En esta región del norte pakistaní no son bien recibidos los cambios, el tiempo parece haberse detenido en esas tierras montañosas. Además de estar escasamente poblado, el lugar pertenece a tribus nómadas que van con sus rebaños de un lugar a otro. Así vemos tanto pequeños pueblos fortificados como tiendas de campaña aquí y allá, aportando un toque de color a la ocre monotonía del paisaje. En Beluchistán fabrican sus propias armas, en talleres rudimentarios y con escasas herramientas pero, a pesar de ello, un entendido en la materia las admiraría por la calidad que tienen.
La región de los nómadas, Beluchistán


Sorprendente región del mundo
Los carteles carreteros nos advierten que estamos entrando en territorio tribal, hay pasos como el de Kohat y el de Khayber que están controlados por ellos. El camino zigzaguea cruzándose, a veces, con alguna ruta caravanera todavía en uso, o bien con el ferrocarril. Al llegar a Landi Kotal podríamos pensar que es un pueblo más pero posee algo que los demás no: Un bazar subterráneo repleto de todo tipo de mercadería que no se encuentra en otro sitio, como cámaras de foto, sedas de China y cientos de otros artículos. Tal como una moderna cueva de Alí Babá, sobre cuyo aprovisionamiento nadie se atreve a realizar muchas preguntas.

La fe musulmana y el amor por la libertad conviven en cada una de estas personas. En invierno el frío es tan fuerte y los vientos tan violentos que la pequeña ciudad de Queta (conocida por su escuela militar y sus movimientos telúricos) se vacía literalmente. El verano es tórrido, pero a pesar de ello los turistas arriban, porque nadie puede ser insensible a la belleza de esas atormentadas montañas que descienden en saltos caprichosos hacia el valle del Indo, a la aspereza de sus desiertos, al milagro de los oasis y al valor y la hospitalidad de su gente.
Una ciudad épica
La capital de la provincia de la Frontera Norte, Peshawar, es una condensación de ese mundo bastante rudo que fuera alguna vez escala en la conocida Ruta de la Seda. La fortaleza de Bala Hisar, con sus imponentes defensas, nos recuerda que nos hallamos en una de las fronteras más calientes del planeta. Las personas que pasean por el bazar de Qissa Khwani también; en la célebre Calle de los Contadores se escalonan las Casas de Té donde los clientes que charlan ante un humeante samovar llevan cartuchera en la cintura y un fusil a la espalda.

La ciudad vieja alberga el mercado más vivo de la región. Calles tortuosas, casas de ladrillo con carpintería de madera resistente a los frecuentes sismos, balcones tallados, mezquitas, el mercado de sandalias (chappals), el bazar de los caldereros... todo digno de ser visitado a pesar de la tensa atmósfera que se vive. Estamos en la mayor sociedad tribal del mundo entero, tal vez la más conocida y la menos comprendida de todas.
¿Irías a visitar Beluchistán? ¿Cuál te parece su mejor característica?







