Neil Young y Promise of the Real despedazaron los festivales de música para siempre

Aparece Neil Young sobre un escenario ambientado con elementos extraños pero significativos para definir el carácter casero y crudo de lo que venía. Entre un tipi, un tótem, decenas de amplificadores y un órgano que parecía hecho a mano ahí mismo, Young tocó ‘After the Gold Rush’, como primera patada karateca para integrar al resto del público que venía retrasado.

La guitarra acústica que colgaba del cuello de Young, tenía una correa con símbolos de amor y paz y hojas de maple, representando a Canadá en este grupo selecto de íconos del rock mayoritariamente ingleses. Su sombrero negro le ocultaba la coronilla y dejaba ver sus ojos debajo de una sombra. Traía puesta una camiseta desgastada de color azul marino que decía “water is life” igual que en el tipi. Tocó ‘Heart of Gold’ y ‘Comes a Time’ con esa guitarra tan desgastada como su camiseta y sabia como su sombrero.

El principio fue íntimo y abrazador como la luz de una fogata en medio del bosque. Las parejas se abrazaban y se besaban esperando a que llegara ese momento en el que Young los complaciera con ‘Harvest Moon’, que entre todos se la dedicamos a la media luna perfectamente iluminada que se colgaba del cielo despejado del desierto.

Promise of the Real, una banda de cuatro jóvenes liderada Lukas Nelson, hijo de Willie Nelson, subieron al escenario a acompañar a Young, como lo han hecho durante el último año y medio. Los chicos de Promise of the Real son grandes músicos, y todos parecen haber crecido tocando con el señor Young desde su primer día de vida. Se siente una jerarquía natural que los músicos le brindan a Young por admiración pura, pero en su interpretación se siente todo muy cálido y natural. Están haciendo algo hermoso todos juntos y lo saben.

Finalmente llegó el momento en el que Young se enchufó a una guitarra eléctrica y se fue sin piedad con ‘Words (Between the Lines of Age)’, la canción más poderosa de la noche hasta ese momento. Se siguió con ‘Walk On’, ’Powderfinger’ y ‘Welfare Mothers’. Cuando terminaron la última, Young dijo que esa era la nueva canción de campaña de Donald Trump.

Para ese entonces, las guitarras de Young y Nelson generaban campos de fuerza gigantescos. Tocaron una versión de casi 20 minutos del clásico ‘Down By The River’, que toda la audiencia cantó a coros. El set se tornó un poco hacia el lado político claramente anti Trump. “The Wall”, dijo. “Regresen mañana porque Roger (Waters) va a construir un muro y va a hacer México great again”.

En el momento más alto del show, las luminarias azules parecían decenas de lunas azules. En un momento de improvisación, todos en el escenario hicieron sonidos de pájaros tan reales que las lunas azules eran completamente creíbles. "Nuestro reino animal está bien representado en la audiencia", dijo Young en un comunicado hace unos meses, hablando de su nuevo LP Earth, en el que trabajó con Promise of the Real.

"Los animales, insectos, aves y mamíferos se apoderan de la interpretación de las canciones en todo momento". Y sí. Desde la primera parte tranquila y de luz baja de sus set, hasta las guitarras salvajes más poderosas que se escucharon hasta una versión épica de ‘Keep On Rocking In The Free World’, el show de Neil Young y Promise of the Real fue un llamado a la selva.