Nueva Zelanda y sus montañas azules

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Los viajeros europeos que visitaron por primera vez la hermosa isla de Nueva Zelanda quedaron impresionados por los altos picos nevados de la cordillera que la recorre a lo largo de 435 kilómetros y, por la similitud con los que ya conocían desde la cuna, les dieron el nombre de Alpes Meridionales. Pero en la lengua de los maoríes, primeros habitantes de la región, se llama Kahurangi, o sea repisa o balcón de los cielos.

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Alpes Meridionales

Todo el conjunto forma un mundo asombroso de roca y hielo, de mesetas resecas, de valles llenos de verdor y de imponentes glaciares. Hay cientos de picos que sobrepasan los dos mil metros y algunas decenas de más de tres mil, ocupando casi dos tercios de la longitud total de la isla.

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Allí todo es inmenso, montaña y llanura, río y cielo. Desde lo alto del Monte McKenzie se ve un mar de nubes del que emergen, como si fueran islas, otros picos. Este monte recibió el nombre por un escocés legendario que se dice robaba ovejas a los ganaderos del llano y las llevaba hacia la cima donde tenía su escondite.

Su fama, junto con la de su perro pastor, se fueron acrecentando y se los menciona en libros, canciones y hasta se ha basado en ellos una serie televisiva, con el agregado de una letra a su apellido el lugar donde moraba es conocido hoy como “País de Mackenzie”.

Para llegar allí se parte de Christchurch, se atraviesan colinas bajas y redondeadas donde pastan numerosos rebaños y se llega a un tosco camino que atraviesa el paso por el que él conducía el fruto de sus robos, la montaña va elevándose y el sendero gira una y otra vez.

Cuando los montes vuelven a separarse llegamos a un bellísimo valle en forma de V rodeado de montañas azules coronadas de nieve. Un monumento señala la fecha en la que fue capturado, aunque cuenta la leyenda que más tarde escapó.

A 30 kilómetros otro monumento recuerda a su fiel compañero, indicando que sin la ayuda de esos maravillosos perros el pastoreo de las ovejas en la zona sería imposible.

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Parque Nacional del Monte Cook

Más allá hay bosques de hayas y entramos a las setenta mil hectáreas del Parque Nacional del Monte Cook (cuya cima se eleva hasta los 3764 metros). Hasta el lugar llegan escaladores de todo el mundo a realizar prácticas para ascender luego a mayores alturas y las comodidades para recibir a los visitantes no faltan.

Pero al parque no lo forman sólo montañas, vemos valle tras valle, algunos con grandes morenas glaciares, otros llenos de flores y verdor. Hay cascadas deslumbrantes, donde la luz del sol parece jugar entre el agua que cae.

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Vuelan sobre la zona palomas de cola de abanico y rifleros, ellos desde el aire pueden deleitarse con la magnífica vista del glaciar Tasman que fluye a lo largo de 29 kilómetros, con un ancho de dos o tres kilómetros.

Hacia el sur hay campos dorados, desfiladeros y el paso Haastentre montes lluviosos donde la selva de enredaderas parece cubrir el camino, por él llegamos a “la Costa Occidental”. En ella nos reciben largas costas de playas bañadas por un fuerte oleaje, montañas que se adentran en el mar, bosques interminables de coníferas, ríos turbulentos, lagos y hasta glaciares que descienden hasta los trescientos metros sobre el nivel del mar.

Nuestros ojos e asombran y maravillan a cada paso que damos, todo es bello y sobrecogedor. Toda Nueva Zelanda es impactante y sus Alpes Meridionales lo son aún más.

¿Te gustaría recorrer estos paisajes? ¿Cuál es tu zona favorita de Nueva Zelanda?

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