Tallin, la bella dama de Estonia

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Sobre un territorio de casi 160 kilómetros cuadrados, en el Condado de Harju, a orillas del Golfo de Finlandia, en Estonia, al norte de Europa, se encuentra una gran ciudad, la bella dama que recibe el nombre de Tallin. Son tantas las cosas que podemos ver y disfrutar en ella que no alcanzarían decenas de páginas para describirlas. Intentaremos enumerar algunas de ellas.

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Edificios con mucha historia

En lo alto de la colina Toompea se yergue la principal Iglesia Luterana de Estonia con sus blanquísimas paredes brillando bajo el sol, Santa María Virgen, que data de la época medieval y cuyos altar y púlpito están finísimamente tallados en madera. Desde el campanario que se eleva a casi setenta metros se tiene un maravillosa vista de toda la ciudad.

En el palacio barroco de Kadriorg, mandado a construir por Pedro el Grande para su esposa Catalina durante el siglo XVIII, funciona en la actualidad el Museo de Arte Foráneo, en él disfrutaremos tanto de contemplar valiosísimas colecciones como de su espléndida arquitectura y sus bien cuidados jardines que muestran toda la extravagancia de la época zarista.

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En la ciudad vieja podremos pasear por el angosto y empedrado Pasaje de Santa Catalina, en el cual los artesanos crean sus obras (sombreros, cerámicas, joyas y más) frente a los ojos de los visitantes dentro de un entorno que conserva todas las características del Medioevo. En Lennusadam está el Puerto del Hidroavión, llamado así por la réplica de uno de ellos con la que cuenta; teniendo, además, un submarino de los años treinta que operó durante la segunda guerra mundial bajo bandera rusa y que fue retirado de servicio apenas el año pasado, por lo que se encuentra en excelente estado. Como si esas dos atracciones fueran poco hay también un rompehielos para visitar. Un lugar emocionante, con diversiones para toda la familia, digno de verse.

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Artísticos festejos populares

Vayamos a donde vayamos y caminemos por donde caminemos nuestros pasos habrán de llevarnos, indefectiblemente, a Raekoja plats, que es la Plaza de la Municipalidad; el centro indiscutido durante centurias de la vida social de la ciudad. En verano se cubre por completo de mesas y sillas en los que los paseantes disfrutan de un desayuno, de una comida, o simplemente de un café. En ella se realizan conciertos al aire libre, hay ferias renacentistas y festivales. La imagen del tradicional árbol de Navidad que se levanta en su centro mismo cada invierno, desde el año 1441, recorre el mundo para esas fechas porque es una postal de increíble belleza.

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La Catedral de San Alexander Nevsky, con sus hermosas cúpulas azules y sus once campanas, una de ellas con un peso de quince toneladas, que dejan escuchar un maravilloso ensamble antes de cada oficio religioso, es la más grandiosa y opulenta iglesia ortodoxa rusa de Tallin.

La Iglesia de San Olav y su famosa torre, que fuera la más alta del mundo en la Edad Media, puesto que medía más de ciento cincuenta metros (siendo en ese entonces una precisa guía para los barcos que llegaban a las costas y luego un faro por bastante tiempo), nos permite aún, a pesar de que se redujera algo su altura tras tres incendios, una indescriptible vista del puerto y la ciudad.

Y como estos tantos más son los atractivos de nuestra bella dama del frío norte. Aún siguen en pie las enormes murallas de tres metros de espesor que la defendían y su imponente castillo que inspira respeto desde lo alto.

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Todo en ella es bello y colorido, comenzando por su cielo siempre azul en el que a veces deambulan blancas y pacíficas nubes.

Visitar Tallin es querer quedarse allí para siempre, porque es como estar dentro de un enorme cuento de hadas.

¿Conocían sobre Tallin? ¿Querrían visitar este lugar?