Por qué los funerales de Benedicto XVI han sido los más inusuales -y discretos- de un papa en casi 600 años
No repicaron las campanas de la Basílica de San Pedro, ni hubo un anuncio solemne por parte parte de un monseñor del Vaticano a los fieles en la plaza.
No se destruyó un Anillo de Pescador (emblema del papado) y no se movilizó el cuerpo diplomático para enviar delegaciones oficiales a Roma.
La muerte del papa emérito Benedicto XVI ocurrió el pasado 31 de diciembre y fue totalmente diferente a la de otros papas. Apenas un anuncio de la oficina de prensa del Vaticano de solo dos frases, evidencia de que Benedicto dejó de ser el obispo de Roma desde hace casi una década.
Cambio de protocolos
Los rituales de su fallecimiento fueron menos parecidos a los de un pontífice, monarca o vicario de Cristo en la Tierra y más parecidos a los de un obispo jubilado, aun cuando fuera enterrado con las vestiduras rojas de un papa.
El modesto e inusual protocolo fue apropiado y dejó claro que el nuevo capítulo en la historia de la Iglesia católica, que Benedicto XVI comenzó a escribir en 2013 cuando se convirtió en el primer papa en 600 años en renunciar, había terminado, y que ahora le corresponde al papa Francisco establecer cómo los papas podrían jubilarse en el futuro.
¿Emitirá Francisco nuevos protocolos para regular el cargo de un papa retirado, después de que, en gran medida, Benedicto los improvisó sobre la marcha?
¿Se sentirá más libre para considerar su propio retiro, ahora que se ha eliminado el principal impedimento para la renuncia, tener dos papas eméritos al mismo tiempo? ¿Cómo celebra un papa reinante el funeral de un papa jubilado?
“Creo que su muerte abrirá problemas, no los cerrará”, dijo Massimo Franco, autor de 'El Monasterio', un libro sobre el revolucionario retiro de Benedicto.
El funeral de Benedicto XVI este jueves en la Plaza de San Pedro fue diseñado para ser discreto, de acuerdo con sus deseos de "simplicidad", pero también dejando en claro que su condición de emérito no era merecedora de una fastuosa despedida papal.
Cuando murió Juan Pablo II en 2005, presidentes, primeros ministros y reyes de más de 100 países asistieron al funeral presidido nada menos que por el cardenal Joseph Ratzinger, quien se convertiría en Benedicto XVI después de su elección como papa diez días más tarde.
Para el funeral de Benedicto XVI, el Vaticano solo invitó a Italia y Alemania a enviar delegaciones oficiales, y dijo a las embajadas extranjeras que cualquier otro líder que quisiera asistir podría hacerlo, pero solo en “capacidad privada”.
El cuerpo de Benedicto XVI fue puesto en la Basílica de San Pedro el lunes, pero la ventana de tres días para que los fieles presentaran sus respetos sugirió que se espera una asistencia limitada. Fueron unas 200,000 personas.
Después de la muerte de Juan Pablo II, aproximadamente dos millones de personas hicieron fila durante cuatro días y noches para decir una última despedida, y algunas acamparon en las afueras de la basílica.
Funcionarios de seguridad italianos estimaron en unas 60,000 personas las que pudieron asistir al funeral, una fracción de las 300,000 que llenaron la plaza y las calles aledañas en 2005.
El papel de Francisco
Francisco, por su parte, ofreció una primera palabra de homenaje el sábado durante su homilía de Nochevieja, después de haber presentado sus respetos el sábado por la mañana inmediatamente después de la muerte de Benedicto XVI con una visita al monasterio reformado donde vivía su predecesor.
Francisco elogió la nobleza y las fieles oraciones de Benedicto XVI en sus últimos años, pero por lo demás se apegó a una homilía preparada previamente sobre la necesidad de la bondad y el diálogo en el mundo de hoy.
Francisco tuvo la última palabra este jueves, en el elogio a Benedicto, de quien ha destacado su valentía al "abrir la puerta" para permitir que otros papas se retiren.
Pero el propio Francisco ha dicho que se necesitan protocolos para guiar los futuros retiros papales, diciendo que la situación había funcionado lo suficientemente bien en el caso de Benedicto porque era "santo y discreto".
La muerte de Benedicto ahora elimina el obstáculo clave para cualquier nueva ley o procedimiento que nunca podría promulgarse mientras él todavía estuviera vivo.
Si bien un futuro papa podría cambiar cualquier decreto que emita Francisco, los canonistas, los cardenales e incluso los católicos comunes han argumentado que se necesitan nuevas normas porque las decisiones de Benedicto XVI en el retiro afectaron a su sucesor desde el principio.
Desde el título que eligió (papa emérito) hasta la sotana que usó (blanca) y los comentarios públicos ocasionales que hizo (sobre el abuso sexual y el celibato sacerdotal), incluso los partidarios de Benedicto XVI sintieron que sus elecciones dejaban demasiadas dudas sobre quién estaba realmente a cargo, especialmente para aquellos católicos nostálgicos de su papado doctrinario.
A lo largo de los 10 años de retiro de Benedicto, muchos tradicionalistas continuaron considerando al alemán como un punto de referencia, y algunos incluso se negaron a respetar la legitimidad de Francisco como papa.
“Estoy convencida de que se buscarán los caminos más adecuados para no generar confusión en el pueblo de Dios, aunque no me parece éste el momento adecuado para proclamas y aclaraciones”, dijo Geraldina Boni, profesora de derecho canónico en la Universidad de Bolonia.
Gracias a la “mansedumbre y discreción” de Benedicto y al “temperamento fuerte y afable” de Francisco, se evitó cualquier posible rivalidad, dijo. Pero ese podría no ser el caso en el futuro.
¿Más de un papa reinante?
El trabajo para aclarar cómo funcionarán las cosas la próxima vez que haya un papa reinante y un papa retirado ya ha comenzado.
Un equipo de abogados canónicos lanzó una iniciativa de colaboración colectiva en 2021 para elaborar una nueva ley eclesiástica que rija la forma en que un papa jubilado vive sus últimos años.
El proyecto, explicado en progettocanonicosederomana.com, incluye propuestas sobre todo, desde su título hasta su vestimenta, pensión y actividades para asegurarse de que “no interfieran directa o indirectamente” con el gobierno de su sucesor.
De acuerdo con los borradores de propuestas, que fueron el tema de una conferencia académica en octubre, un futuro papa retirado debería ser referido como el 'obispo emérito de Roma' y no como un 'papa emérito'.
Si bien todavía podría usar la sotana blanca del papado, su anillo de pescador debe ser destruido, como lo fue el de Benedicto en 2013, y su insignia debe 'eliminar todos los símbolos de su jurisdicción petrina'.
Debe promover la unidad de la Iglesia, pero no puede participar en ninguna reunión de obispos o cardenales, y debe consultar al papa reinante antes de publicar cualquier cosa sobre la doctrina y la vida de la Iglesia, cuestiones sociales “o cualquier cosa que pueda considerarse como opiniones en conflicto con el magisterio pontificio”.
“Hubo un momento en que nos acusaron de haber elegido imprudentemente un tema que era demasiado controvertido”, dado que Benedicto XVI aún estaba vivo, dijo Boni, quien encabezó la iniciativa. “Por el contrario, la necesidad de normas que cubran a un papa que renunció ha sido afirmada repetidamente por figuras eclesiásticas de alto nivel”.
Si bien no está claro si el Vaticano aceptará las propuestas, a Francisco le resultará más fácil resignarse y regular el proceso para futuros papas desde que Benedicto dio el primer paso.
“Tenemos que hacernos a la idea de que los papas vivirán una vida larga y que, al final, como mi abuelo o tu abuelo y los abuelos de todos, no pueden continuar”, dijo Luis Badilla, quien dirige el popular blog del Vaticano Il Sismografo. “Pero siguen siendo parte de la familia, y esto es algo hermoso. Nos da una Iglesia normal, no una Iglesia marciana o de otro mundo”.