Qué es lo que realmente enseña la Biblia sobre el diezmo y la Iglesia ha disfrazado

El diezmo es una práctica económica recurrente en muchas religiones que consta en apartar el 10% de tus ingresos y brindarlos a tu congregación local con el fin de sustentar la obra con un monto fijo. Sin embargo, también se ha utilizado como método de extorsión para generar lucro desmedido por parte de muchos religiosos (lo que no quiere decir que todos sean así).

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Este tipo de ofrenda porcentual se instaló en el canon cristiano desde los días de Abram (antes de que fuese Abraham) y fue costumbre en Israel, por lo que deberíamos analizarlo en dicho contexto sociocultural. Pero la llegada de Jesús, que supone el inicio del cristianismo, rompió con lo preestablecido y cambió el paradigma hebreo y es lo que sirve de fundamento para rebatir lo que muchas iglesias profesan. Al fin y al cabo, recordemos que el Nuevo Testamento no solo jamás menciona el diezmo como exigencia, sino que lo hace como comparación con actitudes erróneas.

¿Qué es realmente el diezmo y por qué NO deberíamos darlo? O sí...

Uno de los pasajes que más se utilizan a la hora de incitar a los congregantes es Malaquías 3:10:

«Traigan todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa. Pruébenme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, a ver si no abro las ventanas de los cielos y derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde».

Si bien, nuevamente, debemos analizar lo dicho considerando el contexto social y la ubicación temporal, cuando se menciona el «alfolí» no se está refiriendo a un canasto o alforja en donde se debe depositar dinero, ¡mucho menos una cuenta bancaria! Un alfolí es un granero público, almacén de granos o sal, que servía como contenedor para provisiones, generalmente de orden comunitario.

Con el fin de regularizar las exigencias humanas, el Dios de Israel diseñaba leyes que contemplaban la frágil condición de su codiciosa creación (el hombre). Para evitar corrupción dentro del pueblo, se ordenó que el diezmo siempre fuera dado en productos consumibles: trigo, vino, aceite, animales, etc.

Estos eran almacenados en el granero y de ellos se extraía lo que los Levitas, descendientes de Leví consagrados para el servicio del Tabernáculo y el Templo de Jerusalén, usarían como sustento. En otras palabras, comían y vivían de lo que el pueblo ofrecía voluntariamente, pero, bajo ningún concepto, se hacían ricos mediante aquello.

Por otra parte, en toda la Biblia se observa que el diezmo, estrictamente definido como el 10% de lo producido en un lapso de tiempo, era otorgado únicamente por propietarios de tierras y animales. Sirvientes y jornaleros no diezmaban, ya que su remuneración era en metálico o no era suficiente como para hacer un sacrificio que no desestabilizara su economía. No obstante, si alguien hubiese decidido comprar un animal y sacrificarlo, podía hacerlo según dictara su corazón, siendo este el fundamento de un verso que aparece en el Nuevo Testamento ( 2da Corintios 9:7):

«Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría».

¿El diezmo es obligatorio y un requisito para el que cree en Dios?

La no obligatoriedad de la ofrenda y el diezmo es la base de la primera comunidad Cristiana (conocida como Iglesia primitiva), en la que se daba prioridad a la caridad y al sustento de quienes pertenecían al grupo de congregantes a través de lo que cada uno donaba de forma voluntaria.

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Para ejemplificarlo podemos tomar el caso de las comunidades en Twitch o Patreon, en donde cada persona ofrece lo que puede y quiere que esa ‘familia’ continúe proyectando lo que generó el vínculo existente, sea entretenimiento —en este caso— o la fe, en el caso de la Iglesia primitiva.

Las personas se sentían identificadas con la comunidad a la que pertenecían. Ofrecían su tiempo y recursos porque se adherían a lo que se predicaba, en otras palabras, por convicción.

¿La salvación y la "bendición" están relacionadas con el dinero?

En Hebreos 10, el apóstol Pablo describe lo antes dicho por Jesús, con el fin de refutar la costumbre judía relacionada con el sacerdocio:

«Primero dijo: "Sacrificios y ofrendas, holocaustos y expiaciones no te complacen ni fueron de tu agrado" (a pesar de que la ley exigía que se ofrecieran). Luego añadió: "Aquí me tienes: He venido a hacer tu voluntad". Así quitó lo primero para establecer lo segundo. Y en virtud de esa voluntad somos santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo, ofrecido una vez y para siempre».

Los hebreos tenían una costumbre que comprendía varios tipos de sacrificios, conocida como Korbán. Esta ofrenda de ‘acercamiento a Dios’ no solo intentaba expiar pecados, como podría deducir cualquier persona, sino también expresaba gratitud y dependencia.

De esta manera, los judíos entendían que debían sacrificar y ofrendar sus mejores posesiones en función de agradar a Dios, lo cual fue revocado por Jesucristo mediante su sacrificio «una vez y para siempre». Y en este sentido, queda bastante claro que no existe pertenencia material que compre un ticket hacia lo divino.

Pero dando mi dinero estoy bendiciendo a otros, ¿verdad? (No lo sé, Rick...)

En otro pasaje ( Mateo 10: 8-9), Jesús enseña:

«Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los que tienen lepra, expulsen a los demonios. Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente. No lleven oro ni plata ni cobre en el cinturón, ni bolsa para el camino, ni dos mudas de ropa, ni sandalias, ni bastón; porque el trabajador merece que se le dé su sustento».

Claramente, esta enseñanza insta a no hacer usufructo de lo divino. Aquel que trabaja es digno de su salario, pero lo que un seguidor de Cristo ofrece y recibe debe ser gratuito. La misión, estrictamente hablando, sería la de predicar el evangelio y brindar tu tiempo a otros de formas más cercanas y humanas. *Caridad da cualquiera, el amor escasea.*

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En resumen:

¿Debo dar un diezmo obligatorio si en algún momento me siento interesado por alguna religión cristiana?

Puedes darlo y puedes no hacerlo. Si vas a ofrendar, debes hacerlo con consciencia y alegría, según tu instinto te guíe y si es por empatía con los proyectos de una comunidad o para beneficiar al más necesitado, entendiendo que el Dios al que estás ofreciendo tu gratitud no está interesado en tu dinero.

Literalmente, el Señor de los cristianos dice (Salmos 50):

«No te reprendo por tus sacrificios ni por tus holocaustos, que siempre me ofreces. No necesito becerros de tu establo ni machos cabríos de tus apriscos, pues míos son los animales del bosque y mío también el ganado de los cerros (...) Si yo tuviera hambre, no te lo diría, pues mío es el mundo, y todo lo que contiene. ¿Acaso me alimento con carne bobina, o con sangre de machos cabríos? ¡Ofrece a Dios tu gratitud, cumple tus promesas al Altísimo! Invócame en el día de la angustia; yo te libraré y tú me honrarás».

Así que si un día tratan de jugar tu economía o la de alguien que conoces, ejerciendo coacción sobre las decisiones, recuérdale que si algún día Dios llegase a tener hambre, no nos pediría dinero prestado justamente a nosotros…

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