Si bajamos al sur de los Andes probablemente nos topemos con la chinchilla, un roedor endémico de la zona. Al igual que el cobayo se presentan en diferentes colores. Son animales muy hermosos, apreciados por su pelaje suave y espeso, a los que se puede domesticar. Las variantes silvestres están en peligro de extinción. La característica más llamativa de una chinchilla es que expele chorros de orina o un fuerte olor cuando se siente amenazada. Tienen orejas y ojos grandes que le permiten moverse en la oscuridad entre las rocas agrestes, su hábitat natural. Son vegetarianos ―rara vez comen algún insecto― y beben el agua del rocío.
Más sobre los simpáticos roedores americanos


Un roedor muy parecido al castor habita en Sudamérica, es el llamado coipo o coipú, aunque también se le conoce como nutria. Es un animal grande con una cola larga y escamosa. Su pelaje, de color oscuro, es áspero y grueso, pero recubre a otro vello interior que se considera muy valioso. Los hábitos de este animal son nocturnos y se establecen en lugares acuáticos, donde se alimentan de frutas y vegetales. Los coipos son muy buenos nadadores y tienen una propiedad adaptativa interesante: las mamas de las hembras se ubican en los costados del cuerpo para poder alimentar a las crías sin dejar de nadar.

También podemos encontrar en regiones sudamericanas roedores manchados. Es el caso de la paca de montaña, mamífero de pelaje pardo o anaranjado con abundantes manchas redondas. Este animalito tiene ojos grandes y muy separados, así como orejas cortas. Sus hábitos, como los de la mayoría de los roedores son nocturnos. Durante el día permanece en su madriguera, donde se alimenta de semillas, hojas, tubérculos y distintos tipos de vegetales. Tiene una característica distintiva: su carne es extremadamente suave y sabrosa al paladar.
Lamentablemente la cacería y la destrucción generalizada de los distintos ecosistemas donde estos peculiares roedores habitan están provocando una paulatina tendencia a que dichas especies desaparezcan. Tanto su gracia y vitalidad como su función ecológica beneficiosa para todos los sistemas del planeta, está en peligro de extinción si el hombre continúa su explotación desmesurada de la naturaleza.









