La obsesión con nuestros antepasados

Se dice que todo tiempo pasado, siempre es mejor. La dieta paleolítica es un claro ejemplo de la obsesión con nuestros antepasados. Ellos no estaban gordos, ni tenían la presión alta, SIDA o enfermedades mentales varias, por lo tanto, solo cabe pensar que nuestro estilo de vida actual va en contra de nuestra naturaleza. Después de todo, biológicamente no somos tan diferentes a nuestros antepasados.

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Los problemas de la sociedad moderna

En algún momento de nuestra evolución, las cosas se torcieron en contra nuestra. La CDC Centro para el control y la prevención de enfermedades) indica que por primera vez vivimos menos que nuestros padres, ya que somos obesos y tenemos un montón de enfermedades que hace relativamente poco no se conocían -diabetes, hipertensión o artritis reumatoide-.

No hay medicina que pueda luchar contra nuestro estilo de vida, básicamente porque los milagros no existen.

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Sin embargo, pensar que lo anterior siempre es mejor parece ser algo inherente a la raza humana: los romanos desdeñaban de los jóvenes y alababan la sabiduría de la edad, en la literatura del siglo XVI y XVII se ensalza a un hombre que vive acorde a su entorno, y hoy nos preocupamos de los llamados nativos digitales, los niños que nacen con un iPad abajo del brazo.

El problema es la diferencia de tiempo entre la evolución biológica y la evolución cultural: somos prácticamente iguales a los primeros Homo Sapiens, e incluso a los Neandertales; sin embargo, pasamos de ser nómadas cazadores y recolectores a tener casas, desarrollar la agricultura y la ganadería e incluso llegar a la Luna.

Nuestra mente avanzó, dejando el cuerpo atrás, y causándole estragos. Dietas sin cocinar, dormir con nuestros hijos, caminar descalzos o estar desnudos son prácticas fomentadas por aquellos que piensan que debemos volver a vivir -aunque sea un poco- como lo hacíamos en el paleolítico.

Mientras, otros plantean que el frenón evolutivo no es cierto, sino que hemos hecho rápidas evoluciones, como la supervivencia en alturas o la resistencia a la malaria, todas ellas relacionadas a otros cambios evolutivos que nos llevan a tener la vida que llevamos.

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La Paleofantasía viene de la idea de que nuestros antepasados estaban correctamente adaptados a su era, idealizando la fusión entorno-ser en todos los aspectos. En verdad, todos los organismos luchan por adaptarse al entorno, haciendo posiblemente el mejor modelo evolutivo, pero nunca va a ser perfecto.

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Mientras la especie pueda reproducirse, para la evolución basta, y no necesitamos ser necesariamente perfectos. Un buen ejemplo es el hipo, un mecanismo que proviene de nuestros antepasados los peces y que a pesar de ser molesto, no nos impide crecer como especie.

En vez de preguntarnos por qué estamos mal adaptados, podemos plantearnos por qué algunas aspectos evolucionaron más rápido que otros.

Y recordar que esa obsesión con nuestros antepasados puede radicarse en bases erróneas de que nuestros tatarabuelos vivían mejor que nosotros.