LOS ÁNGELES, California. - Carlos López, hijo de inmigrantes de Centro América, creció en Boyle Heights en el centro de Los Ángeles, marcado por la pobreza y el crimen. Tomó decisiones que lo mantuvieron una década en prisión, pero ahora cuenta su historia "con orgullo", pues se acaba de graduar de la Universidad del Sur de California (USC), una de las más prestigiosas del país.
"Lo que uno quiere lo puede lograr": de pandillero a graduado de una prestigiosa universidad en Los Ángeles
Después de pasar 10 años en una prisión, Carlos López decidió cambiar su vida. Su madre fue uno de sus motores de vida y ahora que se ha graduado de USC quiere borrar una de las memorias más dolorosas para ambos.
Carlos recuerda que su infancia fue marcada por grandes dificultades. "Vivíamos una vida bien humilde y desde chiquitos pasamos varias cosas bien difíciles. Perdimos a nuestro papá porque se fue. Entonces, mi mamá tuvo que cuidarnos, como madre soltera, ya se imagina".
Junto a sus cuatro hermanos, Carlos recuerda que se acostumbraron a "cuidarnos solos", pues Irma Orellana, su madre, trabajaba por largos turnos como empleada de limpieza.
El ambiente en su barrio era "lleno de pandilleros y yo cometí el error de juntarme con personas que no tenía que juntarme. Y ahí fue cuando empezó a cambiar a mi vida".
Una década en prisión: ¿qué provocó en Carlos López?
Desde los 13 años, Carlos López estuvo "entrando y saliendo de la juvenil y ahí empezó esa vida bien fea". Comenzó a involucrarse con grupos que lo llevaron a cometer decisiones que cambiaron el rumbo de su vida.
Estuvo alejado de la vida de pandillas por un tiempo, pero en un momento "me metí en una pelea y la persona salió bien herida". Tenía 20 años, cuando fue condenado a 10 años de prisión.
"Todos mis 20, todos esos años, los pasé ahí adentro. Lo bueno es que tuve mucho tiempo para reflexionar sobre mis decisiones y qué quería hacer con mi vida. Yo siempre supe que yo era mejor que la vida que yo escogí", dice.
Durante su último año en prisión, "me dije yo solo, ahí en el cuartito, 'Carlos, si no cambias ahorita como piensas que vas a cambiar allá afuera'". Y así comenzó un nuevo capítulo en su historia. "Lo primero fue alejarme de esa vida, luego empecé a agarrar clases de colegio allá adentro en prisión y empecé a ir a la iglesia; cositas pequeñas que no hacía antes pero que fue bueno no solo para mi salud sino también para mi vida personal y emocional".
Carlos salió de prisión en 2013, "el momento en el que me sentí más humillado fue cuando salí de prisión. Se imagina un hombre hispano que a los 30 años no tiene nada, es una humillación. No más tenía una bolsa de puros papeles de lo que pasé ahí adentro".
Sin embargo, Carlos sabía que su vida tomaría otro rumbo. "En ese momento no me importó, porque me dieron una segunda oportunidad y eso tiene un valor que el dinero no puede comprar", afirma.
De pandillero a graduado
Carlos López comenzó a buscar trabajo, aunque al principio nadie le daba empleo por su récord. Fue así como empezó a ser voluntario en una iglesia en Downey donde más adelante le ofrecieron un puesto.
Desde pequeño le gustaba estudiar, así que poco después comenzó a tomar clases en el colegio comunitario Cerritos. Sus días transcurrían trabajando más de 8 horas y estudiando por las noches. Su dedicación lo llevó a tener un buen GPA lo que le ayudó a aplicar a la universidad.
"Yo no iba a aplicar a USC porque pensaba que USC era mucho para mí", sin embargo, fue aceptado con una beca completa para la carrera de Contabilidad en la escuela Marshall.
Lo primero que hizo cuando ingresó a la universidad fue comprar una etiqueta para el carro de su madre que decía "USC Mom", pues quería agradecerle por el apoyo incondicional que siempre tuvo de su parte.
Asegura que en su universidad tuvo personas que lo apoyaron y que nunca se "sintió juzgado" por su pasado. Además, fue el presidente de ALPFA (Asociación de Profesionales Latinos de América) y ha tratado de promover la educación para personas que, como él, pensaban que no tenían un futuro.
En mayo de 2022, Carlos se graduó de USC y tiene una oferta de trabajo en la multinacional Ernst & Young en la oficina del centro de Los Ángeles.
Su mayor alegría fue poder regresar a su madre todo el esfuerzo que ha hecho por él. "Una de las memorias que yo he tratado de borrar de la mente de mi mamá es cuando el juez me sentenció a 10 años de prisión. Vino la policía, me pusieron los 'handcuffs' (esposas) y me sacaron de la corte. Yo recuerdo cuando miré a mi mamá y la ví llorando", describe.
Ahora, cuando subió al escenario para recoger su diploma, "yo siento que esa memoria nueva caminando, gradúandome de USC, puede reemplazar esa última memoria de mi mamá".
Ayudar a otros, el propósito del expandillero graduado de la USC
Carlos asegura que cuenta su historia "con orgullo, porque si no fuera por todas esas situaciones yo no sería la persona que soy ahora".
Su tenacidad y determinación le permitió llegar hasta donde está en este momento. "Yo creo que si uno pone su mente, su corazón en lo que uno quiere lo puede lograr. Muchas gente puede decir que ya es muy tarde. Yo hace poco cumplí 39 años. Yo lo digo para darle apoyo a toda la gente porque nunca es muy tarde".
Ahora su meta es crear una fundación para ayudar a las personas que salen de la cárcel y quieren continuar su vida y sus estudios universitarios. "Uno tiene que creer en sí mismo", asegura Carlos con una sonrisa.




















