¿Por qué los jóvenes están más deprimidos que antes? La ciencia tiene esta idea

De acuerdo con el sitio suicide.org un joven entre los 15 y 24 años se quita la vida cada 100 minutos. El suicidio juvenil aumenta a un ritmo preocupante, ya que detrás de cada suicidio registrado existen de 100 a 200 intentos. Algunos expertos, como la psicóloga Kathy Harms, señalan que los índices de suicidio aumentaron alrededor de la década de los 90.

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Entre las posibles causas de estas lamentables estadísticas se encuentran las preocupaciones económicas y una mayor presión tanto en la escuela como en el hogar. En un artículo publicado en The Atlantic, Jean M. Twenge explicó que esta crisis moderna de los adolescentes encuentra su causa en la dependencia a los celulares y a las redes sociales.

¿Tanto Facebook nos pone tristes?

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Según Twenge, la salud mental de la generación millennial está bajo el ataque de una preocupación constante por encajar. Tanto así que desde que se empezaron a vender los celulares (en especial el iPhone) en 2007, los adolescentes dejaron de salir tanto con sus amigos, de ir a menos citas románticas y hasta de tener sexo. También aumentó su sentimiento de soledad.

El trabajo de Twenge se basó en la encuesta de " Monitoreando el Futuro", pero esta información publicada demuestra algo más si se observa con cuidado, como lo hizo Alexandra Samuel. Esta especialista en redes sociales se dio cuenta de que, en efecto, la juventud actual está más deprimida que antes, pero que su dedicación a Facebook, Instagram o Twitter no es un factor determinante.

Entre estudiantes de preparatoria en Estados Unidos, quienes pasan más de 10 horas checando sus redes sólo son un 0.55 % menos felices que aquellos que le invierten menos de 10 horas. Es más, quienes de plano no tienen redes sociales sienten más descontento con la vida que quienes las visitan unas 6 o 9 horas a la semana.

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Sí, es un hecho que la juventud actual está más triste y este sentimiento coincide con la popularidad del iPhone, pero los números no demuestran que las infames redes sociales sean el gran culpable... ¿Entonces qué carambas es lo que está pasando?

Alexandra Samuel revisó y revisó el resto de las gráficas y estadísticas para ver si encontraba perdida por ahí alguna otra causa relevante. Y sí la encontró.

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Las redes sociales no son un problema sólo de chavos

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A partir del 2008 aumentó de manera significativa el número de usuarios de redes sociales entre todas las generaciones de todas las edades. De hecho, las personas entre 18 y 19 años no tuvieron un crecimiento tan sorprendente (porque lo tuvieron en 2006). Pero ¿sabes qué grupo sí se metió de lleno a esta vida tecnológica en ese año? Los de 29 a 49 años.

Antes del iPhone, sólo un 6 % de estos adultos tenían un perfil en línea. Después de la salida de este smartphone, la cifra llegó a un 44 %. La relevancia de este número es que es en este sector de la población se encuentran (redobles, por favor) los padres de la generación millennial.

Existe un estudio de John Unger Zussman en el cual se analizó qué sucedía cuando un padre cuidaba a sus hijos mientras realizaba otra actividad, en este caso, mientras resolvían anagramas. Los resultados demostraron que esta competencia por la atención de los papás tenía efectos adversos en los pequeños.

Comportamientos positivos como la interacción, la estimulación y el apoyo se reducen cuando el adulto hace malabares entre atender a sus hijos y realizar cualquier otra actividad. En cambio, actitudes negativas como las críticas y los castigos aumentan, porque dan resultados inmediatos.

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Una relación saludable con sus papás o tutores es esencial para la salud emocional de los hijos, sean bebés o adolescentes. De hecho una familia disfuncional es uno de los factores de riesgo en cuestión de suicidios.

Es importante mencionar que este tema nos invita a reflexionar este fenómeno en un sentido amplio. No se trata de señalar a un único responsable para echarle encima toda la culpa y listo, tan tan. Tampoco se arreglará quitándoles los celulares a padres e hijos, y encerrándolos en un cuarto para obligarlos a que se amen.

La clave está en aprender cómo utilizar la tecnología y enseñarle ese conocimiento a las generaciones más jóvenes. Así lograremos un equilibrio entre la vida digital y "la vida real".

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