Los buses de Corea del Sur llevan curiosos pasajeros de plástico

Una niña está en un autobús de la capital de  Corea del Sur, Seúl. Está sentada inmóvil, con las manos en la falda y una expresión solemne en el rostro. No es una pasajera habitual, está hecha de plástico y es un recuerdo de un capítulo triste de la historia del país.

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Cinco buses de la capital cargan estatuas de este tipo, mujeres que parecen niñas y usan el vestido tradicional coreano ( hanbok). Las estatuas forman parte de la conmemoración del Día internacional de las mujeres de solaz, una fecha en la que se recuerdan a las mujeres secuestradas por los soldados japoneses durante la Segunda Guerra Mundial y convertidas en esclavas sexuales. 

«(Las figuras) están diseñadas para recordarle el sufrimiento de estas mujeres a los surcoreanos», explicó Rim Jin-Wook, el director del servicio de transporte que organizó la instalación, a  Channel News Asia, «queremos que la gente no olvide nuestra dolorosa historia».

Las estatuas viajarán hasta setiembre, cuando serán movidas a otros espacios públicos y, si bien es una iniciativa privada, el alcalde de Seúl la apoyó diciendo que era una «oportunidad de rendir homenaje a las víctimas».

Un capítulo vergonzoso

Japón no fue siempre el país pacifista que conocemos ahora. Antes del animé y las modas extrañas, la historia del país asiático estaba plagada de acontecimientos oscuros.

Antes y durante de la Segunda Guerra Mundial, el ejército imperial de Japón esclavizó hasta 200 mil mujeres de Corea, Taiwan, China y las Filipinas, según un reporte de  Amnistía Internacional. Las mujeres eran engañadas bajo falsas promesas y después las obligaban a trabajar en burdeles bajo condiciones brutales.

Después de la guerra las «mujeres de solaz» quedaron en la oscuridad, como un secreto vergonzoso, hasta que, en 1991  Kim Hak-soon, una de las víctimas, contó su experiencia y le abrió la puerta a un centenar de mujeres que se atrevieron a testificar sobre su sufrimiento.

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Pasaron más de 50 años, pero recién en 2015 Japón firmó un acuerdo con Corea del Sur y ofreció mil millones de Yen para cuidar a las últimas supervivientes de uno de los momentos más oscuros de la guerra. Hoy en día quedan poco menos de 40 mujeres supervivientes, pero las pequeñas muñecas de plástico sirven para que su sufrimiento, que casi quedó perdido en la historia, no se olvide jamás.