¿Somos feministas porque está de moda? El verdadero cambio para lograr la igualdad de género es este

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"El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”. - Simone de Beauvoir.

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La pantalla de mi teléfono iluminó la oscuridad del dormitorio. Mi mejor amiga me llamó a medianoche para contarme el último desplante de su exnovio. “Yo podría haber sido una trola y salir con todos los hombres que quisiera, pero eso está mal”. Sus palabras no me sorprendieron. Escuché a otras mujeres hablar así antes.

Quizás tú también te diste cuenta: cuando un hombre tiene una lista de mujeres en su historial amoroso se lo considera un “ganador”. Pero si una mujer lo equipara en cantidad de parejas se la considerada "rápida", "zorra", “trola”. Y esta forma de catalogar a las personas es compartida, muchas veces, por ambos géneros.

Es cierto que las mujeres buscamos que el mundo escuche nuestros reclamos por la igualdad de género. Y consideramos que tenemos el poder y la valentía necesarios para conseguirlo. Pero, ¿por qué es tan difícil? Si todas queremos lo mismo, ¿acaso existe una contra-lucha?

Feminismo, tan compartido que se nos olvida

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Feminismo e igualdad de género van de la mano, ¿de qué tratan? La Real Academia Española define el feminismo como la “Ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres”.

Helena Suárez, del espacio cultural feminista Cotidiano Mujer, definió el feminismo en una entrevista con Vix como “un movimiento social que busca la igualdad entre hombres y mujeres, entendiendo que existe algo que es una mujer y que existe algo que es un hombre, y entendiendo que no tienen una igualdad de oportunidades. Si bien tienen cada vez más igualdad de derechos, estos no son realizados de la misma manera para hombres y mujeres”.

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En tanto que la igualdad de género o también llamada igualdad de sexos es un concepto que se extrae de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Trata de que tanto hombres como mujeres tengan los mismos beneficios y trato respetuoso para lograr la igualdad legal, cultural y social.

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Muchas veces empleamos el concepto de búsqueda de igualdad de género como sinónimo de feminismo. En parte es correcto, pero como advierte Suárez, tiene algunos peligros detrás. "El concepto de género nació de las teorías feministas, es una construcción que va más allá de la biología. En el feminismo podemos decir: ‘pedimos para las mujeres’. Pero la teoría del género cuestiona qué es una mujer. ¿Es una mujer si tiene pechos? ¿Y si no tiene pechos? ¿Y si tiene pechos pero no tiene vagina? ¿Y si se siente mujer?”

“El concepto de género es mucho más complejo que hablar solo de hombre y mujer. Y aunque en la teoría se desdibuje a la mujer, en la práctica se precisa hablar del sujeto mujer”, enfatizó.

Lo qué proclama el feminismo

La teoría del feminismo, que se ocupa de analizar la desigualdad de género y promover los derechos, intereses y asuntos de las mujeres, identifica tres grandes olas de este movimiento: el feminismo ilustrado, el feminismo liberal sufragista, y el feminismo contemporáneo.

Ana de Miguel, directora del curso Historia de Teoría Feminista de la Universidad Complutense de Madrid, explica en su libro Los feminismos a través de la historia que el conjunto de reivindicaciones que hacían las mujeres varió en función de las necesidades que tenían acorde al momento histórico y social en el que vivían. Y por lo mismo varió la forma en que se organizaron para conseguir satisfacerlas.

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El feminismo contemporáneo es el que estamos viviendo las millennials. En Occidente, se inició a comienzos de los 80 y propone un cambio en las relaciones sociales para establecer la igualdad de género en diversos órdenes como la familia, el trabajo, la política, y la educación. “La idea del feminismo no es que todos tengamos que vivir de una manera X, la idea es que todos podamos tener las mismas oportunidades”, aclara Suárez de Cotidiano Mujer.

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El feminismo busca la obtención de derechos legales para las mujeres como de contrato, propiedad y voto, derecho a la integridad corporal y a la autonomía, derecho al aborto y a los derechos reproductivos como acceso a anticonceptivos y atención prenatal de calidad. También la protección de mujeres y niñas de la violencia doméstica, el acoso sexual y la violación, derechos laborales que incluyen la licencia de maternidad y la igualdad de remuneración. Está contra la misoginia y en contra de otras formas de discriminación de género contra las mujeres.

A este feminismo, al igual que las olas anteriores, también se le reconocen puntos que generan debates internos entre feministas. Por un lado están quienes creen que hay diferencias inherentes a los sexos, y por otro aquellos que sostienen que los roles de género se deben a un condicionamiento social. También están aquellas mujeres que se dicen feministas y hacen lo contrario, y por fuera, el empuje contra feminista que se considera peligroso para la ideología.

Si hacemos una check-list de los derechos que busca alcanzar el feminismo de nuestros tiempos, podemos decir que ha avanzado mucho en los derechos legales, de salud y reproducción, laborales, y de protección a la mujer y las niñas. Todavía queda MUCHO por hacer, en especial contra la violencia doméstica y el acoso sexual, pero no podemos negar un avance en estos asuntos. ¿Podemos decir lo mismo de acabar con otras formas de discriminación hacia la mujer?

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Una realidad sobre la que tenemos que trabajar

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Usar calificativos denigrantes para con una misma o entre mujeres, por ejemplo, nombrar "trola" a una mujer que tiene citas con hombres sin intención de formar pareja, evidencia una realidad sobre la que tenemos que trabajar. Y es tan solo la punta del iceberg.

En este sentido, Suárez explicó que “la sociedad en la que vivimos conserva en su estructura una primacía del hombre sobre la mujer. A medida que crecemos incorporamos, casi sin darnos cuenta, diversos conceptos sobre qué cosas son de mujeres y cuáles de hombres, o qué es bien visto en los hombres y mal visto en las mujeres”.

Es decir, desde pequeñas, la sociedad patriarcal irriga en nuestra mente la idea de que hay ciertas cosas esperables del género masculino y del femenino. “Es por eso que vemos aceptables algunos comportamientos pero nos choca o llama nuestra atención cuando una mujer se comporta como esperamos que lo haga un hombre”, agregó Suárez.

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El análisis que hace la integrante de Cotidiano Mujer es compartido por Daniela Sena y Rafaela García del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), el organismo rector de las políticas de género del Ministerio de Desarrollo Social de Uruguay.

Tanto Sena como García cumplen funciones en la división Violencia de Género de Inmujeres y al analizar información proveniente del Instituto Nacional de Estadística, de las encuestas continuas de hogares y de las encuestas de juventud, corroboraron que las desigualdades en empleo, acceso a la salud y a la educación es diferencial entre hombres y mujeres.

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“Una mujer y un varón que son madre y padre, a mayor cantidad de hijos, el varón apuesta por más horas de trabajo remunerado. En cambio, la mujer, a mayor cantidad de hijos se retira del mercado y se dedica al trabajo no remunerado y a los cuidados. Esto refleja claramente la distribución sexual del trabajo y de lo que es esperado para mujeres y varones”, ejemplificó Sena.

Y agregó: “Son diferencias que a largo plazo generan desigualdades en la tenencia de poder, en el acceso a una vivienda propia, en el manejo de recursos económicos, de ser una persona autosuficiente o no serlo, de que los cuidados recaen siempre sobre una y no sobre otro”.

La conclusión de Sena es clara: “Somos mujeres y varones quienes sostenemos este sistema de desigualdades en donde las mujeres tenemos un rol de subordinación, y cuesta correrse de este sistema, nos cuesta a todos y a todas”.

García acotó que “correrse del sistema, de lo esperado, tiene un costo, porque la sociedad le exige de otra manera a las mujeres si se corren de ese rol. Por ejemplo, si una madre se queda en el trabajo y es el padre quien lleva a los hijos al médico, es muy probable que le pregunten dónde está la madre”.

Podemos acusar a un sistema patriarcal y al uso social, pero veamos más allá. ¿Acaso las mujeres no somos responsables si continuamos fomentando diferencias entre nosotras?

La banalización del feminismo

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Decidir con quién o con cuántas personas salir es también un derecho que las mujeres que nos consideramos a favor de la igualdad de género defendemos. También queremos que la sociedad reconozca que merecemos un sueldo acorde a nuestro cargo y que somos muy buenas al volante, e incluso que nos dejen de considerar débiles para algunas tareas. Estos derechos suelen ser los más recordados en redes sociales, cadenas de mensajes de textos y manifiestos feministas que compartimos.

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Suárez consideró que “ahora el feminismo está de moda, porque se da una explosión de las comunicaciones que ha beneficiado a todos los movimientos sociales” y agregó que “es bueno que más gente hable del feminismo y que circule más información porque es como un baño de inmersión”.

Pero también advirtió “que el feminismo se ponga de moda no es malo, lo único malo que le pasa, como a todos los movimientos sociales, es la banalización. Apretamos el botón de me gusta, pero ¿qué hacemos después?”.

García opinó igual que la integrante de Cotidiano Mujer: “Sin dudas las redes sociales son una herramienta. Después está en el uso que le damos como todas las herramientas, y en cómo nos vemos hacia esos cambios”.

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Seamos sinceras: ¿quién de nosotras al ver una imagen con un mensaje al estilo “no somos princesas” no la compartió en su muro de Facebook? Sí, han cobrado tanta fuerza como una moda, pero ¿los compartimos porque realmente hicimos un cambio de pensamiento?

Lo cierto es que al darle me gusta a una publicación o compartir una imagen con un mensaje SIN ANTES hacer un cambio de pensamiento estructural, no estamos aportando nuestro grano de arena a favor de la igualdad de género como creemos. Si no nos ponemos nuestros “lentes de género”, solo estamos haciendo marketing personal en las redes sociales, porque reaccionamos en pos de la imagen atractiva que queremos proyectar: todo lo que refleja que somos personas con valores atractivos debe ser compartido, el resto queda afuera.

Cada una hace con sus redes sociales lo que quiere, pero si tanto predicamos el feminismo tenemos que preguntarnos: ¿Queremos que NOS VEAN como mujeres que respetan a su propio género o queremos SERLO?

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¡Nosotras podemos!

Si REALMENTE nos identificamos con la ideología del feminismo, tenemos que reestructurar nuestros pensamientos antes de llenar nuestro muro de publicaciones con bonitas caligrafías y fotos. Tenemos que llamarnos la atención a nosotras mismas cada vez que tenemos algún pensamiento del tipo “Ese trabajo no es para una mujer”, “Si me quedo en casa a cuidar los niños y hacer las tareas soy una dominada”, “Mira cuántos hijos tiene… por qué no se busca un trabajo”.

¿De qué sirven los “me gusta”, los emoticones con pulgares hacia arriba, y los compartir si conservamos un modelo patriarcal en nuestra mente? ¿Qué sentido tiene si nos creemos superiores a otra mujer porque tenemos estudios terciarios y ella no terminó el secundario, o porque trabajamos en una oficina y ella como empleada doméstica? Estas también son formas de menospreciar a nuestro género y más aún, de tener prejuicios en base al género.

¿Acaso queremos tener una actitud de prepotencia entre mujeres? De ser así estaríamos teniendo una actitud muy parecida al machismo que tanto criticamos, con la única diferencia de que seríamos mujeres contra mujeres.

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Pero el cambio no solo debe producirse en silencio dentro de cada una, también nos tenemos que ayudar entre mujeres. Cuando veamos que una amiga o una compañera tiene hace un comentario “machista”, podemos llamarle la atención así como también deberíamos dejar que nos marquen a nosotras. No será fácil desterrar esa estructura mental, son muchas décadas y generaciones de un sistema patriarcal que hemos continuado. Pero sí, ¡podemos!

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“Es un tema que nos implica a todos, desde cómo educamos a nuestros hijos, cómo nos ubicamos frente a nuestra pareja, a una persona que no tiene pareja, qué tipo de insultos usamos para una mujer y para un hombre. Hay que cuestionarnos mucho”, concluyó Suárez.

Sena hace una observación: “Puede pasar que seamos muy feministas en ciertos aspectos de nuestra vida, pero seguramente en un abrir de ojos se nos escape algún comentario conservador o poco feliz. Pero lo importante es tener la actitud de seguir trabajando, de poder decir ‘en esto estuve mal, no me di cuenta’.

Si nos sorprendemos teniendo un pensamiento basado en un prejuicio de género, ¡quitémoslo! Y si son nuestras amigas las que lo tienen, ¡llamémosles la atención! Es un principio feminista ayudarnos entre nosotras, como lo es también aprender de otras mujeres.

Tal vez luego de reflexionar sobre las cosas que hacemos y decimos, comprendamos su significado y podamos entender quizá una de las mayores razones por las que la lucha por la igualdad de género que promueve el feminismo es un camino que parece no acabar.