La legendaria ciudad de Troya

Costó mucho localizar esta ciudad, Troya, de la que todos hablaban; los eruditos buscaban la ubicación en manuscritos antiguos, los arqueólogos excavaban en uno y otro sitio buscando rastros y finalmente dieron con ella, con la patria del joven Paris, cuyo amor por la bella Helena desencadenara una guerra que duró nada más ni nada menos que diez años.

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Un nuevo mundo

Las ruinas de Troya están en Hisarlik, cerca de la costa noroeste de Turquía, al norte de Izmir, nombre moderno de la antigua Esmirna, posible lugar de nacimiento de Homero hace tres mil años atrás, quien nos relatara con tanto detalle lo sucedido en su obra La Ilíada. Fue gracias a la traducción de ésta que hiciera el poeta inglés Alexander Pope que se ubicó a la perdida ciudad sobre una colina entre los ríos Escamandro y Simois.

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Cuenta la Ilíada que el príncipe Paris, hijo del rey Príamo de Troya, fue convocado para dirimir quién de las diosas griegas, Hera, Atenea y Afrodita era la más hermosa. Como él estaba temeroso de las represalias que tomaran las que dejara de lado, comenzaron a ofrecerle recompensas para conseguir su voto. Una le ofreció riquezas y dominio sobre todo Asia, otra sabiduría e invencibilidad, la tercera le concedería el amor de Helena, esposa del rey de Esparta, Menelao, considerada la mujer más codiciable del mundo por aquellos tiempos. Es evidente que su elección no fue la mejor, puesto que desencadenó una tragedia que destrozó su ciudad natal costando la vida a miles de inocentes.

Una civilización en piedra

El arqueólogo Heinrich Schliemann, luego de varios intentos fallidos, comenzó a excavar en Hisarlik en el año 1870 y le llevó veinte años desentrañar el misterio. Varias ciudades iban apareciendo, una tras otra, en el lugar; hasta que en 1873 dio con algo muy valioso que llamó el tesoro del rey Príamo. Halló además copas, puntas de lanzas y pendientes. Muchos visitantes han rechazado a esta Troya por creerla muy pequeña y humilde; sólo mide 137 por 183 metros, apenas el espacio suficiente para unas cuantas docenas de viviendas y otras tantas esparcidas por los alrededores. Pero eso es tal vez lo que habla de su verdadera grandeza, del verdadero valor de sus habitantes, que lucharon hasta la muerte por defenderla frente a un enemigo tan importante en número.

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La playa descripta por Homero, donde desembarcaron las tropas enemigas, se encuentra hoy 15 kilómetros más alejada. Pero persisten dos fenómenos en los que él hace hincapié: el viento que sopla incesantemente sobre las hierbas altas (cosa que no ocurre en ningún otro lugar de la zona) y las pequeñas encinas achaparradas que al parecer son originarias de ese lugar.

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Aunque dada la importancia de la historia de la que fue protagonista hubiéramos deseado encontrar una imponente ciudad en su emplazamiento, no podemos dejar de pensar en los protagonistas de ella mientras caminamos entre las ruinas: Helena, cuya belleza movilizó mil naves de guerra, Paris, cuyo amor atrajo una enorme maldición sobre su pueblo, Príamo, que luchó junto a su hijo sin claudicar, Menelao, que estaba obsesionado por recuperar a su esposa y Agamenón, que dejara a su familia por ayudar a su hermano. Tanto como en los grandes héroes de cada bando: Héctor por Troya y Aquiles por Grecia.

Una ciudad perdida que fue encontrada, una historia legendaria que el presente confirmó, allí está para que demos testimonio nosotros también, en la costa de Turquía, sobre el Mar Egeo, aguardándonos.

¿Conocían acerca de Troya? ¿Irían a visitar sus ruinas?