Era un domingo más para Manuela Fernández Mendy. Salió de trabajar de la redacción en el barrio de Palermo de la Ciudad de Buenos Aires y caminaba en dirección al Distrito Arcos, un shopping a cielo abierto muy concurrido de la zona.
Una periodista fue abusada en la calle y relató el hecho en primera persona


Pero a solo unos pocos metros, la esperaban dos abusadores en el pasaje de Juan B. Justo. Manuela pretendía llegar al shopping pero no lo logró. La distancia que lo separa de aquel pasillo es ínfima, pero la connivencia policial no lo es. "Un tirón, una navaja y un "vení, putita" me lo impidieron".
Desaparecí de la faz de la tierra. Estaba a diez metros del lugar en el que decenas de personas participaban de un festival al aire libre. Sólo otros cinco me separaban de una de las avenidas más transitadas de la ciudad.
Un hombre la agarró con fuerza de un brazo y el segundo la levantó de la cintura y le tapó la boca. Mientras uno de los abusadores la sostenía y amenazaba con la navaja, el otro se masturbaba frente a ella.
Comenzó a deslizar su mano con velocidad sobre su miembro y le pidió a su colega que me sacara las calzas. “Rápido boludo, rápido que acabo”

Cuando sintió el dolor generado por la navaja, Manuela se activó y mordió la mano del hombre que la sostenía para luego escapar. Pero los dos hombres la siguieron e intentaron retenerla. Se empezó a arrastrar por el corredor y cuando sintió que uno de los hombres agarraba su pierna empezó a gritar. "Grité tan fuerte que todavía siento ardor en mi garganta", escribió en su relato.
Nunca me sentí más sola, ni vulnerada en mi vida. Mi cuerpo temblaba, mis manos no me respondían y mis piernas comenzaban a aflojarse. Estaba en trance.
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Entonces, apareció un hombre en el pasaje y los dos abusadores escaparon corriendo hacia el asentamiento ubicado a unos pocos metros, ese al que la policía decide no mirar.
Pero elegí dar batalla desde mi lugar. Elegí convertir mi pluma, o en este caso mi teclado, en un misil. Para que todos recordemos que esos cobardes no sólo son producto de las políticas de Estado que excluyen año a año a miles de personas y a las que como sociedad tenemos la obligación de darles una respuesta, sino que también son hijos, hermanos y nietos. Alguien los crió. Con alguien brindan en Año Nuevo.
Reclamar seguridad, políticas de estado y educación son las claves para terminar con los abusos sexuales y la violencia de género. Esos 2 hombres que atacaron a Manuela siguen estando a unos pocos metros del pasaje de Juan B. Justo. El viernes le tocó a ella. Pero mientras la connivencia estatal y policial sigan dándonos la espalda, seguiremos escuchando relatos como este. O no. Porque muchos permanecen en silencio.
Eduquemos a nuestros hijos e hijas, enseñemos el respeto, la igualdad y los valores necesarios para que estas situaciones no ocurran más. Para que no sean nuestros hijos quienes cometan estas aberraciones. Para que si son miembros del estado o de las fuerzas de seguridad las controlen y eviten. O para que simplemente si caminan por la calle y presencian un caso de abuso se conviertan en hombres reales, como este héroe anónimo que el domingo rescató a Manuela.






