Incluso antes de la pandemia, Denise Santos tenía dificultades para proveer de alimentos a las familias necesitadas en Puerto Rico.
El 40% de la población de Puerto Rico reporta inseguridad alimentaria sin que se vislumbre un final
Las consecuencias económicas de la pandemia de coronavirus han sumido a casi la mitad de los puertorriqueños en el hambre, según una encuesta realizada en septiembre por la Universidad George Washington.


Como presidenta del Banco de Alimentos de Puerto Rico, el mayor banco de alimentos de la isla, había pasado los años tras el paso de los huracanes Irma y María—que devastaron a Puerto Rico en 2017—trabajando para combatir el hambre. Luego, en enero, la isla se vio sacudida por un enorme terremoto que desató miles de temblores más pequeños que dejaron a miles de familias sin hogar y destruyeron la infraestructura. Dos meses después, comenzó la pandemia.
"Puerto Rico es como un boxeador en el ring", dijo Santos. "Después del primer golpe, nos levantamos inmediatamente. Después del segundo, cuesta un poco más de esfuerzo, pero nos levantamos de nuevo. Después del tercer golpe, ya las piernas no nos sostienen. La pandemia fue la gota que colmó el vaso y tenemos dificultades para levantarnos de nuevo".
Las consecuencias económicas de la pandemia de coronavirus han sumido a casi la mitad de los puertorriqueños en el hambre. Según una encuesta realizada en septiembre por la Universidad George Washington, el 40% de las familias reportaron inseguridad alimentaria—una falta de acceso constante a suficientes alimentos—a causa de la pandemia de covid-19.
Esa cifra fue superior en alrededor de un 30% a la cifra antes de la pandemia. El 20% dijo que un adulto en el hogar tuvo que saltarse algunas comidas como consecuencia de no contar con suficientes fondos, en comparación con un 14%, cifra de por sí impactante, antes de la pandemia.
Un desastre encima de otro
La inseguridad alimentaria crónica del territorio estadounidense precede incluso a los desastres naturales y la pandemia. Un estudio de 2015 mostró que el 22% de los adultos reportaron que se saltaban comidas o comían menos porque no podían pagar los alimentos.
Este problema sistémico se deriva en parte a la tasa de pobreza de Puerto Rico, la cual, durante mucho tiempo, ha superado a la de cualquier estado de Estados Unidos, especialmente entre los niños. En 2018, el 43% de los residentes vivía en la pobreza, junto con el 58% de los niños.
Aunque los datos durante la pandemia siguen siendo irregulares, los expertos han estimado que la pandemia de Covid-19 ha elevado la tasa de pobreza hasta un 46%—en comparación con un 9.2% proyectado entre los estados de Estados Unidos—y hasta el 70% entre los niños.
"Cuando la gente habla de volver a la vida antes de la pandemia, bueno, ¿cómo eran las cosas en Puerto Rico antes de la pandemia?", preguntó Brayan Rosa, gerente de políticas públicas del Instituto de Desarrollo Juvenil de Puerto Rico, que realiza investigaciones sobre el bienestar infantil.
"Si quisieras encontrar un buen momento para los niños en Puerto Rico, donde haya habido un número pequeño o mínimo de niños que padecen inseguridad alimentaria, tendrías que retroceder mucho tiempo" -- Brayan Rosa, del Instituto de Desarrollo Juvenil de Puerto Rico.
Incluso aunque los puertorriqueños han tenido dificultades para comprar alimentos, la asistencia federal no ha sido suficiente. Puerto Rico ha sido excluido de muchas iniciativas gubernamentales de ayuda ante la pandemia y no se beneficia del programa SNAP ( Programa Asistencial de Nutrición Suplementaria) que brinda asistencia alimentaria a familias de bajos ingresos en Estados Unidos.
Esos obstáculos administrativos, junto con los desafíos en el terreno de proveer de alimentos a las familias, han creado condiciones calamitosas en momentos en que Puerto Rico sufres nuevos picos de infecciones en momentos en que se acercan los meses de invierno.
Puerto Rico excluido
De forma crítica, Puerto Rico fue excluido inadvertidamente del programa Pandemic-EBT, el cual transfirió fondos para comidas escolares a tarjetas de débito para familias. A pesar de los desafíos de implementación, el programa fue extremadamente eficaz para ayudar a alimentar a una cifra estimada de 30 millones de niños cuando las escuelas estaban cerradas. Pero debido a que el P-EBT opera a través del programa SNAP, el congreso habría tenido que añadir un lenguaje específico para incluir a los niños de Puerto Rico. Eso no sucedió cuando se creó el programa en marzo.
Aunque Puerto Rico ahora se beneficiará de la próxima ronda de P-EBT para el año escolar 2020-2021, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) aún no ha brindado instrucciones para la implementación. "Básicamente, le estamos gritando a quien pueda escucharnos que esto es algo que debe hacerse lo más rápido posible", dijo Rosa.
"Son más de 300,000 niños los que quedan fuera, más que en algunos estados del territorio continental de Estados Unidos. Se trata de que los encargados de tomar decisiones no han tenido en cuenta las vidas afectadas" agrega.
Los defensores cuestionan si la exclusión inicial de la isla del programa P-EBT fue accidental, pues Puerto Rico históricamente ha sido privado de fondos. "Con María, todos los meses escuchabas a la gente decir, hay miles de millones de dólares para Puerto Rico, pero siempre se retrasó el dinero", dijo Santos, "por requisitos burocráticos".

Sopa de letras: SNAP y NAP
La pandemia también ha revelado los límites del Programa de Asistencia Nutricional, o NAP (por sus siglas en inglés), del que dependen los puertorriqueños para la asistencia alimentaria; incluso en tiempos normales, el NAP no satisface las necesidades de las familias. A diferencia de los beneficios del SNAP, que se obtienen de un presupuesto flexible que puede expandirse durante las crisis conforme crece la demanda, el NAP es una subvención en bloque fija que tiene un límite cada año. No puede aumentar durante una crisis para alimentar a un número creciente de personas hambrientas sin una ley del congreso.
"El NAP es como un pastel", dijo Brynne Keith-Jennings, analista de investigación senior del Center for Budget and Policy Priorities. "Cuantas más personas necesiten ayuda, menor será la porción que recibirán. Mientras que, con el SNAP, se puede seguir aumentando el tamaño del pastel".
De hecho, el SNAP ha crecido en un 17%—casi 7 millones de personas—entre febrero y agosto; los estados pueden continuar brindando beneficios de SNAP ampliados hasta el final de la emergencia de salud pública. Los beneficios mensuales del NAP, en cambio, se han contraído alrededor de un 40% en los últimos meses—una disminución de $323 en julio a $188 en octubre. La tensión sobre el NAP coincidió con el vencimiento de otras prestaciones de emergencia, como el seguro de desempleo ampliado.
"La gente todavía necesita ayuda", dijo Keith-Jennings, especialmente cuando terminan las prestaciones temporales relacionadas con la pandemia. Aunque el congreso agregó fondos de emergencia al NAP en marzo, los fondos se habían reducido drásticamente en el verano. Y aunque el gobierno de Puerto Rico aumentó las prestaciones de mayo a julio, el aumento solo llevó las prestaciones familiares a los niveles normales del SNAP. Estas medidas no han satisfecho las necesidades de 1.3 millones participantes preexistentes, junto con los 200,000 adicionales que se han inscrito desde que comenzó la pandemia.
Cuando las escuelas cerraron en los estados del territorio continental en marzo, los distritos abrieron sus cafeterías, lo que les permitió a las familias recoger las comidas que sus hijos hubieran recibido en la escuela.

Cocinas escolares
En Puerto Rico, el programa apenas funcionó en lo absoluto: Un mes después del cierre de las escuelas, el gobierno de la isla no había tocado aproximadamente $290 millones en fondos federales destinados a las comidas escolares. En abril, una coalición de organizaciones sin fines de lucro demandó al Departamento de Educación y el gobierno de Puerto Rico. Más tarde ese mes, el gobernador anunció que las cafeterías escolares podían reanudar sus operaciones, pero dejó la aplicación a discreción de los alcaldes. La gran mayoría de las cafeterías escolares, dicen los activistas, permanecieron cerradas hasta bien entrado el verano.
Incluso cuando más cocinas escolares abrieron sus puertas en agosto, las tasas de recogida fueron asombrosamente bajas. "Los padres están sobrecargados de responsabilidades", explicó Santos. "Si la escuela no tiene sesiones en persona, los padres tienen que supervisar las clases virtuales en casa, o están en el trabajo. O carecen de transporte confiable".
Incluso antes de la pandemia, añadió, una cuarta parte de las escuelas de la isla ya habían estado cerradas durante meses.
A falta de asistencia adecuada—ya sea debido a la escasez de fondos federales o al mal funcionamiento de las propias agencias gubernamentales de Puerto Rico—les ha tocado a las organizaciones benéficas llenar el vacío. Y aunque el Banco de Alimentos de Puerto Rico y otras organizaciones han intentado coordinar la entrega de comidas, no han podido satisfacer las crecientes necesidades.
"Si se juntan todas las organizaciones sin fines de lucro, aun así, no habría recursos suficientes para cubrir la responsabilidad del gobierno", dijo Santos. "Cada organización hará lo que pueda. Pero no es su responsabilidad alimentar a cientos de miles de niños".



























