Tucumán, un jardín natural

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En la síntesis geográfica de Tucumán el elemento primordial es la montaña: lo que el Nilo es para Egipto es el Aconquija para esta bella provincia del Noroeste argentino. Porque es esta montaña quien detiene y condensa el aire húmedo llegado desde el océano Atlántico originando sus ríos y arroyos. Esa agua atravesó las provincias centrales del país donde tomó aún más temperatura hasta chocar con las montañas tucumanas, que la condensan transformándola en lluvia. Gracias a ello en latitudes en las que en otras partes del mundo hay desiertos aquí hay un oasis inmenso que es como un enorme jardín natural, hecho que le ha valido el nunca más exacto apelativo de  Jardín de la República.

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En esa incomparable mezcla de montañas, valles, quebradas, selvas impenetrables, llanuras, cañaverales e ingenios azucareros se firmó, en el siglo XIX, la Independencia de España, de quien la Argentina era colonia.

Su sorprendente recorrido histórico

Antes de la llegada de los conquistadores los nativos de la tierra disfrutaban ya allí de un paraíso donde nada les faltaba. Eran buenos alfareros y grandes tejedores. Cultivaban maíz, zapallo y quinua en un perfecto sistema de terrazas con un avanzado sistema de irrigación. Guanacos, llamas y vicuñas les brindaban carne y leche, además de lana. Mediante una incipiente minería obtenían metales para fabricar utensilios y armas.

Pero eran pacíficos. Su mansedumbre, el clima maravilloso de la región en la que vivían y la fertilidad del suelo los convirtió en presa codiciada y sucumbieron frente a las armas de fuego del invasor, quien en el año 1565 funda la ciudad de San Miguel de Tucumán que sigue siendo hoy en día la capital de la provincia. La ubicaron frente a la principal salida de los cordones montañosos del Aconquija para asegurar la protección de los caminos que avanzaban por los llanos.

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Se pueden visitar las obras levantadas por la Iglesia Católica en aquellos tiempos para evangelizar a los nativos, que quedan en pie aún en la localidad de Lules. Y de épocas anteriores se levanta en el Valle de Tafí, en medio de un paisaje de belleza sin igual, el Parque de los Menhires, poblado de piedras cilíndricas con inscripciones y figuras talladas por los indígenas que habitaron las serranías.

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Paraíso envidiable

El río más importante es el Salí que recibe aportes de varios afluentes, el Vipos, el Angostura, el Seco, el Chico y el Marapa. Con una temperatura media anual de 20 grados centígrados se puede disfrutar de ella todo el año. La abundante vegetación está representada por bosques de palos amarillos, lapachos rosados, pacarás, cedros tucumanos, talas y decenas más de especies que tiñen de verde el entorno. Subiendo un poco más hallaremos laureles, nogales y cedros, algunos de imponente altura. En los llanos del Este hay bosquecillos de mistol, de chañar y quebrachos colorados y blancos. Las mayores elevaciones son el Nevado del Candado, que alcanza los 5.450 metros y el Cerro del Bolsón que mide 5.550 metros.

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La naturaleza fue pródiga y creó este pequeño paraíso donde cada rincón es digno de ser fotografiado, filmado o pintado. Nada falta para que los visitantes que llegan hasta allí disfruten de cada segundo de su estancia. La infraestructura hotelera es inmejorable, los traslados de uno a otro punto son óptimos y sólo nos queda decidirnos a visitar este inmenso jardín en el que podremos relajarnos rodeados del canto de los pájaros y respirando uno de los aires más puros de la tierra.

¿Vamos?

¿Has visitado Tucumán? ¿Cual crees que es su mejor característica?