Muchas personas pasan la vida tomando decisiones sensatas y tratando de ser precavidos ante las contingencias. Creen –sin estar equivocados totalmente– que cuidándose al extremo lograrán vivir felices y libres de todo peligro. Sin embargo, en realidad el mero hecho de estar vivos es un riesgo que ya estamos corriendo sin habérnoslo propuesto.
La inspiradora historia de Anne Dufourmantelle, la filósofa que defendió el riesgo hasta el final

Así pensaba Anne Dufourmantelle, filósofa y psicoanalista francesa, fallecida recientemente, quien decía que la vida es una metamorfosis donde superarnos a nosotros mismos nos impulsa a arriesgarnos continuamente.
La vida comienza con el riesgo
En 1994, Anne Dufourmantelle se graduaba de Filosofía en la Universidad de la Sorbona con una carrera ejemplar, a la que seguiría en 1998 el Premio Raymond de Boyer de Sainte-Suzanne por esta materia.
Posteriormente, y afrontando un camino nuevo, se dedica a trabajar como psicoanalista, proyecto donde estudia a profundidad la mente humana, sus miedos y motivaciones.
Sus estudios con el ser humano la llevaron a considerar que cada paso que damos en la vida es un acto arriesgado y que, por lo tanto, el temor no puede ser el elemento que nos guíe si queremos tener una vida auténtica y valiosa.
El miedo puede ser –y es– usado como un arma para controlar la libertad, decía.
Y añadía que en realidad las supuestas opciones de seguridad y protección que la sociedad ofrece actúan como estructuras que refuerzan el control de los individuos y la limitación de sus libertades.
La filósofa escribió numerosos ensayos sobre la importancia de asumir riesgos y la necesidad de aceptar que exponerse a las amenazas es una parte esencial de la vida cotidiana, entre ellos destaca su libro Elogio del riesgo, publicado en 2011.
Durante su existencia y sus años de investigación, Dufourmantelle sostuvo que la vida comienza con el riesgo y asumirlo es la única manera de hacer que esta cobre su verdadero sentido.
La vida también termina con el riesgo
Recientemente, a los 53 años de edad, el destino le puso a Anne Dufourmantelle la más difícil de las pruebas que la vida nos pueda presentar.
De visita por la Rivera Francesa, observó que en la playa de Pampelonne, cerca de St. Tropez, dos niños enfrentaban dificultades en medio del fuerte oleaje que allí había.
Los pequeños se encontraban a 50 metros de la orilla cuando la bandera que advierte del peligro fue cambiada de naranja a roja, señal de que se prohíbe el baño dada las condiciones inseguras del mar.
Fiel a las ideas que defendió siempre –ya fuera en lo académico o en lo personal–, Dufourmantelle no dudó un segundo en correr el mayor riesgo de todos: entró al mar para tratar de alcanzarlos a riesgo de su propia vida. Solo que la corriente de agua era demasiado fuerte y fue arrastrada.
El equipo de seguridad logró socorrer a los menores, pero tristemente sus esfuerzos para resucitar a Anne fueron inútiles.
Falleció así, para salvar a dos niños, quien siempre luchó por arriesgarse en provecho de la sociedad y el ser humano.
La vida también termina con el riesgo, pero en el caso de Anne Dufourmantelle, además de aflicción por la pérdida de una buena persona, este hecho nos deja la certeza de que cada segundo que nos ha sido concedido tiene que vivirse sin miedo y apostando por aquellos que nos rodean.
Que no te quepa duda: si existe humanidad en nuestro planeta, debemos buscarla en la historia y obra de personas como Anne Dufourmantelle, verdadera defensora de tomar riesgos en la vida.






