perdido ver crecer a sus seis hijos, así como el nacimiento de sus cinco nietos. Como ahora todos sus hijos son adultos, sólo tres de ellos viven con su madre. A ella la llama todos los días por video y se comunica con los hijos que viven con su esposa periódicamente, pero admite que es difícil hablar a diario con el resto.

Miguel Velasquez y su hijo Edgar hacen bromas y conversan en un parque en Oakland en agosto de 2023.
Miguel Velasquez y su hijo Edgar hacen bromas y conversan en un parque en Oakland en agosto de 2023.
Imagen Hiram Alejandro Durán para El Tímpano/CatchLight Local <br>


“A veces mis hijos me dicen que quieren que me vuelva, que regrese a casa, me quieren ver", dice Guatzin López. Pero él no sabe cómo se ganaría la vida si regresara. “Les digo que hay una razón por la que estoy aquí. Quiero que ellos tengan lo suficiente”.

Guatzin López ahora tiene la esperanza de que sus hijos mayores puedan participar en un programa de trabajadores temporales en Estados Unidos (visa H-2), una opción que podría reunir a la familia aunque sea por poco tiempo.

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Miguel Mejía Velásquez, de 44 años y quien tiene seis años viviendo en EEUU, intentó una vía ilegal para traer a su hijo mayor. Él dejó a su familia entera en Guatemala, incluyendo a sus tres hijos. Pero a inicios de junio, Edgar, su hijo mayor, de 27 años, se unió a su padre en Oakland, y ahora él también está indocumentado.

Viven juntos en Fruitvale. Bajo la sombra de un árbol un sábado de agosto por la mañana, él dice que ambos se están acostumbrando a vivir juntos. Edgar ha empezado a conocer a los amigos de Miguel y planeaban ir juntos a una fiesta de quinceañera esa noche. También estaban buscando trabajo juntos. “Ahora me siento feliz, tengo compañía”, dice Miguel.

Al fondo, Miguel Velásquez, y al frente su hijo Edgar el 5 de agosto de 2023.
Al fondo, Miguel Velásquez, y al frente su hijo Edgar el 5 de agosto de 2023.
Imagen Hiram Alejandro Durán/Hiram Alejandro Durán para El Tímpano/CatchLight Local

Sin un estatus legal —aunque con un año para pedir asilo, según la ley de inmigración—, Miguel buscó una alternativa. Él dice que es muy caro intentar traer a sus otros dos hijos a Estados Unidos ahora.

“Es mucho más difícil (intentar hacerse camino por la vía legal)”, dice. “Hay tanto que uno tiene que hacer si quiere una visa. Tantos pasos. Y uno no tiene todas las cosas que piden”.

El lamento de Miguel resuena entre miles de migrantes a pesar de las recientes políticas de reunificación familiar anunciadas por el gobierno de Biden.