En medio de la densa selva del Darién, la familia Rosales, procedente de Venezuela, se embarcó en un viaje que desafía los límites de la resistencia humana. Javier Rosales, un hombre marcado por las cicatrices de la delincuencia, y su esposa Jessica Sánchez, junto con sus cuatro hijos, rodaron cinco meses solo con la promesa de un futuro y la posibilidad de un milagro que creen les aguarda al otro lado de la frontera.
"No fue suerte, fue misericordia": La travesía de un migrante en silla de ruedas y su familia para llegar a EEUU
Javier Rosales, postrado en una silla de ruedas, junto a su esposa Jessica Sánchez y sus cuatro hijos, provenientes de Venezuela, emprendieron un viaje de cinco meses hacia Estados Unidos en busca de una nueva oportunidad y que Javier lograra volver a caminar.

El milagro: encontrar una oportunidad para que Javier, víctima de la violencia que azota a su país, pueda volver a caminar y brindar a su familia una calidad de vida digna.
"Esto no es de suerte, esto fue de misericordia", reflexiona Javier sobre su llegada a Miami. Su camino estuvo marcado por un desafío tras otro, desde ser víctimas de la delincuencia hasta sortear los caminos de la selva y el desierto.
La historia de Javier es la de muchos compatriotas venezolanos, cuyas vidas se ven truncadas por la violencia callejera. Un incidente dejó a Javier en silla de ruedas, con lesiones en la médula que desafiaron su movilidad y espíritu.
"A causa de la delincuencia por no entregar mi moto me dieron unos disparos y tuve lesiones en las vértebras 711-712 de la médula. Yo muevo mis piernas, las siento, y sé que aquí sí me pueden dar la oportunidad de tener una mejor calidad de vida", expresa Javier, reflejando lo que los impulsó en su travesía.
El viaje de los Rosales fue una odisea y muchos no creían que se lograra completar. “Dijeron él no va a pasar, él no va a entrar y yo insistía y decía a ‘Diosito sí va a pasar, tú me dices que no yo digo que sí va a pasar’”, dice su esposa Jessica.
En los videos se ve a otros migrantes cómo lo cargan por la selva y a su esposa que lo lleva a sus espaldas por un empinado trayecto. “¿Falta mucho arriba?”, pregunta su esposa en el video cansada.
“Mi silla se quedó entrando a la selva y ahí los muchachos me cargaron hasta llegar a Panamá y el resto era mi esposa ayudándome a cargar y mis hijos”, cuenta Javier.
"El tramo más difícil para mí fue México", confiesa Javier Rosales
Desde Panamá, atravesaron cuatro fronteras, enfrentando desafíos extremos para llegar a México, donde aguardaron durante meses a que la aplicación CBP One les diera una cita que les permitiera ingresar legalmente a los Estados Unidos.
"El tramo más difícil para mí fue México", confiesa Javier. En medio de la incertidumbre, enfrentaron situaciones límite, como cuando casi se ahoga con un compañero de viaje en las aguas turbulentas.
“En un momento casi se me ahoga con uno de los muchachos, porque lo traían amarrado y el pisó mal y se estaban hundiendo. Yo empecé a gritar mira que se está ahogando, yo no sabía si meterme, y yo con los niños, no sabía que hacer”, cuenta Jessica.
Finalmente, tras una larga espera, fueron liberados con un parole de dos años que les otorga el derecho a obtener un permiso de trabajo, comentó José Guerrero, abogado de inmigración.
Llegaron a Miami, donde la Fundación Hermanos en la Calle les brindó refugio y apoyo para retomar sus habilidades artesanales, pues en Venezuela tuvieron una fábrica de piñatas y hacen múltiples trabajos manuales, que quieren retomar para salir adelante y rehacer sus vidas.
A la familia Rosales ya se les terminó la estadía que les ha ofrecido la organización y de hecho ya tienen boletos para salir hacia Nueva York el próximo martes, donde alguien los va a recibir temporalmente. Aunque no pierden la esperanza de regresar a Miami, donde aspiran a reconstruir sus vidas y que sus hijos puedan volver a la escuela y tener las oportunidades que ellos nunca tuvieron.














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