Planean cerrar el mayor campo de refugiados del mundo, ¿dónde quedan sus derechos?

El campamento Dadaab es el mayor campo de refugiados del mundo. En él residen más de 340.000 personas, según datos de las Naciones Unidas. Más del 90% proviene de Somalia, aunque también hay personas de Sudán del Sur, Etiopía y el Congo.

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Ahora y por razones de seguridad, las autoridades de Kenia planean cerrar el campamento de Dadaab y esperan que 176.000 vuelvan a su país voluntariamente. 

Las autoridades temen que los terroristas de Al Shabaab estén activos en los campamentos. Desde 2011, las tropas kenianas participan en la misión de la Unión Africana en Somalia en la lucha contra Al Shabaab, y temen que se vuelvan a realizar atentados terroristas.

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El campamento ha ofrecido alimento, refugio, cuidado de la salud y educación a cientos de refugiados durante 25 años.

Según el secretario principal del Ministerio del Interior y Coordinación del gobierno nacional, doctor Karanja Kibicho, Kenia ha acogido a más de 600.000 refugiados durante más de un cuarto de siglo soportando una carga económica, de seguridad y medioambiental muy pesada.

Miedo e incertidumbre

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Frente al anuncio, cientos de personas han decidido abandonar el campamento apresuradamente por miedo a lo que les deparará el futuro. 

Sin embargo, el lugar al que regresan todavía está en progreso. Somalia se encuentra dividida por separaciones de clanes y rivalidades políticas regionales, y de a poco busca convertirse en un estado federal en funcionamiento.

Actualmente, el país no puede garantizar un apoyo o sustento para los refugiados que vuelven a su país. No hay baños, ni refugios, ni agua, ni medicación, ni educación, por lo que muchos se preguntan qué les deparará a los cientos de refugiados.

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Somalia ya cuenta con miles de personas que viven en campamentos para los desplazados, donde las agencias de ayuda buscan cubrir las necesidades. Pero las nuevas llegadas, aumentan la presión. 

Posturas encontradas

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A pesar de lo que sostienen las autoridades de Kenia, el enviado especial para refugiados somalíes de las Naciones Unidas, Mohamad Abdi Affey, sostiene que el cierre del campamento Dadaab es una decisión que los refugiados deben tomar cuando y si quieren volver a su país.

La Organización de las Naciones Unidas ha sido criticada por no hacer lo suficiente para demostrarle a los refugiados que tienen derecho a quedarse.

La falta de información, el miedo y la incertidumbre, generan que las personas vuelvan a Somalía, con sus familias, a vivir en situaciones mucho peores.

Si bien la reubicación en otros países no parece ser sencilla, organizaciones a favor de los derechos humanos y los derechos de los refugiados, como Amnistía Internacional, sostienen que Kenia debería considerar soluciones permanentes para la plena integración de las personas refugiadas, ya que esta medida pone en riesgo las vidas de los refugiados.

Volver a estar peor

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La vida de los refugiados no es sencilla, pero partiendo de la base de que se van de sus países por inseguridad, miedo, falta de oportunidades, y sobre todo, para sobrevivir, regresar a ellos no es una opción válida.

Somalia se encuentra en recuperación, es un país frágil y aún no tiene la infraestructura necesaria para recibir de vuelta a los miles de refugiados y garantizar su bienestar.

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La coordinadora de Médicos Sin Fronteras en Kenia, asegura que los regresos reciben subvenciones de Kenia (unos 200 dólares por persona). La ONU calcula que en lo que va del año 12.177 refugiados han regresado a su país, 1.300 en la primera quincena de julio. Pero, ¿es ese dinero suficiente?

Algunos deciden irse apostando a la recuperación de su país, otros se van por el miedo y la falta de información y están aquellos que quieren quedarse en Dadaab, un lugar que les ha permitido más que sobrevivir y tener un lugar donde dormir, formar un hogar, estudiar y rearmar sus vidas.

La falta de ayuda

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En una de las reuniones de la ONU en Bruselas, el año pasado, los países representados prometieron 110 millones de dólares para asegurar el retorno y la reintegración de los refugiados somalíes. Según el diario Daily Nation, a mediados de este año solo se habían recibido 7,2 millones, es decir, un 6,5% de los fondos.

Fondos que se destinarán a las repatriaciones y a construir infraestructuras en zonas seguras de Somalia, para garantizarles a los refugiados un regreso seguro y duradero.

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Con todo lo que ya han vivido, ¿se merecen ser echados de sus nuevos hogares? ¿Se supone que deban volver a su país aunque no tengan cómo sobrevivir?

Muchos creen que por ser una gran violación a los derechos, el campamento de Daabad no podrá cerrar sus puertas. Pero lo cierto es que ya se les ha dicho a cientos de personas que deben retornar, una exigencia que ni siquiera se respalda con ayuda económica u ofreciéndoles un techo. 

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Se los obliga a irse «a la nada», a tener que volver a armar sus hogares de cero, a luchar por sobrevivir. ¿Hasta cuándo seguiremos haciendo oídos sordos a los derechos de los refugiados?