Murió Liu Xiaobo, activista chino y ganador del Premio Nobel de la Paz

En 2010, durante su cuarto período como prisionero político en China, tras muchos años de activismo en pos de la democracia en su país y de abogar por una reforma política que eliminara el sistema comunista de partido único, Liu Xiaobo fue distinguido con el Premio Nobel de la Paz, «por su prolongada y pacífica lucha por los derechos humanos fundamentales en China», convirtiéndose en el primer chino residente en su país ganador de un Premio Nobel (y en el tercero en hacerlo mientras era prisionero).

PUBLICIDAD

Naturalmente, no pudo ir a recibirlo. En su lugar, había una silla vacía.

Su estadía en prisión se extendió desde entonces hasta hace un par de semanas, cuando se dio a conocer que Liu Xiaobo había sido diagnosticado con cáncer terminal, y le fue concedida la libertad condicional por enfermedad.

Este martes, las autoridades del hospital en que se encontraba, anunciaron su muerte. Tenía 61 años y era el activista por la democracia y los derechos humanos más notorio de su país.

Desde Tiananmén

Imagen Getty Images

Liu Xiaobo comenzó a hacerse conocido a mediados de la década de 1980 en círculos literarios y académicos de China, en los que irrumpió como crítico y se destacó por sus agudos comentarios y opiniones radicales, que sacudieron un ámbito intelectual presumiblemente acartonado y algo estancado.

Más tarde cobró renombre internacional, publicó dos libros que combinaron crítica literaria con elementos políticos y filosóficos y pasó a dar charlas y conferencias en universidades de diferentes partes del mundo.

Su vuelco definitivo hacia el activismo político ocurrió en 1989, durante las trístemente célebres protestas de la Plaza de Tiananmén, que reclamaban un giro democrático en China.

Xiaobo estaba en Nueva York por asuntos académicos, pero decidió volver a Beijing y jugó un rol central en las protestas. Lideró una huelga de hambre días antes de la masacre que perpetraría el gobierno el 4 de junio.

Es considerado, sin embargo, uno de los principales responsables de convencer a muchos estudiantes a abandonar la plaza durante estos eventos, salvándoles, posiblemente, sus vidas.

PUBLICIDAD

Esto le valió su primera incursión en la cárcel. Entre 1989 y 1991 fue prisionero en Qincheng Prison, una de las más conocidas prisiones de máxima seguridad de China, acusado por el gobierno de inspirar conductas y diseminar mensajes contrarrevolucionarios. Para salir, tuvo que firmar una “carta de arrepentimiento”. Con esta experiencia, definitivamente se convirtió en una de las voces más activas y destacadas de la defensa de la democracia y los derechos humanos.

Imagen Getty Images

Entre 1995 y 1999 fue encarcelado en otras dos oportunidades bajo cargos de alterar el orden público o algo similar, pero sería en 2009 que llegaría su condena definitiva, una sentencia de 11 años por «difundir un mensaje subversivo en contra del país y sus autoridades» que no llegaría a cumplir.

Esta última condena se desató cuando Liu Xiaobo, conjuntamente con cientos de otros activistas chinos, redactaron y firmaron un manifiesto que se conoce como Carta 08, que se difundió en diciembre de 2008 con ocasión del 60º aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Ser uno de los firmantes más notorios de este documento, que exigía reformas democráticas, libertad de expresión y religiosa, educación cívica, protección del medioambiente, un libre mercado y el respeto a la propiedad privada, le valió la persecución y la cárcel por parte del gobierno, y también su Premio Nobel de la Paz, una distinción internacional que no le agradó demasiado al gobierno chino ni dio orgullo pese a su consabido nacionalismo, por lo que censuró en el país cualquier difusión de la noticia, incluyendo un bloqueo a medios como CNN y BBC.

PUBLICIDAD

Tras su muerte, la repercusión internacional no se hizo esperar.

Angela Merkel, la canciller alemana, dedicó su tributo a «un valiente luchador en pos de los derechos civiles y la libertad de opinión».

Desde los Estados Unidos, fue el secretario de Estado Rex Tillerson el que valoró a Liu Xiaobo por «dedicar su vida a la mejora de su país y de la humanidad, y a la búsqueda de justicia y libertad».

El líder del comité noruego del Premio Nobel, Berit Reiss-Andersen, hizo foco sobre la responsabilidad del gobierno chino en la «muerte prematura» de Xiaobo, que le negó la posibilidad de viajar a otro país y acceder a un tratamiento médico adecuado para su enfermedad.

El líder de Taiwán, Tsai Ing-wen, con sus propias luchas y reivindicaciones ante China, también fue duro con el gobierno de Xi Jinping, y dijo que, con la muerte de Liu Xiaobo, espera que las autoridades chinas acepten considerar reformas políticas que permitan a los ciudadanos una mayor libertad y democracia.

«Solo a través de la democracia, en la que cada ciudadano reciba libertad y respeto, puede China convertirse en un país importante y orgulloso» aseguró Tsai Ing-wen.