¿Por qué no podemos visitar las pinturas rupestres de la Cueva de Altamira?

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Camuflada entre los prados que franquean la ciudad de Santillana del Mar, en la comunidad española de Cantabria, la Cueva de Altamira es uno de los lugares en los que reposa uno de los grandes hitos de la humanidad: las consideradas como primeras pinturas rupestres del hombre, las cuales datan de, según los expertos, hasta 35 millones de años de antigüedad.

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Sin embargo, tan preciado tesoro se ha visto limitado recientemente a diversas restricciones que nos llevan a preguntarnos por qué no podemos visitar las pinturas rupestres de la Cueva de Altamira.

Cuando el turismo amenaza a la Historia

Hace 35 millones de años, los llamados dibujos auriñacientes, similares a un boceto, comenzaban a dar pistas del arte que se desarrollaría durante las siguientes fases de la Prehistoria. Fue alrededor del período conocido como magdaleniense, el mismo en el que los antiguos hombres comenzaron a manipular los restos óseos como herramientas, cuando nacieron las primeras pinturas rupestres (dibujadas en la roca) de las que se tienen constancia.

Concretamente, el primer foco de esta corriente artística se localiza en una cueva de 10 kilómetros de profundidad desde la que sus habitantes podían controlar los prados y obtener refugio por igual. Fue en aquel momento cuando la idea de decorar la cueva con pinturas de toros, bisontes o figuras de corte más figurativo inundaron la conocida como "Capilla Sixtina del arte rupestre", situada en Cantabria.

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Tras sufrir un derrumbe hace más de 13 mil años, la cueva fue descubierta en 1868, momento a partir del cual numerosos expertos se movilizaron hasta la localidad de Santillana del Mar para dictaminar el origen y valor de estas pinturas. Convertida en una de las grandes atracciones turísticas del norte de España, especialmente tras su designio como Patrimonio de la Unesco en 1985, la Cueva de Altamira ha sufrido diferentes impactos provocados por el turismo y la simple presencia de los hombres "modernos".

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Visto el reducido aforo de la cueva en comparación a las largas colas de turistas, en 2001 fue inaugurado el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, una réplica de la cueva original cuyo objetivo era reducir las masificaciones que deterioraban enclaves como la Gran Sala de la Cueva de Altamira, corazón de un espectáculo erosionado por la simple respiración del visitante y, especialmente, por la presencia de unos microorganismos fotótrofos que se activan con la luz.

A lo largo del siglo XXI, muchas han sido las limitaciones que los turistas han encontrado a la hora de visitar la Cueva. Durante ciertos períodos, las instalaciones originales fueron cerradas, en otros se experimentó con un tope de 8500 turistas por año y, finalmente, el único acceso a la cueva se permite a 5 turistas cada viernes de la semana y durante 37 minutos de visita. Una prueba más de los ciertos sacrificios que, en ocasiones, exige la conservación histórica. 

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El motivo por el que no se puede visitar la Cueva de Altamira tan fácilmente reside en el impacto de la actividad turística respecto a uno de los grandes tesoros de la humanidad. Disfrutemos mientras tanto de la conseguida réplica que yace junto a la cueva original y ayudemos a conservar las huellas del pasado, de ese arte paleolítico que confirma la constante necesidad del hombre por crear y ser recordado. 

¿Te gustaría visitar la Cueva de Altamira?