Según el folclore germánico y escandinavo, los gnomos de jardín son pequeños personajes que viven en tu casa y se mueven por la noche. No los puedes ver, pero están ahí para protegerte. Por eso a partir del siglo XVIII los alemanes comenzaron a crear los gnomos de jardín que hoy conocemos, coloridos y barbudos.
Los ingleses ricos usaban personas como decoración de jardín

Pero eso no era suficiente para los ingleses ricachones. Una estatuilla era muy poquito para ellos y por eso decidieron ir por algo un poco más extravagante: un humano de carne y hueso.
Durante el siglo XVIII hubo una tendencia de diseño de jardines un poco extraña. Los ingleses ya no querían jardines podados a la perfección como sus rivales franceses, sino que buscaban algo más natural y rústico.
Lancelot «Capability» Brown es el padre de la campiña inglesa como la conocemos hoy, con ríos serpentinos y bosques frondosos, pero en el siglo XXI no vas a encontrar una de las decoraciones de jardín que fue tendencia en el pasado: un ermitaño.
- También te puede interesar: «¿Por qué se construyeron los Jardines colgantes de Babilonia?»
Decoración exclusiva

Los ingleses querían dejar a un lado la pomposidad y el lujo asociados con la riqueza y seguir un camino un poco más sobrio y natural.
Por eso los grandes terratenientes decoraban sus jardines con puentes, templos y árboles frondosos. Y nada dice austeridad y melancolía como un ermitaño contemplando su existencia en silencio.
En vez de colocar una estatua de buda o seguir las reglas de feng shui, ellos querían un ermitaño auténtico, pero eso no era tarea fácil, así que muchas veces los propietarios publicaban avisos en los periódicos de la época para encontrar al candidato perfecto.
Charles Hamilton, el hijo del Conde de Abercorn, publicó uno en el que ofrecía un salario de £ 700 para residir en su ermita durante siete años (unos $ 77 000 dólares en dinero de hoy).
Dicho así suena como un gran trabajo, solo tienes que despertarte todos los días en la casa de jardín de algún ricachón y listo, te haces (medianamente) rico.
Pero había una trampa: los elegidos debían vestirse como druidas, tenían prohibido bañarse y cortarse las uñas y no podían hablar con nadie.
Como era de esperarse pocos hombres soportaron la vida de ermitaño y para finales del siglo la tendencia más extraña de todas ya había llegado a su fin. La moda de los ermitaños de jardín se acabó y en su lugar llegó el menos apestoso gnomo de jardín.
- Sigue leyendo: «El curioso jardín de enanos en Austria»







