Las investigaciones científicas y la experiencia personal de la bióloga, antropóloga, epidemióloga y madre adoptiva María Inés Varela-Silva, lo demuestran.
La falta de amor en los niños puede ser mortal: la conmovedora experiencia de una científica y madre adoptiva que deberías conocer

¿Hogares o antros?

Los orfanatos, los campos de refugiados y algunos hospitales por lo general tienen algo en común: son lugares terribles para los niños.
Allí les falta una buena alimentación y atención médica, están más expuestos a enfermedades, pero sobre todo, carecen de afecto y son maltratados y abusados. Muchos sobreviven a las penurias físicas, pero no a las psicológicas.
Incluso en las naciones donde la infancia recibe un mejor trato, como Estados Unidos y Gran Bretaña, a comienzos del siglo XX, la tasa de mortalidad en albergues y casas de acogida de niños era muy superior a la registrada en los hogares normales.
Muchos de estos bebés comían adecuadamente y recibían atención médica, por lo que su muerte tuvo más que ver con la falta de afecto. Adicionalmente, los sobrevivientes estaban en desventaja en funciones cognitivas y salud psicológica.
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Prematuros y sin amor

Una población que ha permitido comprender el impacto en la vida de la falta de amor y de contacto es la de los bebés prematuros.
Las investigadoras Ruth Feldman y Tiffany Field establecieron que un contacto «piel a piel» es fundamental, reflejándose incluso hasta los 10 años en el desarrollo neurológico y mental y en el aumento de peso.
Las privaciones afectivas de los niños en los orfanatos no se deben tanto a las condiciones del personal, mucho de él integrado por personas abnegadas, como por su superpoblación.
Cuando una mujer debe atender a 15 o 20 niños en un espacio relativamente reducido, por muy afectuosa que sea, los resultados no pueden ser los mejores.
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El testimonio personal de una científica

María Inés Varela-Silva contó su experiencia con una niña que adoptó en China. La pequeña se veía físicamente sana, pero al momento de la adopción, el 90 % de los bebés de la misma edad tenía una talla mayor.
Tres meses más tarde, la niña era superada en talla solo por el 25 % de las de su misma edad. Actualmente, con 11 años, la hija de María Inés está en el promedio de estatura. Una clara demostración de los cuidados y el afecto en el crecimiento.
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La niña de María Inés se destaca en sus actividades académicas, espirituales (música) y deportivas. Su conclusión como antropóloga y como madre es que la falta de amor ralentiza el crecimiento de los más chicos, el cual se recupera cuando el niño entra a vivir en un ambiente de contacto, cuidados y cariño.
En un mundo lleno de niños refugiados y abandonados, su adopción por parte de hogares espiritualmente sólidos es vital para su desarrollo.
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