¡Muy triste! Esto es lo que en realidad sucede en los santuarios de elefantes

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Explorar tierras asombrosas, probar comidas exóticas y montar en elefante son las típicas actividades que un turista tiene en su to do list cuando viaja a Tailandia.

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Así es: los elefantitos (y otros animales) se han convertido en una forma de hacer negocio. Como consuecuencia de ello, semanas atrás, murió un elefante de 15 años sometido a estas prácticas solo para darles el placer a los turistas de llenar los perfiles de sus redes sociales con fotografías ''exóticas''. Si bien esta especie de animales suelen alcanzar los 40 años de edad, a raíz de este tipo de vida Sambo sufrió un ataque cardíaco y murió 25 años antes de lo esperado.

¿Son los ''santuarios'' el mejor espacio para estos bellos animales?

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La antigua práctica de montar elefantes mientras son controlados por los mahouts (las personas que llevan a cabo este negocio) es muy dañina para estos animales. 

Para empezar, estos ''santuarios'' no son los lugares donde estas criaturas tendrían que estar. A este respecto, una experta en protección animal salvaje de Asia asegura que los elefantes no nacieron para vivir en cautiverio.

El ''cuidado'' que reciben allí

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A pesar de que los santuarios tienen la fama de ser lugares donde el animal está protegido y bien tratado, lo cierto es que los de Chiang Mai en Tailandia se encuentran lejos de esta realidad idílica. 

En condiciones de calor insoportable (en lugar de estar en bosques con suficiente sombra), los pobres animales son atados a un árbol que les proporciona una mínima sombra para tolerar la temperatura media de 40 grados.

Por otro lado, la alimentación que reciben no es la más saludable y nutritiva. Para que se entretengan y luego puedan decir que "le dieron de comer a un elefante", a los turistas les permiten alimentarlos con bananas y caña de azúcar. Pero esos bocadillos que para unos son una diversión, representan en realidad una amenaza para la salud de los elefantes. Esto se evidencia con total claridad en su aspecto: sus ojos adquieren un aspecto ''lloroso'' como consecuencia de el consumo excesivo de azúcar.

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Tratos aparentemente necesarios

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Quienes se encargan de controlar a los animales lo hacen tirando de sus orejas y gritándoles. Los mahouts les aseguran a los turistas que no sienten dolor, pero en realidad es imposible tener la certeza de que son insensibles a esto.

A su vez, les gritan muy fuerte, dado que supestamente los elefantes ''no escuchan''. Lo cierto es, sin embargo, que estos animales tienen una gran capacidad escucha y esos gritos no hacen otra cosa que estresarlos.

La demanda del negocio y la cruel ignorancia

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Durante la temporada alta, entre 20 y 30 personas visitan cada campo de elefantes.

Si bien estos lugares ofrecen mejores condiciones que hace unos años atrás, todavía queda mucho por hacer. Los dueños de estos sitios y también los empleados generalmente tienen buenas intenciones, pero no cuentan con un conocimiento científico y biológico sobre el comportamiento de estos animales. Desconocen que sus prácticas pueden ser muy amenazantes para la vida de estas criaturas.

¿Entonces? Ver un elefante de cerca no es algo que sucede todos los días y es normal experimentar el impulso de registrarlo y compartirlo con los demás. De todas formas, es importante recordar que se trata de seres vivos, que sienten y sufren igual que nosotros y no merecen estar sometidos a este tipo de tormentos por un simple capricho nuestro.

Los expertos ya lo dijeron, ''los elefantes no nacieron para vivir en cautiverio''. Creo que la única manera de luchar en contra de esta injusta situación es, primero que nada, siendo consciente de ella y luego, claro está, no fomentándola.

ALERTA: No deberías montar un elefante en Tailandia por estas razones