Villa Epecuén: la increíble historia de un pueblo fantasma que se esconde en Argentina

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A solo 600 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, nos encontramos con las ruinas de una pequeña ciudad que supo brillar en todo su esplendor. 

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Hablamos de Villa Epecuén, cuyas aguas termales consideradas «milagrosas» la consagraron como uno de los centros turísticos más exclusivos durante el verano hacia mediados del S XX. Pero una grave inundación arrasó con la ciudad dejando detrás solo restos de lo que alguna vez fue.

La historia de Villa Epecuén

La ciudad fue fundada en 1921, llegó a tener cerca de 1500 habitantes y miles de turistas la visitaban cada año para disfrutar de sus termas naturales.

Se decía que el lago Epecuén -que da nombre a la ciudad- era milagroso por sus aguas extremadamente saladas y altamente mineralizadas, famosas por su parecido con las propiedades del Mar Muerto.

Era tal el furor por la ciudad, que en la década del 70 disponía de 5 mil plazas hoteleras, 250 establecimientos dedicados al turismo, 25 mil visitantes por temporada y muchísimas construcciones para fortalecer el turismo.

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Crónica de una inundación anunciada

Un terraplén de unos 5 metros de altura protegía a la ciudad de un posible desborde de la laguna Epecuén. Funcionaba como una represa, pero cada vez era más los que cuestionaban su eficacia.

La desinformación e ineficacia de un gobierno que subestimó la situación concluyó el 10 de noviembre de 1985 en una sudestada que marcó el comienzo del fin.

Fue tal la fuerza del agua, que el terraplén no fue suficiente para detenerla. El lago crecía en la ciudad a un centímetro por hora.

Luego de dos semanas todos sus habitantes tuvieron que ser evacuados, forzados a abandonar su origen, sus cosas, su hogar y su historia.

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30 años después, el agua comenzó a irse, pero como era extremadamente salada, dejaó a lo que quedaba de la ciudad en ruinas.

El único habitante

Se llama Pablo Novak, tiene 87 años y es la única persona que decidió regresar a  Villa Epecuén, porque se rehúsa a abandonar al pueblo que lo vio crecer. Si bien tiene familia en otra parte, él es feliz solo y a su manera: se pasea en bicicleta por las ruinas, tiene perros que lo acompañan a todos lados y charla con los turistas que llegan día a día.

Villa Epecuén hoy

La ciudad recobró el poder de atraer al turismo pero esta vez por un motivo diferente. Sus ruinas que cuentan la historia por sí mismas son dignas de un escenario de película, e ideales para sacar fotos o simplemente para conocer y explorar.

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¿A vos también te dieron ganas de visitar este pueblo fantasma? Sin dudas tiene un toque mágico que lo hace único.